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El sacerdote Alberto Arrastia Cebrián ha fallecido en la madrugada del 13 de julio en Móstoles a los 52 años de edad.

Arrastia era natural de Madrid, donde nació el 10 de febrero de 1969. 

Fue ordenado en Getafe el 12 de octubre de 1998 por el primer obispo de la Diócesis, D. Francisco José Pérez y Fernández Golfín.

Desempeñó su labor pastoral, con celo por anunciar el Evangelio, primero en la Parroquia Santa María de los Ángeles (Getafe) y después en San José Obrero (Móstoles); en la Parroquia San José y en la de San Esteban Protomártir, ambas en Fuenlabrada. Actualmente desarrollaba su ministerio sacerdotal en la parroquia mostoleña Nuestra Señora del Rosario y de la Esperanza.

Hombre de sensibilidad paternal y entrega generosa a la voluntad de Dios, será recordado con mucho cariño por los que fueron sus feligreses en estas localidades.

Como capellán del Hospital de Fuenlabrada llevaba el amor de Cristo a los enfermos a quienes acompañaba, consolaba con misericordia y administraba los sacramentos.

Alberto permanecerá hoy en el Tanatorio de Valdemoro y mañana miércoles 14 de julio será enterrado en Ciempozuelos.

 

 

Su compañero en el sacerdocio, amigo y ahijado Orlando Mateos Buendía ha querido despedirse de él a través de esta carta:

YO CREO EN LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS

Cuando acontece el óbito de cualquier persona, y más cuando es cercano, aunque uno ya esté familiarizado con el hecho, no por eso no acaba por dejarte intacto. Cuando cabeza y corazón se aturden ante el hecho de la muerte, comienzan a liberarse todos los recuerdos y emociones vividos con aquel que nos deja. 

Querido Alberto, ¡qué lejos queda ya ese día que nos conocimos! y en el que muy osadamente me preguntaste que por qué venía a la Iglesia. Yo, con la caridad que me habitúa, te mire de arriba a abajo y te espeté: “Yo creo en la resurrección de los muertos". 

Tu cara fue entre un "¡ayy!” y un “por lo menos tiene las cosas claras”. En este mundo donde, todos sin distinción, nos movemos por lo que primero nos entra por los ojos, y el juicio breve y temerario por el que realizamos sentencia, en el que la primera impresión es lo que cuenta y donde "cría fama y échate a dormir", bien lo tuviste que vivir en primera persona. 

Sin embargo, tu sensibilidad no te permitía aposentarte en este juicio fácil, y tu querer entregarte aceptó y acertó en que cada persona somos un misterio y además que el único juicio que nos ha de importar es el de Dios. Dios de vivos que no de muertos. Ante el hecho de la fragilidad humana que nos caracteriza se cumple siempre la palabra de Dios que dice "llevamos un tesoro en vasijas de barro" (2 Cor 4,7), y sin ser una persona arrolladora, has realizado tu misión. 

Ciertamente Dios te dio su bendición, la bendición de los hijos que nos nacen en la juventud, que son como flechas en manos de un guerrero. '¡Dichoso aquél que llena su aljaba con muchas de estas flechas!' (Sal. 127). De entre éstas, te tocó uno que siguiera tus pasos, y que te convirtió en su primer año de Seminario en ‘Alberto, el chatarrero ‘, por todo el hierro que te tocó quitar al asunto; sólo después de lo pasado, ve uno lo mucho que tuviste que trabajar Padre, y además el resto de la carga en la Iglesia. 

Has desarrollado tu misión, y aunque tu estancia aquí haya sido breve y tu salida tan rauda, lo sembrado, a su tiempo fructificará. Son muchísimas cosas las que podría contar pero recuerda que los sacerdotes no debemos hacer panegíricos del difunto de esos que tanto gustan hacer. Nosotros, creemos en la resurrección de los muertos. Ese día llegará lo quieran o no y nos toca seguir trabajando en la espera de ese día.

Alberto, intercede por los que aquí dejas pues es mucha la necesidad. No puedo dejar de agradecer a tus hermanos Miguel Ángel, Yago y Jorge sus cuidados en estos momentos, así como la atención de nuestro Vicario del Clero, D. José María Avendaño; Dios pague a cada uno su cuidado y amor. Goza de Dios pero no te olvides de nosotros, y, tenemos otro interés más para que llegue ese día: volver a encontrarnos. Tu ahijado por dos veces, Orlando Mateos Buendía.