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El obispo de Getafe, D. Ginés García Beltrán, se unió por primera vez a las familias que están realizando el Camino de Santiago por etapas, que del 2 al 4 de noviembre completaron dos nuevos tramos del recorrido.
Más de 240 peregrinos diocesanos caminaron entre Terradillos de los Templarios (Palencia) y Reliagos (León), dejando atrás como hito principal la localidad de Sahagún.
La acogida de los nuevos peregrinos fue presidida el primer día en esta ocasión por D. Ginés.
También estuvo presente en esta etapa el obispo emérito de Getafe, D. Joaquín María López de Andújar, quien, junto con varios sacerdotes y seminaristas, cuida de que el camino exterior sea también acompañado por el camino interior.
Los peregrinos aprendieron a afrontar las dificultades del Camino como imagen de las cruces de la vida, en su camino de acercamiento a Dios.
El segundo día iniciaron temprano la marcha desde Terradillos, con un tiempo otoñal agradable, alegría, buen humor y los interminables campos de Castilla a ambos lados del camino, que les llevaron a Sahagún, lugar previsto para la eucaristía en su bella iglesia de San Lorenzo.
D. Ginés les recordó en la homilía que “Cristo es, con mucho lo mejor”, y les animó a no cansarse de evangelizar.
Tras la misa y la comida emprendieron de nuevo la ruta hasta Bercianos del Real Camino, fin de la primera jornada.
El 4 de noviembre comenzó con la celebración de la santa misa en la Trapa de San Ildefonso, donde vivió y está enterrado San Rafael Arnaiz. Fue una intensa eucaristía recordando a este santo de hoy, joven enamorado de Dios, y sus palabras “sólo Dios”, como gustaba decir.
Tras la misa, los peregrinos siguieron hasta Bercianos, para continuar la marcha hasta Reliagos, con un día que ya amenazaba tormenta.
Las últimas dos horas de trayecto fueron acompañadas por una suave y constante llovizna, que ya no dejó a los peregrinos hasta su destino.
Los cuerpos cansados no podían ocultar, sin embargo, el gozo de las vivencias de estos tres días de convivencia, en torno a Aquél que quieren que sea el centro de la vida del católico: Cristo.