Hola amigos: es tiempo de misericordia, y como nos enseña el papa Francisco: “El amor de Dios nos sale al encuentro, como un río en crecida que nos arrolla pero sin aniquilarnos; más bien, es condición de vida”, y “cuanto más nos dejamos involucrar por este amor, tanto más se regenera nuestra vida”.

“No se puede mirar para otro lado y dar la espalda para no ver tantas formas de pobreza que piden misericordia”, “no sería digno de la Iglesia ni de un cristiano «pasar de largo» y pretender tener la conciencia tranquila sólo porque se ha rezado”.

La misericordia de Dios no es “una idea bonita” sino una acción concreta, y “la misericordia humana no será auténtica hasta que no se concrete en el actuar diario”, en los gestos cotidianos que “hacen visible la acción de Dios en medio de nosotros”.

Entre las realidades más hermosas de la Iglesia se encuentran las obras de caridad en el servicio que cada día, casi siempre de forma silenciosa y oculta, dando forma y visibilidad a la misericordia.

Los que viven para servir, manifiestan uno de los deseos más hermosos del corazón del hombre: hacer que una persona que sufre se sienta amada, y que cuando uno sirve de esta manera es la mano de Cristo que llega a todos.

“La credibilidad de la Iglesia pasa también de manera convincente a través de su servicio a los niños abandonados, los enfermos, los pobres sin comida ni trabajo, los ancianos, los sin techo, los prisioneros, los refugiados y los emigrantes, así como a todos aquellos que han sido golpeados por las catástrofes naturales”. “Dondequiera que haya una petición de auxilio, allí debe llegar el cristiano con su testimonio activo y desinteresado”.

Por tanto, debemos ser siempre diligentes en la solidaridad, fuertes en la cercanía, solícitos en generar alegría y convincentes en el consuelo. “El mundo tiene necesidad de signos concretos de solidaridad, sobre todo ante la tentación de la indiferencia”.

Estemos siempre contentos y llenos de alegría por servir, pero no dejemos que nunca sea motivo de presunción que nos lleve a sentirnos mejores que los demás”, “por el contrario, nuestra obras de misericordia sean la humilde y elocuente prolongación de Jesucristo que sigue inclinándose y haciéndose cargo de quien sufre”.

Pidamos ser instrumentos humildes en las manos de Dios para aliviar el sufrimiento del mundo, y dar la alegría y la esperanza de la resurrección.
Es tiempo de misericordia, ¿te atreves a recibirla y a ofrecerla? ¡Jesús Misericordioso te bendiga y la Virgen Santa te cuide! Amén.