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La Parroquia San Isidro Labrador (Leganés) congregó el pasado 29 de diciembre a un gran número de familias de distintos lugares de la Diócesis de Getafe para celebrar unidas la fiesta de la Sagrada Familia, en una eucaristía presidida por el vicario general moderador de Curia, Javier Mairata.

El padre Javier, que estuvo acompañado del delegado de pastoral familiar, Álvaro Ojeda  y por el clero parroquial, transmitió a los asistentes la importancia de la familia, tal y como decía el lema de esta jornada: ‘La familia, escuela y camino de santidad’.

En el Evangelio del día (Mt 2, 13-15.19-23), se hablaba de las dificultades que vivió la propia familia de Nazaret, que tuvo que huir, viviendo el exilio y la incertidumbre, el rechazo y la persecución. Sin embargo, no rehuyó esas dificultades, sino que fue dócil a la palabra de Dios, cumpliendo su voluntad.

Tomando este Evangelio y las lecturas del día como referencia, el vicario general señaló que las familias cristianas son hoy un instrumento directo para que Jesús sea anunciado, cumpliendo así su misión evangelizadora. 

“La propia vida familiar puede ser una forma de anunciar el Evangelio, pero ¿cómo? Pues con el amor incondicional, como Jesucristo nos lo ha mostrado. Así nosotros podemos amar a nuestro esposo o a nuestra esposa, acogiéndole tal y como es: de la misma forma que muestro cariño y atención a los demás y cuando llego a casa no lo dejo aparcado en la puerta; del mismo modo que a un amigo o a un compañero le toleramos o le aguantamos ciertas cosas, puedo tolerar cualquier cosa con más razón a mi marido o a mi mujer”, recordó el padre Javier.

Para que en nuestra familia no reine el egoísmo o el individualismo, la respuesta es que “Jesús esté en el medio”, dijo el sacerdote, que añadió: “Dejemos que Jesús sea el centro de nuestra vida familiar. Él me recuerda quién soy yo y qué lugar ocupo en mi familia. Ésta no gira en torno a mí, sino que debe hacerlo siempre en torno a Él”. 

El vicario general también subrayó que, “ante la mirada de la indiferencia y la cultura del descarte, una familia que acoge la enfermedad es un canto real para la vida, con sufrimiento y dolor, que, vividos desde la fe, se transforman en felicidad de la familia y de aquellas personas que la rodean”. 

“Las familias pueden mostrar al mundo cómo acoger la enfermedad, como una fuente de riqueza, siendo un más, no un menos”, aseguró el presbítero.

“La fe no es un discurso ni un añadido. No es un accesorio, algo a lo que acudimos cuando no sabemos algo. Es algo que alimenta mi vida, es el nervio que fundamenta mi vida y sustenta mi familia. La familia es el centro donde se transmite la fe a nuestros hijos con el ejemplo de los esposos y la ayuda de los abuelos, cuya oración rebosa de una fuerza especial, si cabe”, recordó. 

Al final de la celebración, abuelos, padres, jóvenes y niños recibieron el Plan diocesano de Evangelización. 

Diferentes familias, en representación de las distintas parroquias y arciprestazgos diocesanos, leyeron textos del papa Francisco y recogieron de manos del padre Javier, en nombre de los obispos, el Plan.

La eucaristía concluyó con alegría al grito de “¡viva la familia!”.