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El sábado 18 de enero, alrededor de 150 personas, entre sacerdotes y laicos, junto a nuestro Obispo auxiliar, D. José Rico Pavés, nos congregamos en la Parroquia Santa Maravillas de Jesús para celebrar la Jornada Diocesana de Liturgia.

Nos acompañó uno de los mayores exponentes de la liturgia en la Iglesia Universal, Monseñor D. Juan Miguel Ferrer Grenesche, Subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede. Tenemos que agradecer la disponibilidad de D. Juan Miguel, pues se desplazó expresamente desde Roma, donde ejerce su labor ministerial, para impartirnos la conferencia: "A los 50 años de la promulgación de la Sacrosanctum Concilium", coincidiendo con el Jubileo de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia.

 

El conferenciante comenzó su exposición aludiendo a la gestación de la Sacrosanctum Concilium, que coincide con los mismos inicios del Concilio Vaticano II, pues fue el primer trabajo que elaboraron los Padres Conciliares: la liturgia, desde Pío XII con la Mediator Dei hasta llegar al Vaticano II, pasando por toda una serie de teólogos, había que mirarla ya con una perspectiva teológica, no sólo como una serie de normas. Por ello, en liturgia, además de tenerse en cuenta el Sacerdocio de Cristo, ha de observarse toda la obra de la Santísima Trinidad, que afecta a la humanidad entera y a toda la creación. La liturgia, por tanto, está en la línea de lo que Dios hace en su plan de salvación: según D. Juan Miguel, la liturgia sólo se entiende desde la iniciativa de Dios. Del mismo modo, el cristiano no tiene más culto que Jesucristo, y por ello, unirse al culto de Cristo es entrar en sintonía con los sentimientos de su Corazón. Por otro lado, según Mons. Ferrer, celebrar el culto cristiano es participar (no inventar) en lo que los ritos significan: el orar de Dios manifestado en Cristo. La Iglesia, por tanto, tiene que estar continuamente mirando a Cristo para ofrecer al Padre lo que el Padre se merece. Después de hablarnos de su estructura, el ponente ahondó en las claves del fundamentales del documento: entre otras, destacó que la liturgia es el ejercicio de la obra de nuestra redención, nos ofrece la posibilidad para que Cristo entre en nuestra vida y comamos juntos; así, nuestra preocupación ha de ser el poder sintonizar mejor con esta obra de Dios. Uno de los retos ante el que nos encontramos es la formación litúrgica y la necesidad de su inculturación, para acomodarse a las exigencias de la vida de los hombres: nos encontramos ante signos sensibles que el hombre está llamado a entender.

La segunda parte de la jornada nos introdujo en el papel de la liturgia en la Nueva Evangelización: la Eucaristía es culmen, no el principio para los no creyentes; la liturgia, por tanto, es el momento culminante de la iniciación cristiana, pero es necesario un primer anuncio. Es culmen porque es obra de Dios, y por eso la liturgia se constituye como cima. En segundo lugar, es fuente de toda la energía transfiguradora que proviene de Dios, es fuente de la vida eterna. Si la liturgia se convierte en obra humana no es ya ni fuente ni culmen. Por último, D. Juan Miguel concluyó su intervención apuntando algunos acentos de la pastoral litúrgica, tales como trabajar por dar a conocer la genuina naturaleza de la Iglesia por su carácter sagrado, insistir en la participación de las comunidades en el domingo, tener un planteamiento nuevo en la tarea de la iniciación cristiana, buscar un enfoque adecuado de las relaciones entre liturgia y piedad popular, e insistir especialmente en el reto de la inculturación litúrgica.

Para clausurar la jornada pudimos disfrutar de un rato de oración, presidido por nuestro obispo auxiliar, frente al Santísimo Sacramento expuesto en el Altar. Que Jesucristo vivo y presente en su Iglesia, fuente y actor principal de la acción litúrgica, nos auxilie en la tarea evangelizadora.

Iván Puertas Mesa, sacerdote