campamentolainmaculadawebLos niños y jóvenes de la Parroquia de la Inmaculada en Alcorcón han pasado unos intensos días de campamento en Berlanga de Duero (Soria) acompañados de monitores y sacerdotes.

Recogemos aquí dos testimonios:

Maribel

Este año, los niños y los jóvenes de la Parroquia de la Inmaculada Concepción, en Alcorcón, han ido de campamento a Berlanga de Duero (Soria), y a mí me ha tocado la gran tarea de coordinar las distintas áreas de trabajo de las que consta para que todo marche lo mejor posible: chavales, monitores, equipo de cocina,  sacerdotes, etc.
Ha sido una experiencia muy gratificante, porque es uno de los momentos que Dios aprovecha en mi vida y  me regala “la maternidad”, es decir, la ocasión de sufrir, preocuparte, estar pendiente como una madre lo estaría por sus hijos y también el regalo de recibir su cariño, por una familia numerosa de 140 hijitos (110 chavales, 25 monitores y el equipo de cocina y enfermería), durante 11 días. ¡Qué gozada!
Es también una ocasión preciosa no sólo para mí, sino para toda la comunidad parroquial que hace que establezcamos vínculos de mayor unión entre nosotros y que todos juntos pongamos la mirada y nuestros pasos hacia Dios, pues a lo largo del curso muchos nos hemos quedado tibios y el campamento es una gran ocasión de encuentro con Él. Todos los que asistimos al campamento no somos más que una pequeña pieza del plan que Dios tiene para cada uno de nosotros, ya seamos campistas o vayamos a  prestar un servicio. Gracias, Señor,  por haber ‘acampado’ con nosotros un año más.

Wendy Gutiérrez
Todo empezó cuando algunas personas a las que aprecio me animaron a ir al campamento de Berlanga, al que asistí por primera vez como monitora, lo que supuso un gran esfuerzo por mi parte.
Me acuerdo que, en la primera reunión, el sacerdote de la parroquia nos dijo que los monitores no íbamos a que nos sirvieran, sino a servir, y además teníamos que estar muy centrados en Dios, ya que este campamento se diferenciaba de los demás porque el centro era Dios y no los juegos, las veladas...
Junto a mí, otros monitores nos marchamos un día antes para organizar las cosas. Desde el primer momento estaba preocupada y nerviosa, porque mis campistas tenían entre 11 y 13 años y no sabía cómo interactuar con ellos. De hecho, en un momento determinado pensé: "En qué hora se me ha ocurrido venir a este campamento”. Una persona me dijo que si yo estaba ahí era porque Dios así lo quería, y eso me dio la fuerza, el ánimo y las ganas de seguir adelante con todo mi entusiasmo.
Una de las cosas que me impactó fue cuando una de mis niñas no quería ir a la Hora Santa. Al final, decidió ir y salió renovada. Estoy convencida de que fue una obra de Dios, porque aquella noche cambió a mi niña de forma extraordinaria. Y, así, cada día Dios me iba sorprendiendo por sus grandezas durante las 11 jornadas de campamento. A medida que pasaba el tiempo, veía a Dios cada vez más.
El campamento fue una experiencia increíble para mí, ya que aprendí un montón de cosas, y el hecho de estar constantemente con monitores que piensan como tú fue una gran ayuda durante su transcurso. El ver a todos los niños de ocho a 15 años creer y tener ganas de más amor de Dios es impresionante.
No tengo palabras para describir esta experiencia, que pudo hacerse posible gracias al trabajo incansable de los jefes, organizadores, sacerdotes y monitores, y al entusiasmo de los niños, que hicieron que todo el tiempo que pasamos juntos fuera perfecto.