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El obispo de Getafe, D. Ginés García Beltrán, se trasladó hasta la ciudad de Valladolid, el pasado sábado 30 de julio, para acompañar a su hermano en el episcopado, Mons. Luis Argüello, en la celebración de su toma de posesión como arzobispo metropolitano, que tuvo lugar en la Catedral Nuestra Señora de la Asunción.

A la ceremonia se unieron, además de medio centenar de obispos y arzobispos de toda España, cuatro cardenales: el vallisoletano Aquilino Bocos; Ricardo Blázquez, desde el pasado sábado arzobispo emérito de Valladolid; el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, y el arzobispo emérito de la archidiócesis madrileña, Antonio María Rouco Varela.

La celebración, a la que asistió una nutrida representación de las autoridades de la ciudad y de la región y cientos de fieles vallisoletanos, comenzó con unas palabras de Blázquez, en las que pidió al Señor que sostenga a Argüello “en la misión confiada”.

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Tras las palabras del purpurado, el canciller-secretario, Francisco Javier Mínguez, procedió a la lectura de las Letras Apostólicas, el nombramiento del nuevo obispo que fue mostrado al Consejo de Consultores, al clero y al pueblo. Antes de tomar su sitio definitivo, Argüello recibió de manos del nuncio, Bernardito Auza, el palio arzobispal bendecido por el papa Francisco y ya en la cátedra, recibió el gesto de adhesión y obediencia de un grupo de diocesanos formado por sacerdotes, religiosas y religiosos de diferentes edades; consagrados, familias y laicos asociados, además de miembros de las cofradías.

En su homilía, el nuevo arzobispo metropolitano de Valladolid reconoció que en la actualidad se viven "tiempos extraordinarios", invitando a “un coloquio por el bien común” y ofreciendo  su colaboración "de palabra y obra desde una convicción", la de que vivir y edificar la Iglesia es "la mejor manera de humanizar a cada persona" y de hacer sociedad "en servicio a los demás", desde el reconocimiento de Cristo.

Argüello quiso dirigirse a todos los miembros de la Iglesia, empezando por los sacerdotes a quienes recordó que “tenemos el singular don y responsabilidad de ser representación sacramental de Cristo cabeza, esposo y pastor de esta Iglesia”. 

También tuvo palabras para los diáconos, seminaristas, vida consagrada, catequistas, familias, equipos de las delegaciones diocesanas, cofradías, diferentes confesiones religiosas… señalando que “la misión de nuestra Iglesia diocesana depende de nuestra unidad y fidelidad a la vocación en la que hemos sido convocados, congregados y enviados”.

El nuevo arzobispo quiere que la Iglesia sea una “familia de familias», “una escuela de acogida, reconciliación y colaboración”  que colabore para superar  “la dialéctica del contrarios y la polarización de las diversidades”. 

Además invitó a toda la comunidad a “acoger y potenciar, en la comunión de la Iglesia diocesana, lo que cada cual aporte a la mesa común y transformarlo en singular cauce misionero que haga llegar el Evangelio a hombres y mujeres en diversas situaciones y sensibilidades sociales y religiosas”. 

Por ello reiteró: “quiero acompañaros en la mesa y en el camino para edificar ‘tiendas de encuentro y hospitales de campaña”. En las casas y en las plazas proclamemos la sagrada dignidad de la vida humana, en el grito de los vulnerables y empobrecidos, como fundamento del bien común”.