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La Iglesia renueva en una multitudinaria celebración en Getafe la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús cien años después

palabrasdedonGinesWEBMás de 12.000 fieles católicos presentes en la explanada del Santuario del Cerro de los Ángeles (Getafe), junto a cuatro cardenales y más de una veintena de obispos, han renovado hoy la Consagración de España al Sagrado Corazón, en una ceremonia celebrada a los pies del monumento dedicado al Corazón de Cristo, el mismo lugar en el que se hizo por primera vez en 1919, coincidiendo entonces con su inauguración.

Cien años después, D. Ginés García Beltrán, obispo de Getafe y anfitrión del acto, dio la bienvenida a los fieles venidos desde distintos puntos de la geografía española, con un recuerdo especial para los vecinos de las localidades que están sufriendo por el incendio que está viviendo la Sierra Suroeste de Madrid.

El pastor getafense manifestó durante sus palabras de bienvenida que en estos últimos cien años “muchas cosas han cambiado, pero que, si algo permanece, es el Amor del Corazón de Cristo”.

En la celebración también estuvo presente el hasta ahora Nuncio de Su Santidad, D. Renzo Fratini, quien ha transmitido la bendición del papa Francisco, animando a los fieles a que sean “testigos de Cristo para que su Amor reine en todos los hogares”.

La Santa Misa fue presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, D. Carlos Osoro, quien en su homilía aseguró que los católicos somos “el Pueblo de Dios”. 

“Este Pueblo que camina en España quiere renovar y consagrarse, y consagrar a España una vez más, al Corazón de Jesús. Somos el Pueblo de Dios que vive entre el pueblo que camina en España. Sentimos el gozo de sabernos hermanos de todos los hombres. Asumimos con toda nuestra vida la misión que nos ha confiado el Señor y también la responsabilidad en la misión que nos dio Él, de no desentendernos de nada que afecte al ser humano ni de nadie. A todos los ponemos junto al Señor sabiendo que quien cuida a todos es Él”, dijo el cardenal arzobispo de Madrid

“Solamente un pueblo crece si se preguntan todos los que pertenecen a él, aunque sea desde perspectivas distintas, pero con convicción profunda, ‘quién es mi prójimo’. Cuando olvidamos esta pregunta habrá grupos, pero no hay pueblo. Esto es precisamente lo que nos enseña el amor de Dios, manifestado en el Corazón de Jesús”, añadió.

Tras la celebración, todos los presentes recitaron la oración con la que se renovó la Consagración de España al Corazón de Cristo. Previamente el obispo auxiliar de la Diócesis, D. José Rico Pavés, realizó una breve presentación aludiendo a la importancia del momento histórico que se estaba viviendo y recordando la primera consagración de España, de la que se cumplían cien años

“Señor Jesucristo, Salvador del mundo, al cumplirse el centenario de la Consagración de España a tu Sagrado Corazón, los fieles católicos volvemos a postrarnos en este lugar, donde se levanta este trono de tus bondades, para expresar nuestra inmensa gratitud por los bienes innumerables que has derramado sobre este pueblo de tu herencia y de tus predilecciones”, rezaba la oración.

Con este gesto, la Diócesis de Getafe quiere impulsar, “en comunión con toda la Iglesia, una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría del Evangelio”.

La celebración estuvo presidida por la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de la Diócesis de Getafe. Los cánticos del acto estuvieron al cargo de las 80 voces y 30 músicos del Coro y la Orquesta diocesanos.

La ceremonia tuvo una gran repercusión en las redes sociales y el hashtag #100CorazóndeJesús fue ‘trending topic’ en diferentes momentos de la mañana del domingo.

Este acto fue precedido por una vigilia celebrada la noche anterior, en la que participaron más de 3.000 fieles y que se extendió hasta altas horas de la madrugada con testimonios, cánticos y momentos para la oración y el recogimiento.

La renovación de la Consagración de España ha sido el acto central del Año Jubilar que se está viviendo en la Diócesis de Getafe, que comenzó el pasado 2 de diciembre con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica del Cerro de los Ángeles y que se prolongará hasta el próximo 24 de noviembre, con la celebración de nuevas actividades, entre las que destaca un gran congreso de evangelización que tendrá lugar en Getafe los días 28 y 29 de septiembre.  

Al igual que sucediera hace cien años, parroquias de diversas provincias también han querido sumarse a la Consagración, bien enviando peregrinos a participar en la ceremonia o bien organizando celebraciones en sus templos.

Además de por Mons. Carlos Osoro, el obispo de Getafe ha estado acompañado en el acto de la renovación de la Consagración por otros dos cardenales (Antonio María Rouco, arzobispo emérito de Madrid, y Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla).

También estuvieron presentes el arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez; el arzobispo castrense, Juan del Río; el de la Seu d’Urgell, Joan-Enric Vives, y el de Burgos, Fidel Herráez.

Los prelados Juan Antonio Reig (Alcalá de Henares), José Ignacio Munilla (San Sebastián) y Francisco Cerro (Coria-Cáceres) tampoco quisieron perderse esta celebración, así como varios obispos auxiliares y obispos eméritos.

Más fotos de la ceremonia: https://www.flickr.com/photos/diocesisgetafe/48158925031/in/photostream/

 VIDEO RESUMEN DEL ACTO: https://www.youtube.com/watch?v=38a44nl0PIc&t=6s&fbclid=IwAR3fDhBbP7-IvY2QA-sX_yZtlmDkF3UO-F1H2VB6I4AuZsiTj-snGohmy28

 

 

HOMILÍA EN LA EUCARISTÍA DE LA RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN DE ESPAÑA AL CORAZÓN DE JESÚS

Eminencias: Sr. Cardenal D. Antonio Rouco, Sr. Cardenal D. Carlos Amigo, Sr. Cardenal Aquilino Bocos. Ecmo. Sr. Nuncio de Su Santidad en España. Excmo. Sr. Obispo de Getafe D. Ginés y Obispo Auxiliar D. José; Excm. Sr. Arzobispo de Ordinariato Castrense D. Juan.  Excm. Sr. Obispo de Alcalá de Henares. Obispos Auxiliares de Madrid D. Juan Antonio, D. Jesús, D. José y D. Santos.

Queridos Vicarios Generales de nuestra Provincia Eclesiástica. Rectores de nuestros Seminarios. Hermanos Sacerdotes. Miembros de la Vida Consagrada.

Queridos hermanos y hermanas: quienes estáis presentes en este santuario del cerro de los Ángeles y quienes estáis siguiendo esta celebración a través de la La 2 de TVE:

Al renovar el centenario de la consagración de España al Corazón de Jesús, asumimos la misión que el Señor ha dado a la Iglesia de hacer presente su rostro y tomamos a todos los que viven en España sin excepción, como lo hizo Nuestro Señor, que dio la vida por todos los hombres, deseando responder a ese amor agradecido que hemos recibido de Él. Somos su hechura, no podemos vivir sin el amor, sin su amor. Esas palabras que tantas veces hemos escuchado las hacemos nuestras: «A nadie debáis más que amor». Es con ese amor con el que deseamos vivir y pedimos que llegue a todos los hombres.

Hemos repetido juntos cuando cantábamos el salmo responsorial: «Tú eres, Señor, el lote de mi heredad». ¿Cómo entender esta expresión? Mirémonos a nosotros mismos y descubramos lo que hay en lo profundo de nuestra existencia: hay deseos y capacidad de infinito; existe hambre de justicia y de fraternidad; hay deseos de saber para no ser manipulados; existe el gusto por la fiesta, por la amistad, por la belleza que se muestran en todo ser humano. Descubramos el gozo al que nos invitaba a vivir el salmista, encontrando en el Señor plenitud y salidas en las tormentas y oscuridades, dirección en el camino que hacemos para la vida y la libertad, el consejo, la instrucción, la seguridad que nos impide vacilar en el camino, la alegría de saber que Dios no nos entrega a la muerte, sino que es quien nos sacia, nos infunde gozo, vida y alegría. 

En el Corazón de Cristo se nos muestra y revela la realidad de Dios y la realidad del hombre que desea vivir en verdad y no negociar con la verdad, sin acomodarse a las circunstancias. ¡Qué bueno es ver a un Dios que sale a nuestro encuentro!, ¡qué grande es este Dios que habla nuestro lenguaje y que comparte nuestras preocupaciones!, ¡cómo alcanza la vida este Dios que se nos revela en Jesucristo! Él hace verdad y vida esas palabras del Concilio Vaticano II y nos invita a vivirlas: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los discípulos de Cristo» (GS 1).      

Hermanos: somos el Pueblo de Dios. Y este Pueblo que camina en España quiere renovar y consagrarse y consagrar a España una vez más al Corazón de Jesús. Somos el Pueblo de Dios que vive entre el pueblo que camina en España, sentimos el gozo de sabernos hermanos de todos los hombres. Asumimos con toda nuestra vida la misión que nos ha confiado el Señor y también la responsabilidad en la misión que nos dio Él, de no desentendernos de nada que afecte al ser humano ni de nadie. A todos los ponemos junto al Señor sabiendo que quien cuida a todos es Él. Quienes creemos en Jesucristo, sabemos que no podemos vivir la fidelidad y estar a gusto si olvidamos a alguien; todos son nuestros hermanos. Es verdad que ser pueblo no coincide con ser todos miembros del Pueblo de Dios. Pero quizá esto lo entendamos mejor si nos preguntamos, desde la mirada de Cristo, qué es ser pueblo. Ser pueblo es mucho más que una categoría lógica, es una categoría mística; es mucho más que un concepto, es una llamada, es una convocación a salir del encierro individualista, del interés propio o de grupo, de esa laguna personal o de grupo en la que nos gusta estar y volcarnos al cauce de un río que avanza y reúne en sí la vida de todos, la historia del territorio que atraviesa y vivifica. Hemos de sentir el gozo de ser pueblo que tiene una geografía y una historia y toma decisiones en su destino, pero lo hacen todos. Ser pueblo es habitar un espacio juntos y saber hacer memoria de una historia muy grande que no empieza anteayer, sino que tiene muchos siglos. Ser pueblo es saber que se nos convoca permanentemente a recuperar la vecindad, el cuidado de los unos y los otros, el saludarnos los unos a otros, reconociendo que vivimos juntos y que todos son dignos de atención; todos son dignos de nuestra amabilidad y de nuestro afecto, preocupándonos por lo que nos afecta a todos y socorriéndonos mutuamente. Estoy convencido de que solamente un pueblo crece si se preguntan todos los que pertenecen a él, aunque sea desde perspectivas distintas, pero con convicción profunda, ¿quién es mi prójimo? Cuando olvidamos esta pregunta habrá grupos, pero no hay pueblo. Esto es precisamente lo que nos enseña el amor de de Dios, manifestado en el Corazón de Jesús.

La Palabra de Dios que hemos proclamado nos hace tres preguntas y nos pide tres compromisos cuando el Pueblo de Dios hace la consagración de España al Sagrado Corazón. Preguntas y compromisos que quiero poner al alcance de todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Tres preguntas y tres compromisos que se convierten en misión:

1. ¿Quién es mi prójimo? O el compromiso de vivir con un corazón grande y nuevo. Un corazón grande como les pidió Dios a Elías y a Eliseo. A ambos les pidió servir al Pueblo de Dios y desde ese Pueblo a todos los hombres. Pero también les pidió un compromiso: a Elías le dijo Dios «urge sucesor tuyo», urge que te despojes de todo y entrégaselo a Eliseo todo. Ponerle la capa es signo de darle y hacerle partícipe de todo lo que Dios le había dado. La respuesta de ambos fue inmediata. Elías, cuando pasó al lado de Eliseo, le echó el manto encima, es decir, le hizo partícipe de todo lo que le había dado Dios. Y Eliseo también ofreció lo que tenía en sacrificio y marchó tras Elías poniéndose a su servicio. Dios les pidió ponerse al servicio del prójimo dejando todo, solo iban con el amor de Dios y la fuerza de Dios.

Eso es precisamente lo que Jesús nos quiere decir en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37). Es lo que Jesús nos dice hoy en esta consagración al Sagrado Corazón: que tengamos un corazón con las medidas de su corazón. La única manera de construir lazos sociales entre los hombres, de vivir en amistad y paz, es comenzar reconociendo al otro como prójimo, es decir, hay que hacernos prójimos. Tomar al hombre como fin y nunca como un medio; no demos valor al otro por lo que el otro pueda darme o servirme, pues eso es tomar al otro como cosa. Cuando lo consideramos como fin, reconocemos que todo ser humano es mi semejante, es mi prójimo. El otro, nos enseña Jesús, no es mi competidor, ni mi enemigo, es mi hermano sea quien sea. El samaritano se pone al herido que encuentra en el camino sobre el hombro y asegura que reciba cuidado. Nos enseña lo que es el amor de Dios y el amor al prójimo. A quien encontremos tirado, pongámonoslo al hombro como lo hizo el samaritano. Solamente cuando ponemos al hombro al otro, comenzamos a considerarnos y entendemos como prójimos, pues no se trata de reconocer al otro semejante, sino de reconocernos como capaces de ser semejantes.

Hoy el Señor nos invita a creernos y a vivir que todo hombre es mi hermano y a hacerme prójimo. Es condición indispensable para vivir mi propia humanidad. Qué corazón el de nuestro Señor, que, siendo Dios, se hizo prójimo de todos los hombres; nos ha regalado su amor, hagámonos semejantes a Él.

2. ¿Cómo mostrar el amor? O el compromiso de vivir con un corazón apasionado por la libertad. El amor hay que mostrarlo cara a cara, esto es imprescindible para que los humanos seamos efectivamente humanos. No se trata de mostrar el amor por intereses personales. En el juicio final (Mt 25, 31-43) se nos descubre otra dimensión del amor; fijémonos en los que habían sido declarados benditos: por haber dado de comer y de beber, por haberle alojado, vestido, visitado, pero no sabían que había hecho estas cosas. Porque la conciencia de haber tocado a Cristo herido en el hermano, de haber sido prójimo, se da a posteriori cuando todo se ha cumplido.

Nos decía el apóstol san Pablo que «para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado». Nos alentaba y animaba a no caer en la esclavitud, pero sí a vivir en esa libertad que nos hace esclavos los unos de los otros por amor. Nunca olvidemos ese «amarás al prójimo como a ti mismo». Mostrar el amor de Dios, impide que nos destruyamos (cfr. Gal 5, 1. 13-18).

El Señor nos invita a hacer formas perdurables del amor. Y eso se hace viviendo el compromiso y la pasión por la libertad y la justicia. ¿No veis a nuestro lado instituciones que son perduración de intenciones y deseos de amor al prójimo y de dejar muestras de ese amor? Cuántas instituciones, congregaciones, fundaciones perduran porque ese amor al prójimo se estableció de una manera permanente e hicieron posible que la justicia tomase rostro: instituciones para enfermos, para ancianos, para niños abandonados, para pobres tirados. Hubo hombres y mujeres que amaron y cuando estaban dando de comer o visitando, amaban con el amor mismo de Dios. El amor de Dios es necesario para perdurar, sino estas instituciones desaparecen con el promotor.

Hagamos posible que el amor vivido hacia los otros se institucionalice en obras que muestren ese amor. Entregar libertad en esta tierra solamente es posible con la pasión por amar a todo ser humano que encontremos en este mundo. No es cuestión de ideas, es cuestión de corazón, que nos lleva a ver que es urgente y necesario institucionalizar el amor sin que pierda por ello el frescor y la lozanía de un amor que contagia libertad.

  3. ¿Cómo ser testigos del amor más grande? O el compromiso de vivir la misión a la intemperie, en los caminos por los que transitan los hombres. Hay dos cuestiones que nos muestra el Evangelio que hemos proclamado: 1) La decisión de Jesús de ir a mostrar públicamente su amor: marcha a Jerusalén, donde lo estaban buscando y vigilando sus movimientos, simplemente porque mostraba el amor de Dios con todos los hombres. En las rupturas y los enfrentamientos hay que poner el amor incondicional. 2) Por otra parte, está su deseo de entrar por todos los caminos donde transitan los hombres: entra en Samaría, donde el aprecio a los judíos era nulo, se les consideraba enemigos. Allí sintió el rechazo por ser judío y no le dan alojamiento. Atrevámonos a descubrir en este encuentro lo que significa no amar por razones de creencias o de ideologías, los odios que se pueden engendrar entre vecinos, las divisiones en las que son los pobres los que más sufren. Sin embargo Jesús ama en todas las circunstancias, Él ha venido a traer la paz y la reconciliación, quiere hacer de este mundo una gran familia. Precisamente por eso, cuando Santiago y Juan viven el deseo de la venganza, Jesús les habla con firmeza y les muestra que solo debemos amor, que el camino de los hombres es dar el amor de Dios, devolver la reconciliación, dar perdón.

Pero por otra parte en el camino tiene tres encuentros significativos. A los tres personajes les quiere conquistar el corazón con su amor: el primero y el tercero se aproximan al Señor para decirle «te seguiré a donde vayas» o «te seguiré». Al segundo, es el Señor quien le hace una propuesta de seguimiento, le dice: «sígueme». A los tres les pide que entren en la órbita de su amor. A quienes dicen «te seguiré», el Señor les  dice que «el Hijo del hombre no tienen donde reclinar la cabeza» o «déjame primero despedirme de mi familia», es decir, no han descubierto la novedad del amor de Dios manifestada en Cristo, fiarse de Él con todas las consecuencias o todo es nuevo, entra por este camino de amor, solamente tiene amor y es eso lo que vas a tener como fuerza de cambio de este mundo, para hacer el camino entre los hombres. El segundo tuvo una invitación directa de Jesús, «sígueme», pero claudicó, tenía otros amores. «Déjame primero ir a enterrar a mi padre», es decir, me quedo con lo viejo que es vivir desde mí, en mí y para mí, prefiero mirar para atrás. Ninguna de estas tres reacciones crea futuro. Donde no hay amor no hay futuro, donde solamente se piden cuentas y no se da la mano, donde se abren muros y no se crean pistas para comunicarnos, donde no se hacen puentes sino que se derriban, no hay presente ni futuro. Ser testigos del amor en todas las circunstancias es nuestra misión.

El Señor que nos ha hablado, dentro de unos momentos se hace presente entre nosotros en el misterio de la Eucaristía. Acojamos su presencia. Hagamos el compromiso de acercar a nuestra vida su amor, que es la fuerza que da presente y futuro. Un amor para todos, un amor que regala libertad, un amor que edifica el presente y el futuro haciendo presencia viva en medio de todos los caminos de los hombres, escuchando a todos e invitando a todos a participar como decía san Pablo VI para la construcción de una civilización del amor. Percibid cómo el Señor nos dice «sígueme», pero también descubramos la necesidad de decirle «te seguiré». Tanto en un caso como en otro, que sea para manifestar su amor a todos los hombres. Sagrado Corazón de Jesús, en ti ponemos nuestra vida y la de España en tu Corazón. Cuídanos, haznos hermanos que sintamos la necesidad de decirnos perdón y de perdonar. Amén

 

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