villanuevawebEl sábado 30 de mayo, a las 22.00 horas, las calles de Villanueva de la Cañada se llenaban de velas y oraciones por nuestros hermanos perseguidos en el mundo.

 

La comitiva del Rosario de Antorchas se ponía en marcha desde la puerta de la Parroquia de San Carlos Borromeo hacia las calles del pueblo ¿El objetivo?: orar por la Iglesia perseguida de todo el mundo, por nuestros hermanos cristianos de sangre divina, hijos de Dios como nosotros, por cuyas venas corre la misma sangre de Cristo, purificada por el dolor.
En cabeza de la procesión, cómo no, la cruz en alto de nuestro Señor, con un cirio de amor encendido a cada lado. Justo detrás, nuestros sacerdotes, los padres Gonzalo, Paul y Laurent. Más atrás, la imagen de la Virgen María en andas, portada a hombros por tres fieles locales y uno venido para la ocasión desde Martos (Jaén), alguien que también sabe mucho de sufrir por amor.
La imagen fue la de siempre de nuestra Virgen María, la primera que tuvimos en la Parroquia cuando todavía no teníamos templo. Ella ha presidido, con su graciosa pose de humildad, la vida parroquial de nuestros primeros años, cuando las misas se oficiaban en un centro cívico de la localidad.
Detrás ya venían caminando los fieles, hombres, mujeres y niños, gente de toda edad, en número de unos 150, cada uno de ellos con su vela encendida en la mano, orando y cantándole a Dios y sabiendo que Él les escucharía sí o sí, porque es su Madre del Cielo quien intercede por ellos ante el trono del Altísimo.
También hubo sección de cantos, claro está, con dos jóvenes chicas del pueblo a quienes el Señor les ha regalado no sólo una gran inteligencia musical, sino unas voces como de ángeles, que hicieron las delicias de todos, incluida la Virgen María.
Los agentes de la Policía Local iban abriendo el camino de la comitiva, y una ambulancia de Protección Civil cerrándolo. A nuestro paso, por la calzada de la calle del Cristo -calle de terrazas de verano a rebosar de gente, en las aceras a ambos lados de la vía- todo el mundo se nos quedaba mirando por largo rato. Para unos seríamos una atracción turística, supongo yo; para otros, unos dinosaurios del pasado, haciendo cosas que ya no se llevan; para algunos, unos descerebrados que creen en cosas invisibles ajenas a la realidad. Pero para otros fuimos, esto es lo más importante y estoy convencido de ello, una llamada de Dios a sus conciencias, un fogonazo de luz que les hizo sentir por un instante la belleza de vivir en la fe, en la esperanza y en el amor.
Íbamos santificando las calles del pueblo a nuestro paso con la oración, limpiándolas de pecado y llenándolas de Dios, lo mismo que los barrenderos las limpian cada mañana de las inmundicias arrojadas al suelo la noche anterior por los múltiples huéspedes de las terrazas. Lo nuestro es limpiarlas espiritualmente, para la mayor gloria de Dios y salvación de las almas.
Al término de la procesión disfrutamos de un ágape fraterno en el claustro de la Parroquia, con dulces pastas hechas por las manos de las monjitas de varios conventos, y regadas con un excelente vino español ¿Por qué las pastas de las monjitas están tan ricas? ¡Por qué va a ser!: porque están hechas con todo su amor.
Así terminó nuestro Rosario de Antorchas del 30 de mayo de 2015, con nuestras almas reconfortadas, lo mismo que nuestros cuerpos. Sabemos que a la Virgen María le agradó nuestro Rosario, lo mismo que a Dios. Sabemos que la gracia del Señor lloverá sobre las almas tanto de los cristianos perseguidos como de sus perseguidores, dándoles fuerza a unos y conversión a otros. Creemos en el amor y en la vida y somos felices, muy felices, no porque sepamos ni podamos serlo por nosotros mismos, sino porque vivimos unidos al manantial de la Vida, que es Dios.
¿Y qué haremos en el mes de mayo de 2016? Pues otro Rosario de Antorchas en Villanueva de la Cañada, si Dios quiere y todavía no nos haya llamado con Él al Cielo. Y, si nos hubiera llamado allí, entonces sí que seremos felices del todo; pues ninguna otra cosa se puede ser en su presencia inmediata, y además es por toda la eternidad. Amén.