
01/12/2025. El Cerro de los Ángeles no es solo el centro geográfico de España. Es también, como explica Manuel Vargas, Vicario episcopal y responsable del santuario, «el corazón de la diócesis de Getafe». Desde allí se celebran algunos de los grandes actos diocesanos —ordenaciones, inicios de curso, peregrinaciones—; pero, sobre todo, se vive cada día una intensa vida espiritual que atrae a cientos de personas.
Desde el pasado mes, el santuario ha ampliado su horario de atención sacerdotal a cuatro horas diarias de confesiones y dirección espiritual: dos por la mañana, de 10:30 a 12:30 h, y dos por la tarde, de 17:30 a 19:30 h. «Queríamos ofrecer un servicio más generoso a quienes buscan el perdón de Dios y la paz interior», explica Vargas. La respuesta ha sido abrumadora: «Cada semana se confiesan aquí cientos de personas. Muchos vienen de Getafe, Valdemoro, Pinto o Parla, pero también de Madrid o de Toledo. Es un flujo constante de peregrinos que buscan al Señor».
Esta decisión se enmarca además en un año jubilar, durante el cual el Papa ha concedido indulgencia plenaria a quienes visiten los templos jubilares — que en caso de la diócesis son la Catedral Santa María Magdalena y el santuario del Cerro— y cumplan las condiciones habituales: confesión, comunión y oración por las intenciones del Santo Padre. «Muchos fieles vienen precisamente para ganar la indulgencia plenaria, ya sea para ellos mismos o para un ser querido fallecido. Eso también ha aumentado la demanda de confesores a lo largo del año», señala el vicario.

Un equipo sacerdotal al servicio de todos
El equipo del Cerro está formado por varios sacerdotes: Agustín Giménez, capellán de las Carmelitas; Ramón García-Saavedra, vicario para la Vida Consagrada; Carlos Soler, profesor y confesor habitual; Vicente Lorenzo, que, a pesar de su edad, pasa horas en el confesionario con admirable entrega; y el propio Manuel Vargas.
«La diversidad del equipo permite a muchos encontrar el acompañamiento espiritual que necesitan, incluso a quienes buscan cierta discreción, anonimato o desean confesarse fuera de su parroquia», comenta.
Un lugar de gracia y conversión
El Cerro de los Ángeles es un lugar especial de gracia, un punto de encuentro entre la misericordia divina y las heridas humanas. «Aquí la gente encuentra paz, silencio y sobre todo la gracia de Dios en los sacramentos», dice Vargas.
Muchos llegan atraídos por motivos muy distintos —una excursión, una ruta en bicicleta o incluso una visita cultural—, pero acaban encontrándose con algo más profundo. «Algunos vienen por curiosidad y se marchan conmovidos. Salen con una alegría y una serenidad que antes no tenían. Muchos redescubren la fe aquí», relata.
Santa Maravillas fundó en 1926 el convento de Carmelitas Descalzas que aún hoy acompaña con oración perpetua la vida del santuario y de toda la diócesis. «Ella entendió que el Señor le pedía fundar aquí una comunidad que fuera una lámpara viva junto al Sagrario, un bálsamo para las heridas del Corazón de Jesús», recuerda el vicario. «El Señor le dijo: Mi corazón necesita ser consolado. Quiero que tú y otras almas seáis un bálsamo para las heridas que me causan los pecadores».
«España se salvará por la oración», decía Santa Maravillas. Una frase que, según Vargas, conserva toda su vigencia: «En un tiempo de polarización y desunión, el Corazón de Jesús nos recuerda que solo Él es nuestro Salvador, el fundamento de nuestra historia y el que puede devolvernos la fraternidad y la esperanza». El Cerro de los Ángeles, con su santuario abierto y sus confesores disponibles cada día, quiere seguir siendo eso: el corazón espiritual de España, un lugar donde el Amor sí es amado.
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