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El sacerdote Tomás Julián Sanz ha fallecido en Madrid, el lunes 28 de enero, fiesta de Santo Tomás de Aquino, a los 71 años de edad.
Natural de Escalona del Prado (Segovia) se ordenó sacerdote en 1973 y fue incardinado en la Diócesis de Getafe en el año 1991. En el momento de su deceso era Párroco de Santiago Apóstol, en Navas de Oro.

El sacerdote Álvaro Ojeda, amigo de Tomás, ha querido escribir un breve texto para recordarle y a modo de despedida y homenaje.

“El bien no hace ruido, el ruido no hace bien”

 La vida de Tomás Julián, sacerdote que ha servido durante tantos años y en distintos municipios de nuestra Diócesis de Getafe, se puede resumir en esta expresión tan escuchada por nosotros: “El bien no hace ruido ...”.
 Durante toda su vida sacerdotal, en las distintas tareas pastorales (campamentos, peregrinaciones, vida parroquial), la vida de Tomás ha sido un bien, tantas veces de manera escondida, silenciosa, callada…
 De él hemos aprendido que la sencillez a la hora de realizar una labor no estaba reñida con la eficacia a la hora de ser realizada; que elegir la tarea más escondida y tantas veces ardua está íntimamente unida al servicio del Evangelio; que el trabajo de cada día, en el mismo sitio, de la misma manera, se puede hacer con una entrega fiel y constante, ayudando así a la ofrenda de la propia vida por amor a Dios y a la Iglesia.
 Tomás ha dejado un huella profunda en todas las personas que le hemos conocido. En sus más de cuarenta y cinco años de sacerdote nos ha mostrado la cercanía del “Dios con nosotros” en todas las personas que nos hemos cruzado en su camino: el cuidado de los mayores y enfermos; con las familias; su pasión por evangelizar a los jóvenes; la sonrisa sencilla hacia los niños, la calidez y acogida hacia los necesitados… han sido momentos concretos de su ministerio vividos desde la renuncia a sí mismo y la entrega a Cristo por medio de su esposa la Iglesia.
 Durante este tiempo de enfermedad, la vida de Tomás, se volvió, aún si cabe, más silenciosa y más llena de bien.  Aunque no era capaz de expresar aquello que quería con palabras, lo hacía como lo había hecho siempre con el deseo del bien: agradeciendo las visitas que tenía, deseando tener presente en el corazón a todas las personas que le hemos acompañado en su vida sacerdotal y familiar, pidiendo oraciones para vivir su enfermedad lo más cerca del Señor posible.
 Aunque sabíamos de la gravedad de su enfermedad, la noticia de su muerte nos ha dejado un poco “huérfanos”. En la última visita, hace unos días, le dejaba en su habitación una estampa del Sagrado Corazón de Jesús, junto a Santa Maravillas de Jesús. El lema del Centenario “Sus heridas nos han curado”, nos ayudará a todos los que hemos tenido la gracia de vivir con él – especialmente a su familia- a encontrar consuelo ante su pérdida.
 Pedimos al Señor y a la Virgen nuestra Madre que, después de este peregrinar por esta vida, como si de una montaña se tratara, Tomás haya alcanzado la meta de la que tantas veces ha sido nuestro guía y acompañante.

 

Fernando Gallego, sacerdote amigo de Tomás también le ha dedicado unas palabras de despedida:
“En Parla, siendo aún Diócesis de Madrid, finales de la década de los ochenta, se erige una nueva parroquia, Santos Justo y Pastor, a la cual fue destinado Tomás Julián como párroco.
Ya, constituida la Diócesis de Getafe, pasó al arciprestazgo de Valdemoro, donde fue párroco de Nuestra Señora de la Asunción, luego se ocupó de la Parroquia de San Martín Obispo, en San Martín de Valdeiglesias, y por último fue párroco en Santa Maravillas de Jesús, en Getafe, donde concluyó sus cargos pastorales en la Diócesis.
Además fue miembro del Consejo Presbiteral desde 1996 a 2001 y arcipreste desde el año 2009 al 2012.
Todos los que le conocimos podemos decir de él que era una persona desinteresada para las cosas del mundo, pero sí muy dispuesto a acercar la belleza de Dios a los hombres.
Podríamos decir, que Tomás era bondad, humildad, caridad, generosidad, ante todo un persona ‘excelente’.
Caridad máxima con el prójimo, con el que lo necesitaba. Generosidad suprema: siempre dispuesto a escuchar, se olvidaba de sí mismo, para entregarse completamente a quien lo necesitara. Siempre estaba ahí, disponible.
Me contaba una feligresa sobre Tomás “era la mejor persona que he encontrado en mi vida, no solo por su gran humildad y generosidad, sino también por su forma de ver y entender la vida, con una sencillez impresionante y un gran desprendimiento de sí mismo”.
Gracias Tomás por tu sí. Gracias por habernos acercado a Dios, que ahora esperamos puedas contemplar cara a cara. Descansa en paz".