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Los cruzados y las cruzadas de Santa María que hay en Getafe y en Móstoles se unirán el domingo 6 de octubre en Madrid al encuentro formativo y celebrativo del 25º aniversario de la partida al cielo del fundador de este instituto secular, el venerable padre Tomás Morales SJ.

 

Este acto tendrá lugar en el Auditorio Herrera Oria (Pº Juan XXIII, 3. Madrid) y contará con la participación de los directores generales de los cruzados y las cruzadas, José Luis Acebes y Lidia Jiménez.

Además estará presente el secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, el profesor Guzmán Carriquiri, que impartirá una conferencia sobre los laicos en el pontificado del papa Francisco. 

También habrá tiempo para disfrutar de un concierto, de la presentación de un libro sobre el aniversario y de una charla formativa sobre la obediencia a Dios.

El encuentro terminará con una eucaristía en memoria del padre Morales en la Catedral de la Almudena a las 16.30 horas, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Mons.Carlos Osoro.

Más información e inscripciones en: www.tomasmorales.info

 

Con el objetivo de profundizar en el conocimiento de la vida y de la obra del padre Morales, compartimos este testimonio de Beatriz de Ancos Morales, doctora en Filología Hispánica, profesora y autora de varios libres de santos, uno de ellos sobre el sacerdote jesuita:

 

“Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante”. Leyendo esta afirmación del papa Francisco en Gaudete et exultate (nº 138), recordamos este año 2019, de forma especial, la figura del venerable padre Tomás Morales (1908-1994): su vida, las obras por él fundadas en los años que el Señor le concedió de vida y su presencia interpelante, no sólo a los que tuvimos la dicha de conocerle y tratarle, sino a todos aquellos que hoy, en cualquier parte del mundo, leen sus escritos o se acercan a las obras que participan del carisma de la Cruzada-Milicia de Santa María. Un carisma que el padre Tomás Morales definía como “tronco ignaciano y savia carmelitana”, expresión sintética utilizada por él para explicar esta rica amalgama espiritual; un carisma regalado por Dios a la Iglesia a través de su entrega incondicional al servicio de la evangelización y, muy en particular, de la movilización del laicado.

Una lectura atenta y reflexiva sobre el capítulo IV de la exhortación apostólica ya citada (2018), titulado ‘Algunas notas de la santidad en el mundo actual’, nos hace recordar con gratitud cómo las cinco características señaladas por el Santo Padre “de manifestaciones de amor a Dios y al prójimo” las aprendimos de sus labios y continúan haciéndolo las nuevas generaciones: aguante, paciencia y mansedumbre (nº 112), traducidas en esa “firmeza interior” hacia los demás y con uno mismo. “Espíritu combativo”, de esfuerzo y superación personal, troquelando la voluntad y enderezándola hacia el bien (T. Morales, Forja de hombres, capítulo II), vivido en los días felices de campamentos de verano en Sierra de Gredos y ahora en otras latitudes; alegría y sentido del humor con que invita el padre Morales a todo bautizado a vivir la vida y a ser misioneros: “La alegría es un misionero invisible que predica a Dios con la sonrisa haciéndolo amar sin querer” (T. Morales, Coloquio familiar, 70). “El bautizado alegre levanta también a muchos que despiertan sacudiendo la vulgaridad en que dormitaban” (Coloquio familiar, 69) es decir, de esa mediocridad anestesiante que señala el Papa.

Esta alegría permanente conduce a la audacia y al fervor, tercera de las notas apuntadas para vivir la santidad en el mundo actual. El padre Tomás Morales fue ejemplo de audacia apostólica y fervor creciente a Cristo Jesús, como hijo fiel de san Ignacio, y como otros santos beneméritos de la Compañía de Jesús: Pedro Fabro y Francisco Javier, por citar algunos nombres conocidos. Esa intimidad con el Corazón de Jesús –a quien España se consagró precisamente hace cien años en el Cerro de los Ángeles– constituía el motor permanente e incombustible de su acción apostólica con jóvenes y adultos, empresarios y empleados de banca, padres de familia y amas de casa, consciente de que el alma de todo apostolado es una profunda vida interior de unión con Dios. “Uno se atreve a todo cuando el amor de Dios arde dentro. Se arma de santa caradura y se lanza” (T. Morales, Coloquio familiar, 73), sin temor al fracaso, al qué dirán o a quedarse solo. Aunque ¡atención a quedarse solo un bautizado! Como buen “idealista con los pies en la tierra”, el padre Tomás Morales aconsejaba nunca vivir la fe en solitario, sino en familia, en hogares, en comunidad (cuarta nota apuntada por el papa Francisco), ante el individualismo que nos atenaza; rica vida de familia “hecha de muchos pequeños detalles cotidianos” (GE, nº 143), al estilo de la vida sencilla de la Sagrada Familia de Nazaret.

Y la última nota de la santidad en el siglo XXI –y no por ello menos importante– es la oración constante, esa “apertura habitual a la trascendencia” (GE, nº 147). ¿Cómo olvidar las numerosas tandas de ejercicios espirituales que dirigió el padre Tomás Morales a laicos y consagrados? Bien sabía que en el silencio profundo de esa escuela de oración y conocimiento propio, como bien apunta el Santo Padre, “es posible discernir, a la luz del Espíritu, los caminos de santidad que el señor nos propone. De otro modo, todas nuestras decisiones podrán ser solamente ‘decoraciones’ que, en lugar de exaltar el Evangelio en nuestras vidas, lo recubrirán o lo ahogarán. Para todo discípulo es indispensable estar con el Maestro, escucharle, aprender de Él, siempre aprender” (GE, nº 150). Ayudaba, de este modo, a cada uno a descubrir su vocación, su llamada particular y, después, a asumir el compromiso de seguirla con constancia. Dan fe de ello las numerosas vocaciones a la vida consagrada, sacerdotal, así como las familias que en la actualidad beben del carisma.

El venerable padre Tomás Morales, SJ, como buen contemplativo en la acción, descubría el plan de Dios en la historia con una docilidad total a la gracia divina, actuando con acierto en su acción evangelizadora en la sociedad y en el tiempo en que vivió. Que en este 25º aniversario que celebramos, su partida al cielo nos conceda la gracia de vivir como bautizados y consagrados en medio del mundo “con los pies en la realidad, pero la mirada clara y lejos. A la luz del Espíritu, oteando siempre los signos de los tiempos, en los renovados amaneceres de una humanidad que no se detiene en su marcha hacia Dios” (padre Morales).