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Casi 40 participantes compartieron durante tres días y medio lo esencial de la experiencia cristiana durante el Cursillo de Cristiandad número 99 de la Diócesis de Getafe, celebrado del 17 al 20 de marzo en la Casa de las Oblatas del Santísimo Redentor, en Ciempozuelos.
Este anuncio gozoso de la fe y de la vida de la Iglesia caló, una vez más, en los asistentes.

A continuación, compartimos algunos testimonios de los participantes:

Eduardo (Valdemoro).
Mi fe católica estuvo firme desde hace mucho tiempo, por lo menos desde que tengo uso de razón. Vengo de un colegio de padres dominicos donde nos inculcaron la fe católica desde pequeños. Es más, cada vez que debía presentar un examen, siempre iba a rezar a la capilla del colegio el mismo día para pedirle al Señor que me ayudara a no suspenderlo. Y ¡me ayudaba! Dios nunca me abandonó, ni siquiera en momentos duros. Sin embargo, nunca sentí la cercanía del Señor como durante estos tres días.
Al emigrar de Venezuela a España, las cosas ya no me estaban saliendo como antes, cuando le pedía al Señor que me ayudara. Pensé que se había olvidado de mí, que cuando uno crece, la ayuda del Señor merma porque ya no somos niños. Que Él ayudaba a los pequeños y a algunos mayores, pero no era mi caso.
El tema es que mi fe había disminuido porque pensaba que Dios ya no estaba a mi lado. También en una etapa de mi vida experimenté cómo una persona de la Iglesia me falló, y en esa etapa mi fe aún cayó más. Durante estos últimos años no abrí mi corazón y no dejé a Cristo entrar con su gracia permanente. ¡Qué ciego y equivocado estaba!
Sé que aún falta mucho por trabajar, pero siento que mi fe ha vuelto a estar en su sitio (aunque lo que le he pedido aún no me lo ha otorgado), y siento también que Dios está y estará más cerca de mí después de esos tres días agotadores pero maravillosos.
Dios está dentro de nosotros siempre; sólo hay que dejarlo vivir y alimentarlo con fe cada día. Sólo debemos esperar con paciencia su gracia. El cursillo no sólo me mostró cómo, también me hizo sentir con pasión la gracia de Dios. Una experiencia única e impostergable.
 
Nora (Móstoles).
Cuando me habló mi sacerdote, amigo y director espiritual de la posibilidad de asistir al cursillo, mi respuesta fue inmediata. Pero no imaginaba lo que pasaría en esos días. Lo que más me llamó la atención es la inmensa profesionalidad con la que trabaja el grupo organizador y con qué cariño es atendido cada uno en cada momento. También he de recocer que era poco lo que conocía del Señor. No me imagino lo que me hubiese perdido si no hubiera ido, y hoy me llena de gozo el corazón ese sí sublime al Señor. Hoy es un día de mucha reflexión sobre quién es Dios. ¿Y qué me ha dicho en estos días del cursillo? Pues bien, tomándome de mi humilde y dolorida mano, y mirándome a los ojos, me dijo: ‘Hija, yo no vine al mundo para los entendidos ni para los sabios, vine para los sencillos y los humildes de corazón’; y, en efecto, de eso se trata.
Al siguiente grupo, a los que vayan al cursillo número cien, quiero deciros que no tengáis miedo ni busquéis excusas para no ir, que el Señor os ama de modo especial a cada uno de vosotros; que Él es un Padre que ama con ternura. Matad vuestros miedos y salid al encuentro de un Dios que es nuestro Padre.

Cristina (Pinto).
La experiencia del cursillo quedará siempre en mi memoria. Hemos sido como una gran familia compartiendo momentos muy emotivos, risas y lágrimas, y descubriendo seres humanos únicos, irrepetibles, acogedores, sensibles… Todos con nuestras caras y cruces. Pero ahora las cruces las vamos a llevar con más aceptación y hasta con gratitud, porque sabemos que no estamos solos. Formamos una inmensa familia y estamos para apoyarnos unos a otros. Yo haría un cursillo por lo menos cada mes.
Muchas gracias por vuestro afecto, por vuestra extraordinaria compañía, por dejarme el corazón lleno de colores”.