rozas2014webTranscribimos a continuación el testimonio de Abril Armendáriz Tapia, joven catequista que asistió este verano por primera vez a los cursos de teología organizados por la Acción Católica del 2 al 10 de agosto en el Colegio-Seminario Menor de la Diócesis. Un encuentro con un sabor muy especial. 


“Hace varios años un amigo me habló de un curso de verano tan bueno que para él eran como sus vacaciones. En mi cabeza quizá las palabras curso y vacaciones no eran muy compatibles, pero después de varios intentos, este verano fue el definitivo y fui a parar a Rozas de Puerto Real. ¿Qué nos mueve a ir? supongo que a cada uno cosas distintas, ¿qué nos encontramos? pues podría decirse que un oasis en medio del desierto; no es que nuestra vida sea una aridez absoluta, sin embargo, sabemos reconocer cuando encontramos algo valioso, algo que sacia la poca o mucha sed que llevábamos, el AGUA VIVA con mayúsculas; sí, porque así es todo lo que viene de Dios.
¿Qué hay en Rozas que venga de Dios? además de sacerdotes, seminaristas, religiosas y el obispo, cuyas vocaciones son una llamada que viene del Señor sin duda (y a quienes seguramente guardamos todos un especial cariño), también estábamos un montón de jóvenes de todas las edades ( incluso alguno aún por nacer, pero ya en proceso...) que fuimos llamados, de distintas maneras, a estar en la familia cristiana. Lo que se podía ver a simple vista eran los momentos de oración a lo largo del día, la celebración cotidiana de la Eucaristía, las conferencias, los cursos, talleres, el cineforum, el comedor abarrotado y cada cual con su bandeja, los juegos (algunos muy  "adictivos" como el “tótem”) y el transitar de personas por las habitaciones y pasillos. Pero sin duda, lo que no se veía a simple vista fue aún más. Fue el mensaje personal que Dios tuvo para cada uno de nosotros en ese curso, las amistades y lazos que se fueron tejiendo, la cercanía, la amabilidad y la complicidad que surgió, la paciencia y el respeto a pesar de las diferencias, la esperanza y la fortaleza de sabernos juntos en un mismo camino, hacia una misma meta, en las luchas individuales pero también en las comunes. Mi profesor del curso decía algo así como que estamos llamados a crecer en el amor, la vocación en Cristo es vocación al amor, y sólo encontramos plenitud en ese darnos a los demás; pues eso es en gran parte la Escuela de Verano de Acción Católica: nos dimos en palabras, gestos, abrazos, risas, oración...Y ese dar no se ha quedado en ese momento, sino que ha sido el semillero de amistades, grupos de whatsapp, reuniones por hacer e incluso algún noviazgo. Semillas que ojalá crezcan y perduren como hace todo lo que está cimentado en Dios.”