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El obispo de Getafe, D. Ginés García Beltrán, presidió el pasado 12 de octubre, fiesta de la Virgen del Pilar, día de la Hispanidad y el 28º aniversario del nacimiento de esta Diócesis, la ordenación diaconal de tres jóvenes seminaristas diocesanos: Daniel González, Juan Luis Luengo y Víctor Marmolejo. 

El prelado estuvo acompañado del obispo auxiliar, D. José Rico Pavés; del obispo emérito, D. Joaquín María López de Andújar; del vicario general, José María Avendaño; del vicario general moderador de Curia, Javier Mairata, y del rector del Seminario, Jesús Parra, así como de sacerdotes, amigos y familiares de los tres nuevos diáconos.

“Cantaré eternamente las misericordias del Señor”. Con estas palabras comenzó su homilía D. Ginés, en referencia a la alegría de poder ordenar tres nuevos servidores del Evangelio. 

El obispo también hizo alusión en sus palabras a la creación por parte de san Juan Pablo II de la diócesis getafense, así como al hecho de que más de un centenar de sacerdotes celebran el 12 de octubre su aniversario de ordenación sacerdotal o diaconal. 

La Virgen María, en su advocación del Pilar, fue objeto de reflexión por parte del prelado, quien recordó “que en ella encontramos el pilar de nuestra fe”. 

Para completar el contexto en el que tenía lugar la ordenación, D. Ginés remarcó el acontecimiento de gracia del Centenario de la Consagración de España al Corazón de Jesús, “del que tantos frutos estamos recibiendo”.

“En este marco celebramos el sí libre y definitivo de estos jóvenes al Señor, que se ordenan diáconos como primer paso para una próxima ordenación sacerdotal”, declaró D. Ginés refiriéndose a los jóvenes seminaristas.

El obispo diocesano, comentando la profecía de Jeremías proclamada en la primera lectura, recordó que “la iniciativa es de Dios. Es Él quien llama, y la llamada no es improvisada, sino que es desde toda la eternidad”. 

“Ante un don tan grande, uno se siente pequeño”, continuó el pastor getafense. “Pero, ante este sentimiento, sólo vale la confianza. En Ti confío. El ministerio es una cuestión de confianza. Si el Señor confía en ti, confía tú también en Él”, añadió.

“Dios pone en nuestras manos lo que más quiere: su pueblo”, señaló el prelado, y continuó: “El ministro sagrado es un hombre de fe al servicio del pueblo de Dios”.

“El mundo habla del celibato, pero lo hace en clave funcional, no existencial. ‘Hacer en Cristo la unidad de mis amores’ (san Alberto Hurtado): aquí está la clave del celibato. No es en orden a una función, sino a una existencia unificada en Cristo. Porque el único que unifica el corazón es Jesucristo, el que hoy os consagra”, recordó el obispo.

En relación a las lecturas del día, D. Ginés subrayó la llamada a la evangelización de la que hablaba san Pablo en la segunda lectura. “No lo hacemos porque nos guste, porque queramos, sino porque somos enviados. En esto insiste también el plan de evangelización. El que está lleno de Cristo, da a Cristo. El que está lleno de cosas, da cosas. El que está lleno de problemas, da problemas”, aseguró. 

También comentó la paradoja expresada en el Evangelio: “El grano de trigo debe morir para dar vida. Que no haya ningún día que no recéis por vuestro pueblo, por el que el Señor os llama a dar la vida”.

Por último, el obispo glosó las palabras con las que se encomienda a los diáconos el servicio a la Palabra: "Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que lees sea fuente de fe para ti; y lo que has hecho fe viva, enséñalo, y cumple con aquello que has enseñado. Un buen programa de vida, no sólo para el diaconado, sino para toda la existencia."