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El obispo diocesano D. Ginés García Beltrán presidió en la mañana del martes 30 de marzo la Misa Crismal en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles.

El prelado estuvo acompañado por el obispo auxiliar, D. José Rico Pavés, el obispo emérito, D. Joaquín López de Andújar, los vicarios generales y episcopales, más de un centenar de sacerdotes, los diáconos y seminaristas.

También asistieron a la celebración  miembros  de Institutos de vida consagrada, sociedades de vida apostólica, y vírgenes consagradas, así como una representación de fieles de distintos municipios de la Diócesis, a quienes el prelado dirigió un afectuoso saludo.

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D. Ginés quiso comenzar su homilía con una acción de gracias por el don del sacerdocio: “sí, queridos hermanos, nuestro ministerio es un ministerio de gloria, porque está destinado a la gloria de Dios; por eso, esta mañana, y en esta celebración, queremos cantar con todo lo que somos y con toda nuestra vida la gloria de Dios. Damos gracias a Dios que nos llamó a su servicio, que nos consagró, y nos envió a hacerlo presente en los hermanos” declaró el obispo.

Además de mostrar agradecimiento el prelado quiso tener presente a todos los sacerdotes que han fallecido en el último año, a sus padres y familiares, a los religiosos y religiosas, y a los fieles, “muchos de ellos víctimas del coronavirus”.

“Nuestro recuerdo ahora se dirige a aquellos hermanos sacerdotes que nos han dejado en la esperanza de la vida eterna, aquellos que compartieron la suerte de su pueblo entregando su vida y ya descansan en el Señor”.

”A todos los tenemos ahora especialmente presentes, porque somos un pueblo, y cuando uno sufre y sufrimos todos nosotros” subrayó emocionado.

En referencia al Evangelio leído en el día, el obispo declaró que: “la alusión a Nazaret en el Evangelio de la misa Crismal siempre me sugiere la vuelta al origen, a la persona del Señor Jesús”.

“Nazaret es la Escuela de iniciación para comprender la vida de Jesús” dijo recordando a san Pablo VI.

“Allí podemos entender el plan del Señor para  Jesús, allí va creciendo en su vocación y descubriendo su misión” explicó D. Ginés.

Recordando la vida de Cristo, el obispo quiso hacer una invitación también a todos los que le escuchaban a responder a su llamada.

"Hay que volver cada día a Nazaret para renovar nuestra vida en la oración, la eucaristía y la caridad fraterna” insistió.

“Y en los escenarios de los orígenes de la vida de Jesús, nos encontramos con la figura de san José” continuó el obispo.

“La grandeza de san José reside en que fue el esposo de la Virgen María y padre de Jesús. De su vida también se puede extraer una enseñanza para nosotros sacerdotes. Siguiendo su ejemplo paternal os invitó a vivir 'una paternidad de servicio'" subrayó.

García Beltrán hizo un fuerte llamamiento a la paternidad sacerdotal: “Estamos llamados a ser padres, queridos hermanos, ser padres en la acogida, ser padres en la confianza y en la escucha, ser padres en el abrazo y en la reprensión, ser padres en la verdad y en la caridad” y continuó: “estamos llamados a ser padres que anuncian un Evangelio de esperanza, padres que celebran los misterios de Cristo, que provocan y animan la fraternidad en la caridad. Somos padres para reunir y no para dispersar ni para dividir, somos padres para valorar y sacar lo mejor de cada uno, y no para juzgar ni para excluir. Somos padres no como posesión sino como entrega de la propia vida”.

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“Pero para ser padres primero tenemos que ser hijos. Esto es una llamada también para los seminaristas hoy y para  vosotros sacerdotes: la paternidad es un don y una tarea. Estáis llamados a ser hombres de esperanza”.

El obispo no quiso terminar su intervención sin hacer alusión a la situación de necesidad que está viviendo la sociedad y concretamente las familias de la Diócesis y pidió a los sacerdotes: “queridos sacerdotes somos padres de los pobres, en nosotros tienen que ver la acogida y el abrazo del Padre; no seamos gestores sino pastores, hombres de Dios en medio del pueblo, hombres de Dios que salen a buscar a los que se han perdidos, y para curar a los heridos”.

A continuación, los presbíteros renovaron las promesas realizadas el día de su ordenación, renovando el deseo de servir al pueblo de Dios a través de la predicación, la celebración de los Sacramentos, la vida de oración y el ministerio de la caridad.

Después el pueblo de Dios elevó la oración de los fieles pidiendo especialmente por ellos y por el ministerio episcopal. 

En la celebración de la Misa Crismal, tuvo lugar la Consagración del santo Crisma y Bendición de los Santos Óleos: el Santo Crisma con el que son bautizados y confirmados los fieles, y que unge a los ministros sagrados en la ordenación; el óleo de los catecúmenos, que extiende el efecto de los exorcismos, pues los bautizados reciben la fuerza para renunciar al diablo, al pecado; y el óleo de los enfermos, como calmante de las dolencias en el alma y cuerpo de los enfermos Y para que puedan conseguir el perdón de los pecados. Los tres óleos serán repartidos por todas las iglesias de la Diócesis para los sacramentos que lo precisen.

 Leer la homilía completa aquí.

 

 Se puede escuchar la homilía completa en el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=qZ67yBaSn1s