Tim Guenard más fuerte que el odio1 El obispo de Getafe, D. Ginés García Beltrán, asistirá el sábado 29 de junio a la representación del musical ‘Más fuerte que el odio’, que tendrá lugar en el Centro Penitenciario de Valdemoro a las 10.00 horas.

Esta obra está basada en el libro testimonial de Tim Guenard del mismo título, adaptado, musicalizado y representando por más de un centenar de jóvenes –entre artistas y músicos– de la Parroquia Virgen de la Paloma y San Pedro El Real (Madrid).

Durante algo más de tres horas, la obra contará una historia de superación, de muerte, de dolor, de sufrimiento y de resurrección, que ayudará y motivará a los internos y les hará cuestionarse el origen de su situación y la posibilidad de emprender, como hizo Guenard, una nueva vida.

 

Breve historia de Tim Guenard

La dura historia del francés Tim Guenard, que hoy tiene 60 años, comienza cuando, a los tres años, es abandonado por su madre y se queda a cargo de un padre que no ahorra en malos tratos. En una de las muchas palizas que le propinó, su padre le rompió 55 huesos, dejándole casi tres años internado en un hospital. 

A los siete años entró en un orfanato, donde sufrió el maltrato de las personas encargadas de su cuidado y acabó en un hospital psiquiátrico por un error administrativo.

El peor recuerdo de su infancia es haber estado tres años en la cama de un hospital por culpa de los golpes que le dio su padre. "Cuando bebía, no sabía lo que hacía y me pegaba sin darse cuenta. Lo que más me dolió es que, durante ese tiempo de convalecencia, nunca tuve una visita", cuenta.

Durante su infancia vivió huidas, más maltratos físicos, una violación con 15 años y problemas con mafias de la prostitución. Pero su suerte comenzó a cambiar cuando, a los 16, una jueza fue la primera persona que realmente se ocupó de él: le consiguió un trabajo como aprendiz de escultor de gárgolas y Tim comenzó a ser alguien.

A partir de ahí, y tras descubrir la fe, comenzó a conocer la otra cara de la vida. “En la vida real, cuando se escucha a la gente que se ha levantado después de vivir situaciones difíciles, uno se da cuenta de que nadie se levanta solo. Yo mismo he tenido personas en mi camino: el indigente que me enseñó a leer, papá Gaby (su padre adoptivo de los servicios sociales del Estado), la buena jueza y el padre Thomas. Todos son como regalos. El regalo más bonito en la vida son las personas que uno ha querido y quiere; y se necesita la vida entera para conocerlas”, explica.

Hoy es un hombre de 60 años que vive en el suroeste de Francia y que vive felizmente con su mujer y sus cuatro hijas, mientras acoge en su propia casa a personas con problemas, a las que orienta y da ánimos para que encuentren nuevos motivos para vivir. 

Escribió en 2003 un libro autobiográfico (‘Más fuerte que el odio’) y ofrece conferencias por todo el mundo.

 

Testimonio de Tim Guenard leído al final de la obra (extracto de su libro ‘Más fuerte que el odio’) dirigido a sus lectores

“He decidido dedicaros unas palabras y ponerlas por escrito, gracias a Frederick, que me ha hecho descubrir el valor de la máquina de escribir, je je. Debo confesaros que soy mucho más lento que él; pues he tardado un par de meses en escribiros estas líneas. Jamás he abierto mi corazón a nadie. Todo esto me resulta difícil, pero lo quiero hacer con vosotros.

Los que me conocéis bien sabéis que he sobrevivido gracias a tres sueños: lograr que me expulsaran del correccional, crear mi propia banda y matar a mi padre. He realizado estos sueños. Excepto el tercero, que estuve a punto de lograrlo. Durante años, la llama de la venganza me hizo vivir. En la prisión del odio me visitaron personas habitadas por el Amor e hicieron que me arrodillara en el corazón. 

Os debo la vida, chicos: Frederick, Matilde, Isidoro, Domitila, Alvarito, Philippe, Sophie... A vosotros, los discapacitados, a los que la sociedad rechaza. Os debo la vida y una gran lección de amor. Gracias a vosotros, y por supuesto al padre Robert, he podido descubrir el Amor y encontrar la familia que nunca tuve, el Arca. 

Sé que fue el gran Jefe quien os puso en mi camino, y el que me ha sorprendido con el mejor regalo de mi vida: Martine. Jamás hubiera soñado llegar a un día como éste. Creo que no me lo merezco, pero estoy seguro de que no hubiera podido dar este paso sin su amor, que ha curado tantas de mis heridas. Gracias a tu paciencia y a tu ternura, Martine, pude perdonar a mi padre. 

El Buen Dios me permitió encontrarlo casualmente en una pelea; me vi a mismo pegando a un hombre que misteriosamente no se defendía. Días después, caí en la cuenta de que era mi padre. Después de muchos años he ganado el gran combate de mi vida, el del perdón. No puedo olvidar todos mis recuerdos que vienen y van día y noche, pero decido perdonar a mi padre cada día; es el perdón del recuerdo, y creo que es ése el perdón de Jesús.

Tú, Martine, me tendiste la mano después de encontrar a mi madre. Me quedé hundido. Me costó mil vidas encontrarla y pedirle un beso, y sólo me dijo: “Ya me han dicho que has perdonado a tu padre, eres igual que él”. Tú me has hecho creer que puedo ser un buen padre y quiero serlo.

Ahora no tengo más que un miedo, el de no amar lo suficiente. Para ser un hombre se necesitan huevos. Para ser un hombre de amor, hay que tenerlos aún más grandes. Dios de un hijo de alcohólico, de un niño abandonado, ha hecho errar el golpe a la fatalidad. Ha hecho mentir a la genética.

Para hacer crecer hermosas flores en un jardín hace falta estiércol. Es nuestro pasado. Hay que dejarlo reposar. Poco a poco, Dios descompone en nosotros lo que está mal por la acción del tiempo y de la gracia. Hemos de amar lo que nos daba vergüenza y nos parecía innoble. Este estiércol se convertirá en fuente de fecundidad. Nuestro pasado, nuestro sufrimiento, nuestros infiernos, nuestros gritos, son el aspecto que adquiere el canto en la lengua de los pobres. No se puede ser hoy sin haber sido ayer. 

Por eso, quien quiera que seas, con tus heridas, con tu pasado de dolor, aunque tu vida esté patas arriba, nunca olvides que, para Dios, no hay nada imposible y que te espera una eternidad de amor”.