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Una veintena de personas participaron en el cursillo de cristiandad  organizado por este movimiento entre el 25 y el 28 de octubre pasado en la Casa de las Religiosas Oblatas del Santísimo Redentor en Ciempozuelos.
A continuación ofrecemos el testimonio de uno de las participantes, Herminio Prieto:
 
“Cuando Mercedes, amiga del colegio de nuestras hijas, me invitó a participar en este cursillo no me podía imaginar la cantidad de sentimientos y de emociones que se pueden experimentar en tan sólo tres días. Ha sido como un viaje hacia el interior de mí mismo por un tobogán repleto de subidas y bajadas en mi estado de ánimo, que ha culminado con éxito.
La organización del cursillo, con Angie González como coordinadora, el acompañamiento espiritual de los sacerdotes, Eloy Mechén y Fernando Gallego, junto con el grupo de laicos colaboradores ha sido perfecta gracias a la presencia de  Dios y de la oración de todas las personas que han rezado por nosotros en estos días.
Me ha sorprendido cómo, desde el desconocimiento inicial del primer día, hemos llegado a la cercanía en el trato y a un conocimiento más profundo en tan poco tiempo. Sin duda, ha sido por la Gracia de Dios. Está claro que nada sucede por casualidad.
Hacía mucho tiempo que estaba al margen de la Iglesia, prácticamente desde mi primera comunión a los diez años, y tengo 46. Es decir, he crecido apartado de la Iglesia como yo la entendía, aunque me he dado cuenta de que dentro de la misma existen personas tan válidas e interesantes como los sacerdotes, además de los seglares que me acompañaron en esos días y que tanto me han impresionado por su testimonio y por su ejemplo vital.
En estos días he aprendido cómo se celebra la misa, he rezado, me he emocionado y he sentido el calor intenso de la bendición divina por la Gracia de Dios. Nunca antes lo había experimentado de esta manera. Sin duda, esta experiencia debería extenderse a otros ámbitos, incluso al familiar, para ayudar a resolver los problemas mundanos que tanto nos afligen.
En conclusión, el contarme a mí mismo la película de mi vida, que provocó el insomnio de la primera noche, pasando por el llanto emocionado del segundo día por cómo me iba calando todo lo que escuchaba, hasta el renacer y la alegría del tercero, con el remate final del reencuentro con los familiares y demás acompañantes presentes en la oración y en el Espíritu Santo, me ha hecho comprender que Dios nos acompaña siempre y en todo lugar a partir del ‘cuarto día’ (después de salir del cursillo).
Él es nuestro gran amigo, el que nunca te falla, y nosotros debemos ser el fermento necesario para embellecer la Vida que nos ha regalado.
¡De colores!