famili3webSuena el despertador, ¡las 4 de la mañana! –¡Niñoooos, arriba que nos vamos a Roma! ¡Biennnn…!- Ojos abiertos, sonrisa de oreja a oreja y emoción a raudales. Las 5, en el aeropuerto, que alegría nuestros amigos, nuestra familia diocesana con nuestro Pastor a la cabeza, entre nosotros, detrás de nosotros, junto a nosotros…

 

Llegamos a Roma, otro país, otra ciudad que no es la nuestra, pero estamos como en casa, seguimos en familia, nuestra gran familia que es la Iglesia Universal, no nos sentimos extraños, sigue la sonrisa y la alegría desbordante. Ángel, el más peque de 4 años, ve a un obispo y le pregunta: -Oye, ¿tú eres el Papa? –Pues no, no lo soy. –Bueno, pues vamos a buscar al Papa, papá…- Efectivamente, a eso hemos venido, a estar con el Papa, con toda la Iglesia, hemos venido a nuestra casa, a disfrutar con nuestros hermanos a escuchar y a rezar con el Papa todos juntos, por todos, por el mundo, por los que sufren y por los que creen que no sufren…

Y por la noche, nuestra pequeña familia diocesana disfrutamos del rosario en la plaza de San Pedro, estábamos casi solos, los operarios que se afanaban en colocar las sillas para el día grande del domingo son testigos de nuestra emoción, ¡qué momento disfrutamos! ninguno lo olvidaremos…

Y llegó el gran día, 6 de la mañana, no hay pereza, nos levantamos de un salto y tras un espléndido desayuno nos encaminamos a la entrada de la Plaza de San Pedro para asistir al acontecimiento de la Santa Misa con el Papa y todas las familias allí congregadas. Tras unos requiebros en la entrada conseguimos unos sitios magníficos. ¡Qué sensación de paz y de sosiego se respira!, ¡cómo acogemos todos las palabras de Francisco!… y el Ángelus, ¡qué privilegio el poder rezarlo juntos! Y pasa el Papa a escasos metros de nosotros –¿El de blanco es el Papa verdad?- dice Ángel, efectivamente es el Papa con su sonrisa inconfundible. Gracias a nuestra familia, la pequeña diocesana y la grande universal, os llevamos a todos en el corazón.