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La Basílica del Sagrado Corazón de Jesús acogió en la noche del martes 7 de diciembre una concurrida Vigilia de la Inmaculada Concepción en la que, en el Año de la Sinodalidad, todos los grupos, movimientos, asociaciones y fieles habían sido convocados por la Delegación de Apostolado Seglar. En la misma celebración se clausuró también el Año de San José.

El encuentro comenzó con el canto del Akathistos a la Virgen María,  interpretado a la perfección por una pequeña representación del coro diocesano bajo la batuta de Javier Ávila y bajo la presidencia del delegado de Apostolado Seglar, Jaime Bertodano.

Desde el altar, la atenta mirada de la imagen sin revestir de la Virgen de los Ángeles y la cruz profanada en Irak que habían portado en procesión, momentos antes, los jóvenes de Móstoles y Alcorcón, acompañaron a los fieles toda la celebración.

A continuación se rezó el santo Rosario encomendando cada misterio gozoso a una intención y dirigido por el vicario episcopal para el Cerro de los Ángeles, Manuel Vargas.

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Después de un breve descanso, el obispo D. Ginés García Beltrán presidió una eucaristía en honor de la Virgen acompañado en el altar por los vicarios mencionados, el vicario episcopal para la acción caritativa y social, Aurelio Carrasquilla; el rector del Santuario, Javier Bescós y el rector del Seminario Mayor, Jesús Parra, junto a una veintena de sacerdotes y gran número de fieles.

El prelado, en su homilía, tuvo palabras de agradecimiento para la Congregación de la Virgen de los Ángeles, por ceder la imagen de la patrona de la Diócesis para presidir la celebración “bajo cuya mirada estamos felices y vivimos la alegría de la salvación”.

De un modo especial también saludó a los jóvenes "venís desde los arciprestazgos de Alcorcón y Móstoles que habéis tenido esta cruz martirial, que nos recuerda que una parte de la Iglesia está duramente perseguida” y añadió “sé que habéis tenido distintos momentos de encuentro y oración en los que la cruz del Señor nos ha unido, nos ha hecho más sínodo y esta noche vais a pasar el testigo a los arciprestazgos de Fuenlabrada y Leganés; ahora son ellos los que van a llevar la cruz hasta el centro del mundo”.

En referencia a las lecturas, el obispo comparó el camino hacia el que lleva el pecado, contado en el texto del Génesis, con el camino al que lleva la gracia, relatado en el Evangelio de San Lucas.

El pecado de Adán y Eva, comenzó D. Ginés “lleva al miedo, a esconderse de Dios, a la lejanía. El hombre siente miedo ante Dios porque El siempre confronta nuestra vida. Y lo hace no para dañarnos sino para curarnos. Junto al miedo, el hombre que ha pecado se siente desnudo, siente vergüenza de sí mismo, el pecado le hace perder la dignidad y le aleja de Dios. Además la táctica del pecado es culpar al otro, como hizo Adán con Eva”.

“Frente al camino del pecado está el camino de la gracia. En el Evangelio de San Lucas encontramos una mujer que tiene confianza, que se fía. María no entiende nada, no ha previsto ni calcula nada, pero confía. Frente al miedo, la confianza y frente a la desnudez vergonzante de Adán y Eva, aparece María revestida de hermosura, de belleza. La belleza es un signo de la gracia. María refleja la belleza de Dios en nuestra propia condición humana” comparó García Beltrán, añadiendo: “María acoge la palabra del arcángel Gabriel que es la palabra de Dios, y sobre todo muestra la disponibilidad”.

D. Ginés insistió en la comparativa y analizando el papel de la mujer en el cristianismo dijo: “a aquellos que dicen que el cristianismo minusvalora a las mujeres les digo que el cristianismo es la fe que ha puesto a la mujer en el centro de la vida porque ella transmite la vida y porque el don de la maternidad es el don por el que María es la Inmaculada Concepción”.

D. Ginés invitó a seguir el ejemplo del corazón de María: "bello, humilde y disponible”, y mostrar confianza y disponibilidad ante la voluntad de Dios, como hizo ella.

Al finalizar la homilía se dirigió de nuevo a los jóvenes que están llevando la cruz en este año de la sinodalidad por los rincones de la Diócesis “sentiros santamente orgullosos de ser de Cristo; llevar la cruz que es la salvación de los hombres, sin temor, sin miedo, sin vergüenza, con alegría, para contagiar la alegría de la salvación, a través de una cruz que es un testimonio de entrega, de persecución, de una sangre derramada, la de Cristo”.


ordenados2016Los jóvenes al término de la celebración recibieron la cruz martirial de manos del obispo. Ellos la portarán por las parroquias de los arciprestazgos de Leganés y Fuenlabrada para que toda la Diócesis pueda rezar ante ella.