Dice el beato Juan Pablo II: ¡No tengáis miedo a abrir de par en par las puertas a Cristo! “Firmes y valientes testigos de la fe”.
Agradecimiento es el sentimiento que reinaba en la Eucaristía que se celebró en Griñón el domingo 10 de noviembre con motivo de la beatificación de los mártires de la Congregación de Hermanos de las Escuelas Cristianas. Previamente se habían trasladado sus reliquias, desde el noviciado escuela a la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, donde se celebró la Eucaristía de Acción de Gracias, presidida por nuestro obispo D. Joaquín Mª y los concelebrantes Fernando Gallego, Santiago Rodrigo, Jesús Ruiz, Anselmo Vázquez, Enrique Conde, Jeremías Navarro y Luis Pampliega.
A la Misa también asistió la Corporación Municipal con su alcaldesa Dña. Mª Antonia Díaz así como una nutrida representación de Hermanos de la Salle con su Visitador Provincial D. Aquilino Bravo Puebla.
Un poco de historia
La Congregación de Hermanos de las Escuelas Cristianas fue fundada por San Juan Bautista de la Salle, allá por 1684. Se establecieron también en Griñón en el año 1915 como Casa de Formación. En 1936, durante la guerra civil española, un vasto grupo de milicianos entraron en el noviciado y arrasando con todo, consiguieron capturar y asesinar de forma cruel a 10 hermanos mientras impartían clase a los alumnos: Orencio Luis, Aquilino Javier, Mariano Pablo, Crisóstomo Albino, Javier Eliseo, Angel Gregorio, Mario Félix, Arturo, Sixto Andrés, Benjamín León, el capellán D. Antonio Mateo y el empleado de la casa, D. José Gorostiza. Incluidos como “Mártires del siglo XX en España”, en Octubre pasado, conocida su Causa, fueron beatificados junto a otros hermanos.
Según las crónicas, murieron abrazados a su fe; ajusticiados sin ley, por “Los sin Dios”. “Volveos que vais a morir, les dijeron. <<Nosotros no morimos de espaldas, sino de frente>>, ¡Viva Cristo Rey! La descarga de los fusiles se cobró la vida de los consagrados. Otro murió degollado y apuñalado. Por su parte uno de los hermanos, al sentir venir a los milicianos, salió y les dijo: ´me buscáis para matarme´,” aquí me tenéis; tirad”. Allí mismo dejaron su cuerpo exánime. ”Bienaventurados los que padecen persecución y muerte a causa de mi nombre, manteniendo su fe y su piedad, porque de ellos es el reino de los cielos”.