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El obispo de Getafe, D. Ginés García Beltrán, concelebró junto a una treintena de obispos de España en el funeral presidido por el cardenal arzobispo Carlos Osoro que se celebró en la tarde del 6 de julio en la Catedral Santa María de la Almudena (Madrid).

La misa funeral contó con la presencia de la familia Real, así como la vicepresidenta del Gobierno de España, Carmen Calvo, en representación del presidente del Gobierno; la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet; la presidenta del Senado, M.ª Pilar Llop; el presidente del Tribunal Constitucional, Juan José González Rivas; el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes; el jefe de Estado Mayor de la Defensa, Miguel Ángel Villaroya; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y el presidente del PP y líder de la oposición, Pablo Casado, entre otros. 

Además, entre los asistentes se situó un grupo de más de 70 familiares de fallecidos a causa de la pandemia, localizados a través de las vicarías de la Diócesis de Madrid. 

También quisieron acompañar en la ceremonia los representantes de otras confesiones, así como una representación de los agentes sociales y eclesiales que durante esta pandemia están trabajando en favor de los demás: personal sanitario, voluntarios de Pastoral de la Salud, de Cáritas y de la Orden de Malta, miembros de las Fuerzas Armadas, de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y miembros de los Bomberos.

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El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, tuvo en su homilía palabras de consuelo y de esperanza manifestando que: “en un tiempo en el que parece que todo se ha oscurecido como es éste de la pandemia no estamos solos, Dios nos acompaña y no nos deja”.

Haciendo referencia al pasaje de la muerte de Lázaro proclamado en el Evangelio, el también vicepresidente de la CEE ha reconocido que “lo primero y más humano es llorar como ellas (Marta y María) y sentirnos solidarios con las lágrimas de miles de personas que han perdido a sus seres queridos pero Jesucristo nos dice hoy: “Tu hermano resucitará””.

En estos meses “nos hemos sentido frágiles y desorientados, pero Cristo, como hizo con los discípulos, nos invita a no tener miedo”, subrayó el prelado, y añadió: “estamos llamados a remar juntos, necesitamos confortarnos mutuamente en un momento en que la humanidad necesita recordar dos sustantivos: hijos y hermanos”. 

“Somos todos hijos de Dios y, por eso, hermanos entre nosotros. Olvidar estos sustantivos y vivir de adjetivos, como tantas veces hacemos, es un suicidio”, ha puntualizado, antes de poner en valor a aquellas personas, creyentes y no creyentes, que han dado “una sencilla lección de solidaridad hasta dar la vida por cuidar la ajena” frente “al sectarismo, a la crispación y al enfrentamiento”. 

El purpurado ha concluido su homilía destacando las tres llamadas que el Señor hace “a los que vivimos en comunión con Él”: defender el derecho a la esperanza, dar ánimos y no guardarse “el tesoro que es Jesucristo para nosotros”.

Llamada a volver la mirada a Jesucristo

El cardenal Juan José Omella, presidente de la CEE, también ha querido mostrar la cercanía de la Iglesia con las víctimas al hacer suyo “el dolor, el sufrimiento de los familiares de los difuntos”. Un dolor profundo que ha provocado no solo su muerte sino “también las condiciones de su partida, lejos del contacto de sus familiares y amigos, sin poder cruzar palabra”.

El mejor regalo que se les puede hacer, en palabras del también arzobispo de Barcelona, es “nuestra oración y acción de gracias por todos y cada uno de ellos”. Recordando unas palabras de Calderón de la Barca, ha deseado que “todo lo vivido y sufrido sea acogido como una llamada a volver nuestra mirada y nuestra existencia hacia Jesucristo”.

Antes de concluir la misa, el obispo de Ávila, José María Gil Tamayo, que estuvo ingresado más de un mes por coronavirus, ha leído la oración ante la pandemia del Papa Francisco: “Oh, María, tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Confiamos en ti, Salud de los enfermos, que junto a la cruz te asociaste al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe. Tú, salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba”.