fiestamercedestaweb

El obispo auxiliar, D. José Rico Pavés celebró el pasado lunes 24 de septiembre la fiesta de la Virgen de la Merced junto a los reclusos del centro penitenciario de Valdemoro. Una fecha en la que también se conmemoraba el 25 aniversario de su Pastoral Penitenciaria.
Al inicio de la celebración, que tuvo un marcado carácter festivo, uno de los reclusos dirigió una oración resumiendo el deseo de todos los presentes de que Dios les ayude a usar bien el tiempo que pasen privados de libertad.
“Puede ser tedioso, interminable. También puede ser un tiempo providencial, una oportunidad. Ayúdame a renunciar a un uso egoísta del mismo. Concédeme ver con claridad qué deseas de mí ahora, cómo puedo crecer como persona, cómo puedo ayudar mejor a mis hermanos” señaló el interno.
Después de las lecturas de día y antes de la homilía, otro de los reclusos leyó un manifiesto que resumía el dolor de todos por el daño provocado -que les ha llevado hasta la prisión- , el reconocimiento de la culpa y el deseo de enmendar los errores y pedir perdón.
“En un día como hoy, en el que celebramos la Merced, nuestra patrona, los presos  nos  abrimos  a  ti,  Señor,  con  humildad;  reconociendo  que  hemos cometido errores y que nuestro comportamiento, que ha hecho sufrir a personas, nos ha alejado del compromiso católico que teníamos contigo. Queremos que sepas que estamos que estamos arrepentidos, que nos sentimos muy mal por el dolor que hemos provocado y que la destrucción, la que  hemos causado a nuestro alrededor, nos atormenta. Por eso, Señor, necesitamos demostrar que hemos cambiado, que estamos reparando nuestro daño, que pedimos perdón” señaló el interno en nombre de todos los reclusos de Valdemoro.
 
Llegado el turno de la homilía, el obispo auxiliar D. José, mostró su alegría y su agradecimiento por la oportunidad que la Delegación de Pastoral Penitenciaria le brindaba de celebrar junto al delegado, Pablo Morata, los reclusos y los voluntarios la fiesta de la Merced y ese importante aniversario del que se cumplían ya 25 años.
Al mismo tiempo quiso animar a los reclusos a ponerse en manos de la Virgen y de Cristo, y dejar que actuaran en su vida durante el tiempo que transcurrieran entre los barrotes de la prisión.
Señaló, haciendo referencia al manto de la Virgen, que los presos debían verlo como un lugar de acogida, porque la Virgen ‘siempre acoge y protege’, como Madre que es, a sus hijos, sobre todo a los más débiles y a los que más le necesitan.
Después de la eucaristía el prelado pasó largo rato charlando distendidamente con los internos, con el fin de llevarles una palabra de consuelo y también conocer personalmente sus historias de sufrimiento.