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Más de un centenar de jóvenes de distintas parroquias de la Diócesis de Getafe peregrinaron a Israel del 14 al 22 de agosto junto al obispo D. Ginés García Beltrán, el delegado y subdelegados de Juventud –Juan Gabriel Muñoz, Pablo Esteve y Miguel Luengo y  otros sacerdotes –Javier Siegrist, Antonio Izquierdo y Guillermo Fernández- entre otros, para vivir el quinto Evangelio en los Santos Lugares.

Su recorrido por las tierras que vieron nacer y crecer a Cristo comenzó en Nazaret, donde un pequeño grupo de peregrinos pudo rezar en la Basílica de la Anunciación y encomendar el viaje, sus deseos y sus preocupaciones a los pies de la Madre, la Virgen María.

El resto de los jóvenes inició la peregrinación –organizada desde la Delegación diocesana de Juventud- al día siguiente, en el Monte Carmelo, desde donde se les invitó a renovar la fe, guiados siempre por María.

En el transcurso de la jornada visitaron Caná, donde los novios pudieron recibir una bendición especial y los esposos, renovar sus promesas matrimoniales.

Por la tarde, todos juntos visitaron Nazaret para conocer todos los lugares de la vida oculta de Jesús y tener la oportunidad de rezar junto a Él en la gruta.

El final del día se celebró con una eucaristía en la Basílica de la Anunciación, donde experimentaron el regalo del amor de la Virgen.

Los días siguientes fueron igual de intensos, recorriendo el Monte de las Bienaventuranzas; el mar de Galilea; el Primado de Pedro, donde pudieron renovar su fe; visitando la Domus Galilea, donde fueron acogidos por los miembros del Camino Neocatecumenal con amor fraternal; disfrutando de una impresionante noche en el Monte Tabor y la misa de la mañana siguiente; viendo el pozo de la Samaritana y renovando sus promesas bautismales, en las que D. Ginés recordó las implicaciones de tener fe: “confianza, abandono y obediencia”.

Uno de los momentos especiales tuvo lugar en Belén, donde pudieron visitar la Gruta de la Leche y celebrar la misa en el lugar en el que, según la tradición, la Virgen dio de mamar al Niño Jesús y  donde los fieles dejan todas sus peticiones por la fecundidad.

En ese pequeño pueblo también se levanta la Basílica de la Natividad, lugar donde pudieron comprender que, para entrar en el misterio de la Navidad, primero hay que hacerse pequeño. 

Ein Karem, ‘el lugar del encuentro’, también marcó especialmente los corazones de los peregrinos. Allí recordaron la visita de la Virgen a su prima santa Isabel y pudieron contemplar la estrella que marca el nacimiento de Juan Bautista, ante la cual pidieron ser verdaderos guías, como lo fue él, para llevar a Jesús al mundo entero.

Desde ahí llegaron a Jerusalén, lugar que conocieron a través una imponente maqueta y cuyas calles pudieron luego recorrer, con visita incluida al Cenáculo, donde pidieron el Espíritu Santo y donde los sacerdotes renovaron sus promesas.

En ese lugar, el obispo D. Ginés les exhortó a no perder la centralidad de Cristo en sus vidas y les ayudó con tres palabras: “gracias, perdón y oración”. 

Los peregrinos visitaron y celebraron en la Iglesia de la Dormición, en la que recordaron el momento en que la Virgen termina su peregrinación por esta vida y donde se les invitó a confiar siempre en la gracia. 

También conocieron el Huerto de los Olivos, Getsemaní. Allí, en un intenso tiempo de oración, acompañaron a Jesús en su agonía y en su camino hacia el Calvario, camino que recordaron también en el viacrucis por las calles de Jerusalén, contemplando la pasión en el Lithostrotos.

Son muchos los momentos vividos que se han quedado en la memoria de los jóvenes peregrinos. El recibimiento de los franciscanos y la misa en el Santo Sepulcro también les marcaron.

Allí, junto a D. Ginés, pidieron ser verdaderos testigos del amor de Cristo y, a la vuelta a sus hogares, ser católicos valientes para anunciar el Evangelio y dar testimonio con sus vidas.