guadalupenotisweb Más de 700 jóvenes de la Diócesis de Getafe realizaron su peregrinación anual al santuario de Guadalupe, en Cáceres, el fin de semana del 25 al 27 de septiembre. Bajo el lema ‘Hago nuevas todas las cosas’, jóvenes de entre 14 y 30 años se dejaron guiar por los pasos de la Virgen para cambiar su corazón y donar toda su vida, como lo hizo María al pie de la cruz. Para conocer cómo resultó la experiencia, hemos pedido a Clara Fernández, una de las peregrinas, que nos cuente todos los detalles:
 
Durante estos días hemos caminado mucho. Todos nos subimos al autobús hacia un mismo destino, con distintos motivos y un mismo objetivo: acercarnos a María con nuestras cruces, inquietudes y preocupaciones, para que la Virgen camine con nosotros en la vida. Como dijo el obispo, D Joaquín María López de Andújar, “la peregrinación y la vida es un camino hacia Jesús a través de su Madre”.
 
La marcha del sábado fue dura, pero la entrega de los jóvenes es algo que impresiona. Cuando crees que ya no puedes más, escuchas una voz amiga que te dice “ánimo, tú puedes”.
 
Hubo quien se paraba para atender a las personas que no podían seguir el camino a pie o para buscar un poco de agua a quien lo necesitaba, y además ayudaban a cargar la mochila, con mucho esfuerzo. Con peso, el de tantas intenciones que cada uno ofrecería en el camino, porque cuando hayas hecho cosas distintas por los demás, harás cosas nuevas, y en la peregrinación “Dios renueva esa capacidad de amar que estaba aprisionada”.
 
La Hora Santa del sábado conmovió a muchos de los presentes. “Lo único que te pido es que me acojas”. Quizás no entendamos por qué Dios quiso llevarnos a cada uno de nosotros a la peregrinación, pero, como se dijo en este rato de oración, “hay momentos en una relación de amistad que no se olvidan, y aquel 26 de septiembre en el pueblo de Alía lo recordaremos siempre, porque Tú confiaste en nosotros para cambiar el mundo”. “Nosotros tenemos el don de saber dónde está Dios y podemos llevárselo a los demás”.    
 
Por supuesto, también hubo ratos de distensión en la velada del viernes, en la comida todos juntos…,  experiencias que enriquecen y momentos para aprender de los demás. En las catequesis, escuchar los testimonios ayuda a unirse cada día más al Señor. La peregrinación sirve para cargar las pilas, para encontrarnos a nosotros mismo y reforzar la fe.
 
El domingo tuvimos la misa final de peregrinación, ya en Guadalupe; una celebración presidida por D. Joaquín y concelebrada por los 26 sacerdotes de las distintas parroquias de nuestra Diócesis que nos acompañaron.
 
En la homilía, el obispo nos animó “a atrevernos a pedirle a Dios”, “a vencer a los demonios que ofuscan la mente de los jóvenes con la inconstancia y la superficialidad”, confiando para ello en María, que nos ayude a sentirnos acompañados por Dios; en la Iglesia, madre y maestra, para que nos guíe por el camino de la verdad y la importancia de cultivar la oración para impulsar el corazón.
                                                                      
Ésta ha sido mi primera peregrinación a Guadalupe y de ella me quedo con la fe de los que me rodeaban, con el sentimiento que le ponían a todo. A pesar del cansancio, ha merecido la pena con creces ver a todos esos jóvenes sentados en las escaleras del santuario cantando con fervor… Y sí, a partir de hoy puedo decir que la Virgen de Guadalupe ha hecho cosas nuevas en mí.