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Dña. María Fátima Llano, feligresa de la Parroquia Santo Domingo de Silos (Pinto), ingresó el pasado 8 de abril en el Convento Carmelitano de Montemar (Torremolinos, Málaga) después de una ceremonia presidida por D. Manuel Vargas, párroco de la iglesia pinteña.
A la celebración asistió D. Javier Bedmar, amigo de Llano, que vivió así esta jornada:

 

“Misericordias Domini in aeternum cantabo”. El pasado domingo 8 de abril, los familiares y amigos de María Fátima Llano podíamos leer estas palabras en un lugar elevado del templo de las carmelitas descalzas en Torremolinos.
Todo empezaba con una misa íntima, celebrada por dos sacerdotes cercanos, D. Manuel Vargas y D. Yago Fernández los padres, los hermanos, los amigos y un matrimonio cuya hija es hermana ahora de María.
En la homilía, en cada oración, en cada petición, de alguna forma pensábamos en ella. Y, tras la eucaristía, un último abrazo. Y, tras ese abrazo, estaban todos los recuerdos vividos con María: las risas, las excursiones, los momentos en los que ella nos ha escuchado y acompañado, las oraciones juntos, las cenas con el grupo de jóvenes y los pequeños detalles que Dios coloca en el alma de cada persona para hacerla única.
Y es que María, en verdad, es única y empieza esta nueva vida dejando una auténtica revolución en nosotros, la del amor, que no es otro que el que aprendemos del Señor. Esperamos que María haya entrado a clausura siendo consciente de que hoy somos mejores personas que las que ella un día conoció en la Parroquia Santo Domingo de Silos, en Pinto. María es el ejemplo de cómo debe ser un buen cristiano: una herramienta del Señor para cumplir su voluntad, que nos lleva hacia la santidad.
Esto fue lo que hizo que el sabor agridulce del último abrazo se tornara totalmente grato: tras entrar María a la clausura, se oyó la sonoridad de una multitud de risas surgidas desde el interior del convento que hizo que las lágrimas que algunos reteníamos y otros liberábamos pasaran a un segundo plano para dibujar nuevas risas en nuestros rostros.
“Ésa es nuestra María”. Acto seguido, fuimos al locutorio, donde se encontraba María con el resto de hermanas. Estaba feliz, radiante y, con ello, nos volvió a hacer sonreír y nos dio la última lección que por lo pronto hemos recibido de ella.
Basta con decir sí al Señor, con aceptar los caminos que Él nos quiere dar, que, por muy diferente que sea para cada uno, siempre será el camino del amor, y que siempre tendremos cruces en nuestras vidas, pero Él será nuestro cirineo y cargó, carga y cargará mucho más peso que nosotros. Pero todo conduce a Él y ésa es la mejor promesa posible.
Es verdad que no volveremos a sentir el abrazo cálido de María, pero volvimos a casa con la sensación bella de tener a una amiga que cada día va a rezar por nosotros, por los que nos conoce y por los que no. Y eso, amigos, no es más que otro regalo que el Señor nos ha dado para enriquecer la fortuna que Él, inmerecidamente, nos ha proporcionado.
Gracias, Señor, por María. Gracias, María, por rezar y por tu sí. Nosotros rezaremos por ti, llevándote en uno de los rincones más limpios de nuestros corazones. Te queremos, que Dios te bendiga".
Amigos de María