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Los integrantes del Apostolado de la Oración de la Diócesis de Getafe peregrinaron a Fátima (Portugal) del 3 al 5 de marzo, en un viaje que dio frutos y gracias abundantes y en el que recorrieron los lugares en los que se apareció la Virgen.
Ésta es la crónica de Maru Beneytez:
 
El viaje se inició con una intensa lluvia que, de manera intermitente, nos acompañó  durante todo el fin de semana. Al llegar a nuestro destino, lo primero que hicimos fue celebrar la santa misa encomendándonos al Sagrado Corazón de Jesús.
Empezamos el sábado muy temprano, poniéndonos en manos del Señor y de María, celebrando la eucaristía en la Capelinha, desde donde vimos amanecer.
A diferencia del año pasado, todo estaba muy tranquilo y silencioso. La explanada, Cova de Iría, despejada. Allí mismo, cien años atrás, el 13 de mayo de 1917 se apareció María a los pastorcillos Lucía, Jacinta y Francisco. Tres niños de diez, siete y nueve añitos, respectivamente, vecinos de Ajustrel, una aldeílla de la parroquia de Fátima.
Después de desayunar paramos en la columnata de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, desde donde iniciamos el recorrido. En autobús fuimos a la parroquia, rezamos laudes frente al mismo Sagrario que los santos niños adoraron. El padre Ruy, párroco de Fátima, nos ayudó a adentrarnos en los hechos y en el misterio.
Visitamos las casas donde vivieron los pastorcillos. Desde la de Lucía bajamos al pozo donde se les apareció el ángel un año antes de la primera aparición de la Virgen. Antes de despedirnos, fuimos a ver la Virgen de Agosto, a los pies de Loca do Cabeço. Allí, le cantamos y nos hicimos una foto juntos. Comimos y, por la tarde, después de descansar un poco, rezamos el viacrucis recorriendo el camino por el que los pastorcillos llevaban a sus ovejas desde Ajustrel a Cova de Iría.
La lluvia iba y venía, pero no nos impedía acompañar a Jesús en la Pasión de la mano de María. Después, visitamos el lugar donde se les apareció por segunda vez el ángel de Portugal. Hablamos de Jesús escondido y de cómo los niños lo entendían en su sencillez.
Nos retiramos al hotel, cenamos y, deprisa, nos fuimos de nuevo a la Capelinha, para rezar el Rosario y participar en la procesión de las antorchas. Llovía y el agua corría a raudales por la explanada. Se reflejaban las luces y era precioso. Volvimos al hotel mojados y bien fresquitos, pero muy contentos.
El domingo lo iniciamos de noche. La jornada se presentaba despejada y fría. Nuestra primerísima cita fue en la Capelinha, donde celebramos la misa. Vimos de nuevo el amanecer lleno de luz y resplandeciente por el reflejo del suelo mojado. Se bendijeron los objetos religiosos y se ofrecieron los bebés a la Virgen.
Terminamos la misa con una oración de consagración a María, nuestra Madre, y rezando por nuestras familias y por todos los que se nos habían encomendado.
Desayunamos y, después de rezar laudes, tuvimos tiempo de visitar algunos lugares importantes del Santuario. No podíamos faltar a los pies de la tumba de los santos niños. Nos faltaba tiempo para visitarlo todo… Y allí se quedaron los planes.
Junto a la Basílica de la Trinidad está la capilla de adoración perpetua, y fuimos hasta allí, hasta el centro y el eje de todo lo que supone este Santuario. A las 12.00 horas, nos explicaron el mensaje de Fátima y nos hablaron también de su relación con el Apostolado de la Oración.
En Fátima se resume lo esencial de la vida cristiana.
Comimos y regresamos rumbo a Madrid, con la mirada en el cielo, los pies en la tierra, el corazón en el Señor y de la mano de María… para empezar de nuevo la semana en el Señor.