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El salón de actos de la Parroquia Santa Maravillas de Jesús acogió el  lunes 7 de octubre la presentación del libro ‘Cada instante sabe a vida eterna’ obra póstuma de José María Soler Zulategui –padre del sacerdote diocesano Antonio Soler-  en la que participó el obispo diocesano, D. Ginés García Beltrán.

 

También estuvieron presentes José María Soler –hijo del autor-, Juan Cerezo Soler -editor de la obra y nieto del escritor- y Jesús Pulido, director de la editorial Biblioteca de Autores Cristianos (BAC).  

Junto a ellos también el vicario para la Evangelización y la transmisión de la fe y el delegado de Misiones, Juan José Alonso Somalo, al enmarcarse la presentación dentro de las actividades en la Diócesis de Getafe, por el mes misionero extraordinario.

El libro recoge un conjunto de cartas enviadas a su familia en las que se resume la experiencia misionera en los Pueblos Jóvenes de Callao, en Perú y se muestra la necesidad de anunciar el mensaje de salvación de Cristo a su pueblo ‘a tiempo y a destiempo’.

Antonio Soler -actualmente misionero en Mozambique- ejerció de conductor de la presentación. Comenzó su intervención con un recuerdo emocionado de su padre como un gran evangelizador. Esa misma emoción fue el hilo explicativo de José María Soler, primero de los nueve hijos del matrimonio formado por el autor del libro y Carmenchu Areta, quien recalcó la importancia para su padre de la muerte martirial del abuelo -José María Soler Pía, actualmente en proceso de canonización-. Otro momento especialmente emotivo fue cuando pidió que los nueve hermanos se pusieran en pie -junto a sus cónyuges- en un gesto de comunión familiar que conmovió a los presentes.

A continuación llegó el turno de Juan Cerezo Soler, nieto del autor y promotor de la obra. En sus acertadas palabras compartió el itinerario personal que le llevó a leer las cartas de su abuelo, donde recibió una profunda sabiduría cristiana. El siguiente paso fue solicitar a todos los tíos las distintas cartas, leerlas y ordenarlas. Entonces se dio cuenta de que en el epistolario de su abuelo había algo más que una enseñanza para su familia, sino que suponía un regalo para cualquier cristiano que deseara avivar su experiencia de Dios. En términos similares se manifestó Jesús Pulido, director de la BAC, que compartió su alegría por haber acompañado todo el proceso de elaboración del libro.

Por último llegó el turno del obispo diocesano. En su intervención, animó a todos a leer este libro “un verdadero tratado de espiritualidad que nos recuerdan las palabras de Pablo VI ‘la Iglesia existe para evangelizar, el sentido de la Iglesia es su misión’”.

El prelado diocesano destacó que para la evangelización es fundamental la transmisión de la fe “sobre todo en el seno de la familia”.

“Por tanto leer este libro y ver cómo unos padres transmiten la fe a sus hijos, es impresionante. Hay que cuidar la transmisión de la fe en la familia, potenciarla si ya existe y recuperarla si se ha perdido”.

García Beltrán compartió con el numeroso y atento público asistente la tentación –en la que cayó- de rastrear en el libro las cartas que José María escribió a su hijo Soler, sacerdote diocesano ahora en misión en Mozambique, y leer los consejos que le daba.

Remitiéndose a tres de ellas, D. Ginés recordó algunas de las palabras de José María: “no dejes la oración que es la fuerza en la tribulación, sé humilde y obediente y no dudes nunca, cualquiera que sea tu circunstancia, del amor de Dios, y confía tu vocación a la Virgen María”.

“No te olvides de quién es Dios y quién eres tú y ten en cuenta que Jesucristo quiere que sus presbíteros tengan las tres ‘s’: santos, sabios y sanos. Para la santidad, oración y escrute de la Palabra; para la sabiduría, la formación permanente, y para la salud, cuídate y no seas imprudente”. 

D. Ginés concluyó invitando a todos a leer este libro ‘de un hombre bueno, un esposo que tenía una gran mujer a su lado”.

José Mari Soler, maestro, esposo y padre de familia, fue uno de los primeros testigos del nacimiento de las comunidades neocatecumenales, a finales de la década de los sesenta, en el barrio de chabolas de Palomeras Altas. Su participación en la primera hora de lo que después se conocería como Camino Neocatecumenal estuvo marcada por el impulso misionero, el celo de predicar por todas partes y a todo el mundo la ‘perla preciosa’ que había encontrado. 

Catequista incansable, anunció el ‘kerigma’ con verdadera pasión en numerosas parroquias, abriendo comunidades y llevando esta nueva experiencia de catecumenado por todo Madrid, Levante y Euskadi. 

Este mismo celo lo llevó, en 1986, junto a su mujer y sus dos hijos menores, a continuar con la evangelización en Perú.