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Varios jóvenes de la asociación universitaria Totus Tuus, ubicada en la Carlos III, vivieron unos intensos días de Semana Santa en clave misionera en Rozas de Puerto Real. Su misión consistió en ayudar en la Parroquia San Juan Bautista y visitar a las personas cuya situación les impedía acudir al templo.

Una de las jóvenes participantes, Marta Miralda, ha compartido su experiencia y ha destacado que “fue un plan vertebrado en la confianza en Dios”. 

“Se nos pidió confiar en todo: no sabíamos nada del pueblo, quién se animaría a ir, cómo sería el párroco del pueblo, dónde íbamos a dormir ni qué íbamos a comer. Sin embargo, con solo nuestro sí y nuestro tiempo, Jesús se encargó de todo” señala.

Relata Marta que “al llegar, lo primero que preparamos fue un Viacrucis viviente que nos ayudó a entrar de lleno en el Misterio de lo que iba a pasar. Con los ensayos, fuimos testigos de cómo la gente se iba ilusionando y se animaba a participar”.

Añade esta joven universitaria que, en el transcurso del Jueves y del Viernes Santo, días en los que estuvieron junto a Cristo en su Pasión, pudieron constatar la férrea voluntad y la fe de las personas más mayores del pueblo.

“El Jueves Santo nos llamó mucho la atención descubrir que una señora mayor se iba a quedar toda la noche acompañando a Jesús. En su cara no se veía la tristeza ni el cansancio sino una alegría que sólo la fe puede dar” recuerda.

“El Viernes Santo otra señora mayor se puso de rodillas durante la última estación con el crucifijo en alto. Estaba claro que esas mujeres sabían lo que pasaba. No lo hicieron por mera superficialidad ni protagonismo sino como gestos de cariño hacia Jesús”. 

“Comenzamos el sábado acudiendo al Monasterio de la conversión y haciendo desierto junto con muchos más jóvenes y familias. Nos dijeron que el Señor habla más fuerte en el desierto y así fue: un encuentro personal con el Señor” subraya Marta, añadiendo lo vivido en la Vigilia pascual: “nos alegramos con el Señor en comunidad y compartimos la misma alegría”.

“En estos días hemos visto los regalos de Dios en muchas cosas. En la gente del pueblo descubrí la alegría de vivir a la que estamos llamados, la alegría del amor que se entrega a los demás. Ese amor nunca se cansa ni se apaga” concluye.