Carta para la preparación de la Gran Misión Diocesana

IGLESIA EN ESTADO DE MISION

Muy queridos hermanos y amigos:

Nuestro proyecto de la Gran Misión Diocesana para el curso 2015-1016, sigue adelante con entusiasmo. Cada vez vemos todos con más claridad la necesidad que muchas personas tienen de una palabra de esperanza que les saque de la confusión y la tristeza en que viven.

Los que hemos recibido el don de la fe, sentimos con mucha fuerza en nuestro corazón, como el apóstol S. Pablo, el deseo de la creación, que aguarda expectante la manifestación de los hijos de Dios y, aunque nos vemos muy débiles, sabemos que el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos inefables, acude en ayuda de nuestra debilidad, y nos hace saber que, para los que aman a Dios, todo les sirve para el bien (cf. Rm 8,20-28).

El Papa Francisco anima continuamente a la Iglesia entera a salir al mundo con espíritu misionero para llevar a todos los hombres la alegría del evangelio. En el Mensaje dirigido a los obispos en nuestra reciente Visita ad limina nos decía: “El momento actual, en el que las mediaciones de la fe son cada vez más escasas y no faltan dificultades para su transmisión, exige poner a vuestras Iglesias en un verdadero estado de Misión permanente, para llamar a quienes se han alejado y fortalecer la fe, especialmente en los niños” (3 de Marzo de 2014).

A lo largo de estos meses, desde la convocatoria de la Misión, que hice a toda la diócesis en la Vigilia de la Inmaculada del pasado mes de diciembre, y en la que invité a todos a ir constituyendo equipos misioneros, he tenido la oportunidad de hablar con muchos de vosotros, sacerdotes y laicos, en mis visitas pastorales y en multitud de encuentros personales y he visto, con la ayuda de vuestra mirada realista, que es necesario ir perfilando y concretando algunas cosas.

Todos hemos de tener muy claras cinco cuestiones: quiénes son llamados a ser misioneros; dónde se ha de realizar la Misión; cuáles son los grandes temas que la Misión va a proponer; en qué tiempos o momentos se va a desarrollar la Misión, y qué preparación necesitamos,

1.- Quiénes son llamados.

La llamada a la Misión la hace personalmente Jesucristo, a través del obispo y de sus colaboradores más inmediatos que son los sacerdotes. Esta llamada va a dirigida a todos los que conocen, aman y siguen a Jesucristo, en el seno de la Iglesia, dejándose guiar por la luz de su Magisterio y viven en comunión con aquellos que el Señor ha puesto como guías y pastores. La llamada va dirigida de forma muy especial a los jóvenes y a las familias.

El modo de participar en la Misión será diverso, según los carismas que cada uno ha recibido del Espíritu Santo, según las necesidades que se vayan planteando, según los ámbitos en los que se realice la Misión y según los diversos momentos o etapas de la Misión.

2.-Dónde se ha de realizar la Misión.

En un principio propuse que cada equipo misionero, preparara su propio proyecto; pero en la reflexión que hemos ido haciendo en estos meses, hemos visto que, sin descartar las iniciativas que algunos, o muchos, equipos misioneros propongan, hemos de simplificar y hacer más sencillo este punto. Propongo los siguientes campos de Misión:

- Misión en las parroquias, promovida por las propias parroquias y animadas directamente por el párroco, el consejo pastoral y los equipos que, para este fin, se puedan constituir en las parroquias.

- Misión en la universidad y en el mundo de la cultura y del trabajo, promovida por los equipos de Pastoral Universitaria y por las Asociaciones de Fieles y Movimientos que se sientan llamados a la Misión en estos campos de apostolado.

- Misión en los colegios, promovida por la Delegación de Enseñanza, en estrecha colaboración con los equipos directivos de cada Colegio.

- Misión en los centros penitenciarios, promovida por la Delegación de Pastoral Penitenciaria.

- Misión entre los enfermos y ancianos, promovido por la Delegación de Pastoral de la Salud.

- Misión promovida por las hermandades y cofradías entre sus propios asociados y devotos, dando cauce al gran potencial evangelizador de la piedad popular.
Todos los equipos misioneros podrán solicitar la ayuda del “Equipo Diocesano de Animación” y recibirán, en su momento un “Manual de la Misión”, unos “Guiones para la Misión” y unos “Subsidios Litúrgicos para la Misión”.

También contarán con la ayuda insustituible de la oración que promoveremos en nuestras Capillas de Adoración Perpetua, en nuestros Monasterios de Vida Contemplativa, y entre todos aquellos, enfermos o ancianos, que quieran constituir grupos de oración para la Misión.

Están también dispuestos para ayudar, a quien lo solicite, dos equipos, uno de jóvenes y otro de familias, vinculados directamente al Delegado Episcopal para la Gran Misión:  HYPERLINK "mailto:Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo." Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo., tfn. 606770044. Podéis acudir a él cuando lo necesitéis.

Quienes lo deseen podrán empezar ya la Misión, como experiencia piloto, poniéndose en contacto con el Delegado Episcopal para la Misión.

3. Los grandes temas de la Misión

La Misión desarrollará, en una o varias sesiones, con la pedagogía que según el lugar sea más apropiada, pero siempre con un carácter testimonial y kerigmático, cuatro grandes temas:

Hacia dónde va mi vida. Cuáles son mis ideales. Cuáles son mis metas.
¿Existe Dios? Y si existe ¿qué significado tiene en mi vida?
Quién es Jesucristo. Cómo se revela Dios en Jesucristo: un Dios hecho hombre, un Dios encarnado.
Jesucristo, el Dios hecho hombre, vive en la Iglesia, comunidad de fe y sacramento universal de salvación. Los sacramentos: presencia viva y visible del amor redentor de Jesucristo.

La Misión debe concluir siempre con la celebración del Sacramento de la Penitencia y con una solemne celebración de la Eucaristía a la que, si es posible, pueda acudir el Obispo.

Al final de esa Eucaristía se podrán leer unas conclusiones, en las que se resuma el desarrollo de la Misión, sus frutos y las propuestas que la Iglesia hace a los que se hayan sentido tocados por el Señor.

4. Momentos de la Misión

El dinamismo de la Misión, según los lugares y las personas a las que se dirija, puede tener ritmos diferentes.

Las Misiones parroquiales, si quieren abarcar todas las realidades de la Parroquia: niños, jóvenes, familias, visita a las casas, celebraciones diversas, etc., deberá desarrollarse, lógicamente a lo largo de varias semanas. Además, el planteamiento será diverso según se trate de parroquias urbanas o rurales. Cada Parroquia verá el modo de hacerlo. Sería muy conveniente que la Misión se iniciara en cada arciprestazgo con alguna celebración en la que participaran todas las Parroquias.

La Misiones más especializadas tendrán que realizarse en periodos más breves. Aunque también es posible que, si el momento de la Misión sólo puede ser un determinado día de la semana, el periodo en que se desarrolle tendrá que ser necesariamente más largo.

5. Preparación para la Misión

Sigo pensando que es conveniente, por el significado de compromiso ante la Iglesia que esto supone, que reservemos una celebración litúrgica importante (Vigilia de la Inmaculada o primer Domingo de Adviento) para inscribir de forma simbólica los nombres de los que van a participar en la Misión. Bastaría con que se nombrara a cada parroquia o ámbito misionero y un representante depositara ante el altar un sobre con los nombres de los que van a participar en la Misión.

A partir del momento de la inscripción se abre el tiempo de la preparación, que coincide con el año de la Caridad.

La preparación ha de ayudarles:

- en su vida espiritual: todos deben vivir la experiencia de unos buenos Ejercicios Espirituales que despierte en ellos el deseo de santidad y les anime a una vida de mayor oración y práctica sacramental. Nadie puede dar lo que no tiene.

- en el conocimiento de la realidad cultural y social del lugar donde se va a realizar la misión.

- en la interiorización y pedagogía de los temas que se van a desarrollar en la Misión. Para esto será de gran ayuda el Congreso de Evangelización que celebraremos en Marzo de 2015.


Concluyo esta carta con la oración que el Papa Francisco nos ofrece al final de su Exhortación Evangelii gaudium. Creo que podemos tomarla como Oración de la Misión y empezar a rezarla a partir de ahora personalmente todos los días y al comenzar nuestras reuniones pastorales. Ponemos ante nuestra mirada a la Virgen María, como Madre y Maestra de la Misión, y pedimos su intercesión ante Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.


ORACIÓN DE LA MISION

Virgen y Madre María,
Tú que, movida por el Espíritu Santo,
acogiste al Verbo de la Vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro “sí”
ante la urgencia más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Tu, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndole exultar en el seno de su madre.
Tú estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada en la cruz
con una fe inquebrantable,
recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
y recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu,
para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la Vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.


Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
Madre del amor, Esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre, ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.

Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amen, Aleluya.


Con mi bendición y afecto.

+ Joaquín María. Obispo de Getafe

Carta con motivo del Día del Seminario 2014

Carta de D. Joaquín María López de Andújar, Obispo de Getafe,
con motivo del Día del Seminario


A todos los fieles laicos, religiosos y sacerdotes de la Diócesis de Getafe

Muy queridos hermanos:

Getafe, 22 de Febrero 2014

Con ocasión de la solemnidad de San José, Esposo de la Virgen María, el Día del Seminario nos da todos los años la oportunidad de dar gracias al Señor perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio y por escoger a algunos de sus discípulos para consagrarlos a su servicio en el ministerio presbiteral. Al contemplar los retos pastorales de nuestro tiempo, surge en nuestro corazón el impulso de unir a nuestra acción de gracias a Dios, la súplica de que envíe obreros a su mies, tan necesarios para poder llevar a cabo la obra de la evangelización del mundo.

En este Año de la Esperanza que estamos celebrando para prepararnos a la Gran Misión Diocesana, tenemos dos motivos especiales que nos invitan a celebrar este año el Día del Seminario con toda intensidad: el primer cincuentenario de la fundación de nuestro Seminario Menor y el vigésimo aniversario de la de nuestro Seminario Mayor. Debemos mirar esta doble circunstancia con un profundo sentido sobrenatural, parar poder así responder generosamente a lo que Dios nos dice con esta ocasión.

Nuestra diócesis está muy necesitada de sacerdotes. Las parroquias y personas que Dios nos ha confiado necesitan muchos sacerdotes, muchos más de los que somos en este momento. Sólo así podremos ofrecer a todos la atención suficiente para descubrir el Amor de Dios, para escuchar el anuncio de su Palabra, para recibir su acción redentora a través de los signos eficaces que son los sacramentos. Dios quiere hacer llegar a todos los hombres su salvación, su perdón, su consuelo, su luz… por la mediación de la Iglesia, y esta mediación es necesariamente personal. ¿Cómo podrán tantos jóvenes y niños, tantos ancianos y enfermos, tantos matrimonios y familias recibir personalmente el Amor de Jesucristo Buen Pastor, si no tienen ningún sacerdote cercano y disponible?

Si bien es cierto que la santidad y el apostolado de los laicos son algo imprescindible en la Iglesia, sin ninguna duda Dios sigue llamando a algunos jóvenes a servirle como sacerdotes. Esto es un inmenso don de la bondad divina hacia la Iglesia. Sin embargo, sucede en ocasiones que esta gracia no alcanza su fin por falta de condiciones favorables en el ambiente familiar, en la comunidad cristiana y en los ámbitos en que se desarrolla la vida de los jóvenes.

Es fundamental que nuestra diócesis ofrezca a los jóvenes las condiciones necesarias para poder escuchar esta llamada de Dios y para responder a ella con confianza y con generosidad. Es necesario que el maravilloso ideal de la santidad sacerdotal se les presente en toda su belleza y con todas sus severas exigencias como donación total de sí a Cristo y como consagración irrevocable al servicio exclusivo del Evangelio. Para ello, el testimonio de los sacerdotes es esencial, pero toda la Iglesia es responsable de la promoción y la formación de las vocaciones sacerdotales y todo cristiano debe ejercer personalmente esta responsabilidad, cada uno en el modo en que Dios se lo pida según su condición.

Deseo y pido a Dios que el Día del Seminario nos ayude a todo ello y confío a San José, el hombre justo y piadoso, los frutos de nuestros esfuerzos para que Dios bendiga a la Iglesia, y en particular a nuestra diócesis, con la vida y el ministerio de muchos sacerdotes santos.

+ Joaquín María López de Andujar y Cánovas del Castillo,

Obispo de Getafe

Carta con Motivo del Día de la Iglesia Diocesana 2013

Carta de D. Joaquín Mª López de Andújar, Obispo de Getafe,  con Motivo del Día de la Iglesia Diocesana.
17 de noviembre de 2013
La Iglesia con todos, al servicio de todos.


Todos tenemos una idea básica del Bien Común. Por Bien Común se entiende la suma de aquellas condiciones de la vida social, mediante las cuales, los hombres –los grupos y cada uno de sus miembros- pueden conseguir con mayor plenitud y facilidad su propia perfección. Precisamente, el Estado tiene como fin principal la consecución del Bien Común, del Bien de los ciudadanos.

Como toda sociedad, la comunidad política tiene como principio fundamental de ser el fin al que todos deben colaborar. Esto exige de todos –autoridades y ciudadanos- una actitud de activa colaboración hacia el fin propio de la comunidad política, como bien que es común a todos: el bien común.
La Doctrina Social de la Iglesia nos habla con precisión del Bien Común; algunos textos del Concilio Vaticano II y del magisterio reciente, explican su contenido y alcance.

El Bien Común del género humano se rige primariamente por la ley eterna, pero en sus exigencias concretas, durante el transcurso del tiempo, está sometido a continuos cambios. Por otra parte, la interdependencia cada vez más estrecha y su progresiva universalización hacen que el Bien Común –esto es, el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección- se amplíe cada vez más e implique por ello derechos y obligaciones que miran a todo el género humano.

La Iglesia, que tiene los mismos sujetos que el Estado, busca el Bien Común; en virtud de su compromiso evangélico, se siente llamada a estar junto a esas multitudes pobres, a discernir la justicia de sus reclamaciones y a ayudar a hacerlas realidad sin perder de vista el bien de los grupos en función del Bien Común. A ello contribuyen sus miembros, “ciudadanos de las dos ciudades”, cada uno en su sitio, en el cumplimiento de las obligaciones propias de su vocación y estado: fieles laicos, religiosos, sacerdotes. Anima a practicar la solidaridad, que no es un sentimiento de vaga compasión o de superficial enternecimiento por los males de tantas personas, cercanas o lejanas; sino la determinación firme y perseverante de empeñarse por el Bien Común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos.

El papa Francisco en la Encíclica Lumen fidei  nos habla de la fe y el bien común; es más: la fe es un “bien común”: “Por su conexión con el amor, la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz. La fe nace del encuentro con el amor originario de Dios, en el que se manifiesta el sentido y la bondad de nuestra vida, que es iluminada en la medida en que entra en el dinamismo desplegado por este amor, en cuanto que se hace camino y ejercicio hacia la plenitud del amor. La luz de la fe permite valorar la riqueza de las relaciones humanas, su capacidad de mantenerse, de ser fiables, de enriquecer la vida común. La fe no aparta del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo. Sin un amor fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres. La unidad entre ellos se podría concebir sólo como fundada en la utilidad, en la suma de intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar. La fe permite comprender la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su fundamento último y su destino definitivo en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de la edificación, contribuyendo al bien común. Sí, la fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo dentro de la Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza. (…) Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios” (n. 51).

A veces, para lograr el Bien Común hay que sacrificar algo, cada uno tiene que ceder en algo; mejor dicho: ser generoso, servicial, entregarse, ayudar a los demás.
En definitiva: “Ayuda a la Iglesia, ganamos todos”.


Carta con motivo de la LV Campaña de Manos Unidas contra el hambre 2014

Carta de D. Joaquín María López de Andújar, Obispo de Getafe, con motivo de la LV Campaña de Manos Unidas contra el hambre.

MANOS UNIDAS 2014
UN MUNDO NUEVO, PROYECTO COMÚN.

Queridos hermanos y amigos:

El deseo del Señor Jesús, que amemos al prójimo como Él nos ha amado (cf. Jn 13,34), la ley del amor, el mandamiento nuevo, lo desarrolla san Pablo en una de las manifestaciones prácticas: “Llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo” (Gal 6,2).

La LV Campaña Contra el Hambre, que Manos Unidas propone para el año 2014, tiene como lema: “Un mundo nuevo, proyecto común”; Campaña centrada en el octavo Objetivo de Desarrollo del Milenio (ODM) de los propuestos por Naciones Unidas: “Fomentar una Asociación Mundial para el Desarrollo”.

Esta insistencia en la necesidad de fomentar una alianza mundial por el desarrollo se puede formular popularmente como “Tarea de todos”.

Se entiende que tienen más responsabilidad los que más tienen y pueden: los países desarrollados o en vías de desarrollo; las grandes empresas multinacionales; que pueden tomar iniciativas políticas y económicas que hagan efectivas las mejores condiciones de vida para todos los seres humanos.

El papa Francisco dedicó el Mensaje para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero de este año, a la fraternidad, como “fundamento y camino para la paz”.

Nos decía que “la fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional. La viva conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano” (n. 1). Y, aunque la fraternidad comienza en la familia, añadía: “El número cada vez mayor de interdependencias y de comunicaciones que se entrecruzan en nuestro planeta hace más palpable la conciencia de que todas las naciones de la tierra forman una unidad y comparten un destino común” (id.).

En Manos Unidas, desde hace más de 50 años, nos facilitan este sentimiento de unidad y destino común al ponernos delante de los ojos los proyectos concretos, las necesidades materiales de algunos lugares del planeta en alimentación, educación, sanidad; que, en la Diócesis de Getafe, se ha concretado en asumir unos proyectos en Haití, India y Kenia.

“Es preciso un nuevo impulso del pensamiento para comprender mejor lo que implica ser una familia; la interacción entre los pueblos del planeta nos urge a dar ese impulso, para que la integración se desarrolle bajo el signo de la solidaridad”; estas palabras de Benedicto XVI (Caritas in veritate, n. 53) no son sólo palabras bonitas, las hacen suyas en Manos Unidas para generar y acompañar ese nuevo impulso, procurando que sean muchas las personas comprometidas en un proyecto común por un mundo más humano

Es ya una tradición que el “lanzamiento de la campaña” tenga lugar en febrero, pero también se proponen algunas ideas que son válidas durante todo el año: cenas solidarias en verano; lavado de coches, los “globos de la ilusión”; carreras solidarias,… y tener “embajadores” en las parroquias.

En mi carta del año pasado os decía: “Una vez más hemos de dar las gracias a Manos Unidas y a todos los que de forma gratuita y desinteresada dedican su tiempo y su vida a esta admirable organización católica. Especialmente quiero dar las gracias al espléndido equipo que trabaja en nuestra diócesis. Su modo de actuar pone siempre en el centro la dignidad de la persona humana, integra todas sus dimensiones y persigue el perfeccionamiento de todas sus capacidades”.

El paso del tiempo confirma los motivos de gratitud al equipo de Manos Unidas en la Diócesis, en particular a los voluntarios: generosos con su tiempo, su entusiasmo; y a tantos otros con su aportación económica directa.

Con mi bendición y afecto.

+ Joaquín María López de Andújar. Obispo de Getafe

Carta con motivo de la Vigilia de la Inmaculada 2013

Getafe, 11 de noviembre de 2013

Queridos amigos y hermanos:

     El Papa Francisco, al final de su encíclica Lumen Fidei se refiere a la Virgen María comparándola con la "tierra buena" de la parábola del sembrador (Lc. 8,15). "En la parábola del sembrador, S. Lucas nos ha dejado estas palabras con las que Jesús explica el significado de la "tierra buena": "Son los que escuchan la Palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia. En el contexto del evangelio de Lucas, la mención del corazón noble y generoso, que escucha y guarda la Palabra, es un retrato implícito de la fe de la Virgen María. El misno evangelista habla de la memoria de María, que conservaba en su corazón todo lo que escuchaba y veía, de modo que la Palabra diese fruto en su vida. La Madre del Señor es el icono perfecto de la fe, "Bienaventurada tú que has creído" (LF. 58).

     María nos guía en el camino de la fe. Necesitamos su presencia, su amor y su intercesión para fortalecer nuestra fe y para convertirnos en misioneros y testigos de la fe en medio del mundo. Necesitamos su ejemplo para ser tambíen nosotros "tierra fecunda" que escucha la Palabra con un corazón noble y generoso.

     En nuestro camino hacia la Gran Misión hemos concluido el Año de la Fe y comenzamos el Año de la Esperanza y la Virgen María vuelve a aparecer ahora ante nosotros como "antorcha de luz" que alienta nuestra esperanza, aviva en nosotros el deseo de reconocer la voz de Dios y su llamada a la Misión, nos invita a seguir sus pasos, a salir de "nuestra tierra", a fiarnos de Él y a crecer en su amor.

     La Vigilia de la Inmaculada es un momento muy especial de encuentro con María. Ante ella y bajo su mirada maternal volveré a invitar a toda la Diócesis a tener un corazón misionero, capaz de mirar con misericordia a tantos hermanos nuestros que no conocen al Señor. Pero, en esta Vigilia, la llamada a la Misión se va a concretar más. Voy a invitar a todos a ir constituyendo ya equipos misioneros, que, a lo largo del año, vayan preparando e incluso, si es posible, realizando ya de forma anticipada, proyectos misioneros, en los que se anuncie con fortaleza de espíritu, como hacían los apóstoles, en los comienzos de la Iglesia, que Jesús es el Señor. Tenemos que decir claramente a los hombre de nuestro tiempo que: "Él es la piedra que desechasteis los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos" (Hech. 4, 11-12)

     Me daría mucha alegría poder compartir con todos vosotros, en esta Vigilia, un momento intenso de oración y alabanza a nuestro Dios, que nos ha regalado a María como Madre nuestra y la ha hecho Inmaculada desde el momento mismo de su Concepción. Y, después de la Vigilia como en años anteriores, me gustaría mucho poder quedarme, con los jóvenes que quieran, toda la noche, en oración.

Con mi bendición, un abrazo muy fuerte.
firma-de-Don-Joaquin

+ Joaquín María. Obispo de Getafe

Carta a los Jóvenes con motivo de la Misión Juvenil Diocesana

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Joaquín María López de Andujar y Cánovas del Castillo

“Y le llevó a Jesús”

Carta a los Jóvenes
con motivo de la MISIÓN JUVENIL DIOCESANA

Primera Carta Pastoral del Obispo de Getafe

ÍNDICE

1. ¡Queridos jóvenes, mi alegría y mi esperanza!
2. “No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os he elegido a vosotros”
3. “Que sean uno, como tú y yo somos uno”
4. “Jesús fijando en él su mirada lo amó”
5. “No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del Maligno”
6. “Santifícalos en la verdad”
7 .Conclusión

CARTA A LOS JÓVENES CON MOTIVO DE LA MISIÓN JUVENIL DIOCESANA “Y le llevó a Jesús”(1)


1. ¡Queridos jóvenes, mi alegría y mi esperanza!:

En estos últimos años hemos tenido la oportunidad de estar juntos en numerosos momentos, tanto en grandes acontecimientos como a través de conversaciones personales. He tenido la ocasión de administraros a muchos de vosotros el sacramento de la Confirmación precedido, en bastantes casos, de reuniones muy sinceras y fructíferas; he podido caminar con vosotros -incluso físicamente-, en varias peregrinaciones y he tenido la dicha de estar con vosotros en campamentos de verano, jornadas diocesanas, proyectos sociales y otras muchas actividades juveniles.

Gracias a éstas y otras situaciones, hoy pongo nombre a muchos rostros, conozco vuestro modo de ser, y he podido observar, palpable y visiblemente, el cambio que la acción de Cristo ha producido en muchas de vuestras vidas. Cuando Cristo entra en la vida de un joven todo comienza a ser nuevo en él, su alegría se acrecienta ante el tesoro que acaba de descubrir y toda su energía interior se orienta hacia el amor a Dios y a los hermanos.

Ahora, con motivo de la Misión Juvenil Diocesana que, en comunión con las diócesis hermanas de Madrid y de Alcalá de Henares, vamos a iniciar, quisiera mostraros, una vez más, mi cariño y mi preocupación por vuestro presente y futuro, con la mirada paternal de Dios Padre, el corazón de Cristo Buen Pastor y la permanente presencia a vuestro lado del Espíritu Santo. Y quisiera también deciros que confío en vosotros y que cuento con vosotros en la aventura apasionante de la evangelización de los jóvenes. Me habéis dado muchas pruebas de confianza y estoy seguro de que, guiados por el Señor, podréis llevar -ya la estáis llevando- la luz del evangelio y el gozo del conocimiento de Cristo a muchos jóvenes y a muchos ambientes donde, normalmente, sólo por vuestra mediación y testimonio, esa luz y ese gozo pueden llegar.

Llevamos varios meses preparando la Misión Juvenil. Muchos estáis participando en esa preparación. Son numerosas las iniciativas que vais proponiendo y va creciendo en todos el deseo de anunciar a Cristo. Es, sin duda, el Espíritu del Señor el que, ante la multitud de jóvenes que en nuestra Diócesis no le conocen, nos hace sentir la urgencia de la evangelización.

A vosotros, jóvenes que, por la gracia de Dios, vais ya alcanzando una madurez en la fe, quiero dirigirme especialmente en esta carta. Quiero que seáis y os invito a ser, junto con los sacerdotes, consagrados y catequistas que os acompañan, los principales protagonistas de la Misión Juvenil Diocesana.

Desde el primer día de mi servicio ministerial como Obispo de la Diócesis de Getafe, quise presentar la evangelización del mundo juvenil como una de mis prioridades pastorales. Si los más jóvenes fueron objeto de una atención y cercanía singulares por parte de Jesús(2), ¿cómo no lo ibais a ser también vosotros para mí? Todos los días le pido a Dios que me haga sentir el amor de predilección que Jesús manifestó al joven del evangelio(3) y que nunca me canse de anunciar a Jesucristo y de proclamar su evangelio como la única y sobreabundante respuesta a las más radicales aspiraciones de los jóvenes(4).

Me dirijo a vosotros que ya vais conociendo esa respuesta y habéis ido dando importantes pasos en la fe, y tratáis de vivir vuestra juventud con una entrega decidida a Cristo, conscientes de vuestra pertenencia a la Iglesia, vinculados a vuestras parroquias, movimientos, capellanías, colegios y centros juveniles de nuestra diócesis. Y quiero hablaros, con el corazón en la mano, haciéndoos participes de mis sentimientos más hondos.

He de confesaros que, muchas veces, cuando recorro la Diócesis durante mis visitas pastorales, al fijarme en la enorme cantidad de niños, adolescentes y jóvenes que asoman por los patios de los colegios, las aulas de los campus universitarios, las plazas de los pueblos, los lugares de ocio y diversión, o los lugares de trabajo, me pregunto: ¿Habrán recibido ya la Buena Noticia del Evangelio? ¿Quién les hablará de Dios a todos ellos? ¿Qué podríamos hacer para que conociesen a Cristo? ¿Quién dará un sentido a su porvenir, a su juego y estudio, a su vida familiar y laboral, a su noviazgo y responsabilidad, a sus futuras ilusiones y desengaños en la vida? ¿Quién podrá llegar hasta esos corazones, a menudo heridos, despersonalizados, desorientados y hasta necesitados de estima? ¿Cómo acudir a una llamada de auxilio, a veces inconsciente por su parte, que brota silenciosa desde lo más profundo del corazón del largo medio millón de jóvenes que viven en el Sur de Madrid? Son situaciones en las que la mirada se hace reflejo de la de Cristo, cuando “al ver a la gente, sintió compasión de ellos”(5).

Me dirijo a vosotros, jóvenes cristianos, porque no sólo sois mi alegría sino también mi esperanza. En esta gran misión de dar a conocer a Cristo a los jóvenes, los primeros y principales evangelizadores sois vosotros, los propios jóvenes. Y sin vosotros es imposible que haya una misión juvenil. Quiero que os sintáis no sólo objeto de la solicitud pastoral de la Iglesia, sino también sujetos activos y artífices de la evangelización de los jóvenes de nuestra diócesis(6). Y sólo hay un camino para hacer partícipes a otros jóvenes del don precioso de la fe y del conocimiento de Cristo. Ese camino es el de la santidad. Sabéis, porque ya lo habéis vivido muchas veces, que la gracia de Dios hace maravillas; y que cuando uno ha experimentado en su propia vida la belleza del evangelio y de la vida cristiana, la alegría de la fraternidad y la certeza de sentirse amados por Dios, nada ni nadie podrá detenerle en la carrera hacia la santidad y en el deseo de comunicar a sus amigos jóvenes el gozo inigualable del encuentro de Cristo. Para evangelizar hace falta fervor espiritual, encuentro personal con Cristo y experiencia íntima del amor divino. Eso es la santidad.

Conservemos y acrecentemos el fervor espiritual y el anhelo de santidad. Ese es el secreto de la fecundidad apostólica. “Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo como Juan Bautista, como Pedro o como Pablo, como los otros apóstoles, como esa multitud admirable de evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia, con un ímpetu interior que ninguna fuerza fue capaz de extinguir. Sea esta la mayor alegría de nuestras vidas entregadas. Y, ¡ojalá!, el mundo actual que busca, a veces con angustia, a veces con esperanza, pueda así recibir la Buena Noticia, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de evangelizadores, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo, y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino y de implantar la Iglesia en el mundo”(7).

Nuestro Señor Jesucristo nos lo ha prometido: “El que crea en mí, hará él también las obras que yo hago y aun mayores”(8). Los santos son la prueba viva del cumplimiento de esta promesa, y nos animan a creer que ello es posible también en estos momentos difíciles de nuestra historia(9).


1 Jn 1,42 
2 Cf. Mc 10,13
3 Cf. Mc 10,21
4 Cf. Juan Pablo II. Los fieles laicos, 46 
5 MT9,36
6 Cf. Juan Pablo II. Los fieles laicos, 46
7 Pablo VI. La Evangelización del mundo contemporáneo, 80 
8 Jn 14,12
9 Cf. Juan Pablo II. Iglesia en Europa, 14


2. “No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os he elegido a vosotros”(10).

“No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca”(11). “Como el Padre me envió así os envío Yo”(12). Estas palabras de Jesús a sus apóstoles van hoy dirigidas a vosotros.

Os preguntaréis: ¿por qué nos ha elegido? ¿Por qué nos envía?

Os elige y os envía porque os necesita. Necesita brazos y corazones para trabajar en su mies. En nuestra Diócesis hay una gran multitud de jóvenes que anhelan con toda su alma una vida más digna, más feliz, una vida que les llene más. No os fijéis sólo en lo exterior, en lo que digan o dejen de decir sobre la Iglesia. Hay bastante ignorancia y bastantes tópicos sobre la Iglesia y sobre su mensaje. No entréis en discusiones de cosas abstractas. Fijaos en lo que hay en su interior; fijaos en sus búsquedas, en sus inquietudes y sobre todo en sus profundos deseos de amar y de ser amados; fijaos en el vacío de valores en el que, con mucha frecuencia, se mueven sus vidas y en su gran anhelo, muchas veces no expresado verbalmente, de una vida más auténtica.

En el corazón de todo joven hay una gran riqueza interior y una gran capacidad de generosidad. Pero esa gran capacidad de cosas grandes está, en muchos casos, sofocada y casi anulada por un modo de vivir muy superficial centrado sólo en el consumo, en el dinero y en un afán desmedido de querer disfrutar mucho de las cosas y de los otros, de manera inmediata y sin ningún esfuerzo y con unas grandes dosis de
egoísmo, pensando sólo en su propio gusto y en su bienestar. Una vida así entendida sólo produce vacío interior y malestar(13).

Vosotros sois enviados por el Señor no para proclamar verdades abstractas. El Evangelio no es una teoría o una ideología. El Evangelio es vida. “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello una orientación”(14).

Si os fuera preguntando a cada uno de vosotros cómo fue vuestra conversión vital a Cristo, seguro que me diríais: Porque viví un acontecimiento (peregrinación, jornada, retiro, campamento...) y me encontré con una persona que me llevó a Cristo. Y ese encuentro con Cristo cambió mi vida. Y me sentí muy feliz porque al fin encontré lo que durante mucho tiempo venía buscando. Y me sucedió lo que a aquel hombre que un día descubrió en el campo un tesoro y vendió todo lo que tenía y no paró hasta poder comprar ese campo y quedarse con el tesoro(15). Ese campo es la Iglesia. Y ese tesoro es Jesucristo. Y ese hombre eres tú. Y como tú hay muchos jóvenes que buscan también ese tesoro, pero no son capaces de encontrarlo por que lo buscan mal: lo buscan en campos vacíos y estériles.

Ser cristiano es descubrir a Cristo como el gran tesoro de mi vida. Un tesoro que ya nadie me podrá arrebatar. Pero un tesoro que no quiero disfrutar yo sólo. Es un tesoro inagotable y nuestra mayor felicidad es poder dar a conocer ese tesoro a los demás. Porque ese tesoro es como un manantial en el que todos pueden beber hasta saciarse sin que el manantial se agote. Y además, dando a conocer ese tesoro, ese manantial de vida, a los demás y compartiéndolo con ellos no sólo no se agota para mí sino que crece en mi corazón y descubro en él, cada vez que se lo comunico a los demás, nuevas riquezas.

Vuestra tarea como misioneros de esta gran Misión Juvenil Diocesana ha de consistir en dar testimonio de esta vida iluminada por Cristo y decir, a los cerca de seiscientos mil jóvenes de nuestra Diócesis, que son hijos de Dios y que Dios los ama inmensamente. Los ama tanto que ha entregado a su Hijo querido, Jesucristo, su Palabra, para que tengan vida por medio de Él.

El joven, aunque en muchos casos no sea consciente de ello, tiene una gran necesidad de Cristo. Y ¿por qué tiene tanta necesidad de Él? Pues sencillamente porque en Jesucristo va a descubrir el misterio de su propia persona, su identidad, va a descubrir la verdad sobre el hombre, lo que el hombre es, y va a descubrir cual es su destino y cual es su vocación y cual es la forma de vivir más conforme con la dignidad del ser humano y, en definitiva, va a descubrir aquello que le va a hacer feliz.


10 Jn 15,16
11 Jn 15,16 
12 Jn 20,21
13 Cf. Juan Pablo II. Homilía en la Santa Misa para los delegados del Foro de los jóvenes. Manila, 13 de enero de 1995.
14 Benedicto XVI. Dios es amor, 1
15 Cf. Mt 13, 44.


3. “Que sean uno, como tú y yo somos uno”(16).

Muchos de los jóvenes a los que conocéis, y con los que convivís, han perdido la unidad de vida para la que Dios les ha creado. La experiencia nos hace asociar la unidad a lo bello, lo verdadero y lo bueno. Es fundamental, que ayudéis a vuestra generación a recuperar la unidad interior que está tan amenazada por la falsa cultura de la fragmentación, que produce sujetos débiles tanto en el plano moral como psicológico, y que es fruto de la pervivencia del pecado a través de la Historia. Si buscáis esa unidad interior a través de la comunión eucarística, de la intimidad con Jesús en la oración, del sacramento de la Reconciliación, de la consecución de la concordia en vuestros ambientes, podréis contribuir eficazmente a la unidad de vuestras familias, la sociedad, la nación y de todo el mundo.

Como Obispo, sabéis que una de mis mayores solicitudes es la unidad de la Diócesis. Os pido, por tanto, que viváis con esmero el don de la unidad para que, superando todo tipo de egoísmo, particularismos eclesiales, prejuicios ideológicos, acepción de grupos y personas, desconfianzas, afectos desordenados, personalismos, sigáis dando testimonio de unidad diocesana y trabajo interparroquial, como muchas veces ya habéis demostrado, en comunión afectiva y efectiva con el Santo Padre, la Jerarquía y la Iglesia Universal, descubriendo la unidad en la pluralidad. La Delegación Diocesana de Juventud está prestando un gran servicio de comunión entre los jóvenes. Doy las gracias a todos los que colaboráis en ella. Y os animo a seguir trabajando sin descanso para que los jóvenes de nuestra diócesis vean la Iglesia como la casa y la escuela de la comunión y seamos capaces de promover “una espiritualidad de comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre”(17).

En un mundo dividido por enemistades y discordias, vuestro testimonio de unidad, favorecido por los dones del Espíritu Santo que recibisteis en la Confirmación, es clave para que vuestros amigos puedan acercarse a la Iglesia y sentirse acogidos.


16 Jn 17,11
17 Juan Pablo II. Al comienzo del nuevo milenio, 43


4. “Jesús fijando en él su mirada lo amó”(18).

Desde el momento en que Dios se hace hombre, el hombre se hace capaz de llenarse de tal forma de la vida divina que se convierte, por su unión con Cristo, en el Espíritu, en hijo de Dios por adopción y coheredero, con Cristo, de los tesoros divinos.

Este es el mensaje que vosotros, jóvenes cristianos de la Diócesis de Getafe, debéis proclamar a todos los jóvenes, sobre todo a los más desvalidos y a los más necesitados de cariño y a los que lo estén pasando peor y a los que estén más perdidos. A cada uno debéis decirle: mira a Jesucristo y déjate mirar por Él y comprenderás todo lo que realmente vales a los ojos de Dios. Es muy consolador meditar las miradas de Cristo que aparecen en el evangelio. Son miradas que transforman a las personas. Podemos poner algunos ejemplos.

Meditemos aquel momento en el que Jesús mira a la mujer samaritana(19), junto al pozo de Jacob, y le pide un poco de agua para calmar su sed. Aquella mujer se siente verdaderamente asombrada y comienza con Jesús un diálogo que cambiará su vida.

Podemos pensar en cual fue para nosotros aquel “pozo de Jacob” junto al cual encontramos a Jesús. Quizás fue una convivencia, o un grupo de confirmación, o un campamento o un encuentro fortuito con un amigo, o una peregrinación. Dios y cada uno de nosotros lo sabe. Pero lo cierto es que en ese “pozo de Jacob”, un día encontramos a Jesús y lo cierto es también que quizás el Señor nos está pidiendo en esta Misión Juvenil Diocesana que cada uno se convierta en “pozo de Jacob” para que los que en el fondo de su corazón, posiblemente sin ser conscientes de ello, están deseando encontrarse con Jesús puedan realmente descubrirle.

O meditemos aquel momento en el que Zaqueo(20), desde el árbol, ve cómo Jesús le mira y le pide que le invite a comer y él se queda sorprendido y baja corriendo para preparar el banquete. Será un banquete inolvidable que convertirá al Zaqueo egoísta y usurero en un Zaqueo justo, generoso y lleno de la luz que brota de la presencia de Cristo. Esta imagen del banquete nos recuerda inmediatamente al banquete eucarístico. La Eucaristía es el alimento de nuestras vidas. En la Eucaristía nos unimos al Señor de tal manera que nos hacemos uno con Él; nos convertimos en el Cuerpo de Cristo y edificamos la Iglesia que alaba al Señor y proclama ante el mundo, lo mismo que Zaqueo, la maravillosa misericordia de nuestro Dios.

Ojalá, en esta Misión Juvenil, muchos de vosotros os convirtáis en ese “árbol” al que puedan subirse tantos “zaqueos” tristes y vacíos, por su egoísmo, y apoyados por vosotros sean capaces de encontrar, en medio de la multitud, a Cristo y dejarse mirar por Él.

O pensemos, por ejemplo, en la mirada de Jesús a Pedro(21), después de su cobardía en la pasión cuando, interrogado por una criada del sumo sacerdote, niega ser discípulo de Jesús. La mirada del Señor, cuando se cruzan en el camino, es una mirada que a Pedro le llega al corazón de tal manera que, según dice el evangelio, salió fuera y rompió a llorar amargamente. Fue una mirada llena de perdón y comprensión que se le quedó clavada a Pedro para toda su vida, hasta el punto de convertirle en el gran apóstol, que terminaría dando la vida por Jesús, clavado también en una cruz como su maestro.

Seguro que nosotros en algún momento, cuando nos ha dado miedo dar testimonio de Cristo, también hemos sentido esa mirada de Cristo. Y también hemos llorado por nuestra cobardía. Y también hemos sentido el consuelo de su perdón.

La Misión Juvenil nos da la oportunidad de vencer miedos y complejos absurdos y, acordándonos de esa mirada de Cristo que tantas veces nos ha perdonado, ser capaces de llegar a muchos jóvenes que van por los caminos equivocados del pecado y creen que su vida ya no tiene solución, para ponerles ante la mirada de Jesús llena de amor y que esa mirada les conforte y, con la ayuda de la gracia que brota del sacramento de la reconciliación, reconstruya sus vidas.

El encuentro con Cristo siempre produce alegría. Sin embargo cuando no se sabe mirar a Cristo o se le rechaza, aparece la tristeza. Esta fue la experiencia del joven rico después de alejarse de Jesús(22). Nuestra misión diocesana ha de dirigirse también a los jóvenes que, quizás algún día, estuvieron con el Señor y después y por miedo a dejar sus “riquezas” se alejaron. Y ahora viven tristes. Posiblemente algunos compañeros vuestros, después de bautizarse, recibir la primera Comunión y hasta confirmarse, no han vuelto a aparecer por la Iglesia. Tenéis que llegar a ellos. “Vosotros sois la sal de la tierra”(23) que, esparcida por los distintos ambientes, ha de llegar a todos los rincones de los que envejecen sin Dios.

En muchos casos, evangelizaréis vuestros entornos, no tanto por la palabra cuanto por el testimonio de una vida feliz. “Los hombres de hoy están cansados de palabras y discursos vacíos de contenido, que no se cumplen. (...) Seréis verdaderos testigos cuando vuestra vida se transforme en interrogante para los que os vean y se pregunten ¿Por qué actúa así este joven?, ¿por qué se le ve tan feliz?, ¿por qué procede con tanta seguridad y libertad? Si vivís así, obligaréis a los demás a confesar que Cristo está vivo y presente”(24).

Seréis con vuestra vida respuestas vivas de Cristo: ¡El único evangelio que muchos leerán en su vida!


18 Mc 10,21
19 Cf. Jn 4,7-39
20 Cf. Lc 19,1-10
21 Cf. Mc. 14,66-72 
22 Cf. Lc 18,18-23
23 Cf. Mt 5,13
24 Juan Pablo II, Homilía de la Misa con los jóvenes, San Juan de Lagos (México), 1990. 


5. “No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del Maligno”(25).

“Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al Maligno”(26).

Dios os ha puesto en el mundo para que colaboréis con Él en la obra de la Creación y de la Redención. Cuando contemplamos todas las obras de la Creación y de la Redención, todas ellas “significan amor, y predican amor y te mandan amor” (27)¡Tan grande ha sido su amistad con vosotros! Y os sigue llamando para que podáis invitar a todos a construir con vosotros la civilización del amor.

¡Responded sin miedo a la llamada de Dios!

Esta llamada de Dios se puede concretar a través de tres cauces. ¡Estad muy atentos para descubrir qué es lo que Dios quiere de vosotros! Porque podéis estar seguros de que lo que Dios quiere para vosotros es lo que os va a hacer más felices

Por un lado la vida sacerdotal: si Jesús os pide que le representéis sacramentalmente al frente de la comunidad eclesial, en vez de huir, agradecédselo y responder con claridad. Nuestro Seminario ha crecido por la respuesta generosa de muchos de vosotros, pero sigue sorprendiendo la desproporción que existe entre aquellos a los que Dios llama y los que corresponden.

También, la vocación religiosa: son trece los monasterios contemplativos en nuestra Diócesis y muchas más las congregaciones de vida activa que vencen al Maligno diariamente con su contemplación y su caridad. La vida realizada de los jóvenes que han ingresado en ellas, es todo un reclamo de santidad para nosotros. Ellos deben participar activamente en nuestra Misión: las contemplativas con su oración y todos los consagrados dando un ejemplo de comunión eclesial y de ardor apostólico y poniendo sus casas e instituciones al servicio de este momento de gracia que vamos a vivir en la Diócesis.

Y, por supuesto, está la llamada a la santidad en la vida laical y matrimonial: las parejas de jóvenes cristianos son hoy una bendición para una sociedad necesitada de amor y de familias felices. La Iglesia y la sociedad necesitan matrimonios santos que, reflejando en su unión el amor irrevocable de Cristo a la Iglesia, sean el fundamento de familias que, a ejemplo de la familia de Nazaret, alaben a Dios y ayuden a crecer a sus hijos “en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”(28).

Recordad las palabras del Papa hace un año en Colonia: “Los santos, hemos dicho, son los verdaderos reformadores. Ahora quisiera expresarlo de manera más radical aún: sólo de los santos, sólo de Dios, proviene la verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo”(29).

Así es: en una época como la nuestra, amenazada por el laicismo, la Iglesia necesita de jóvenes laicos valientes que defiendan los intereses de Dios en los foros públicos –enseñanza, política, trabajo, diversiones-, donde otros tratan de relegarlos.


25 Jn 17,15
26 1 Jn 2,13
27 Cf. San Juan de Ávila. Tratado del Amor Divino, n. 2
28  LC 2,52 
29  Benedicto XVI. Vigilia de oración en Merienfeld, 20 de agosto de 2005. 


6. “Santifícalos en la verdad”(30).

“¡Cuántos jóvenes no han encontrado la verdad, y arrastran su existencia sin un ‘para qué’!; ¡cuántos, quizá después de vanas y extenuantes búsquedas, desilusionados y amargados se han abandonado, y se abandonan todavía, en la desesperación! ¡Y cuántos han logrado encontrar la verdad después de angustiosos años llenos de interrogantes y experiencias tristes!”(31). En los últimos siglos se ha tratado de sustituir la certeza por la sospecha y la verdad por el relativismo, pero no han logrado, ni lograrán nunca, apagar el esplendor de la verdad y el atractivo natural humano hacia lo que corresponde realmente a los deseos del corazón. Si tenéis pasión por la verdad ésta os hará libres y ayudaréis a los demás en su camino hacia la santidad.

Dios quiere que en esta Misión os convirtáis en auténticos servidores de la verdad. Jesús, Hijo de Dios hecho hombre es la Verdad. El Evangelio que nos ha sido confiado es la Palabra de la Verdad. “Una Verdad que nos hace libres y que es la única que procura la paz del corazón. Esto es lo que la gente va buscando cuando les anunciamos la Buena Nueva: van buscando la verdad acerca de Dios, la verdad acerca del hombre y de su misterioso destino, la verdad acerca del mundo”(32). Nosotros no somos los dueños de la Verdad. Somos servidores de la Verdad, herederos de la Verdad. Estamos al servicio de la Verdad. Una Verdad que nos ha sido entregada por la Iglesia.

“El evangelizador será aquel que, aún a costa de sacrificios y renuncias, busca siempre la verdad que debe trasmitir a los demás. Ni vende, ni disimula la verdad por deseo de agradar a los hombres o de causar asombro, ni por originalidad o deseo de aparentar. No oscurece la verdad revelada por pereza de buscarla, por comodidad o por miedo. No deja de estudiarla. La sirve generosamente sin avasallarla”(33).


30  Jn 17,17 
31  Juan Pablo II. Discurso a los jóvenes, Roma 13 de octubre de 1979. 
32  Pablo VI. La evangelización del mundo contemporáneo, 79 
33 Ibíd.


7. Conclusión:

Andrés pasó una tarde con Jesús, vio dónde vivía, se entusiasmó y, convencido de que había encontrado a alguien excepcional, en cuya compañía todo encontraba sentido, se quedó con Él. Aquél discípulo descubrió entonces, que para hablar bien de Jesús, no hay más que amarle. La consecuencia del amor es el apostolado. Andrés fue donde estaba su hermano Simón, “y le llevó a Jesús (34)”.

Sabed, que los jóvenes sois los primeros evangelizadores de los jóvenes. Así lo señaló el Concilio Vaticano II(35).

Ciertamente, -como apunté hace unos meses al prologar nuestro Proyecto Diocesano de Juventud-, “es muy grande la tarea que hemos de realizar. Son muchos los jóvenes que, inmersos en una cultura alejada de Dios, se sienten perdidos ‘como ovejas sin pastor’(36). Pero también sois muchos los que en nuestra diócesis, tocados por el Espíritu Santo, habéis escuchado la llamada del Señor y deseáis con todo el corazón ayudar a los jóvenes a encontrarse con Cristo. La misión que se nos confía es inmensa y apasionante. Sabemos por experiencia que, como la tierra fecunda de la parábola(37), hay mucha gente joven esperando que algún sembrador deposite en ellos la semilla de la Palabra. No podemos defraudarles. Confiemos en la fuerza de la Palabra. Dejémonos guiar por el Espíritu Santo, que hará posible que en nuestra debilidad se manifieste el poder de Dios”(38).

Encomendamos a Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de la Diócesis, a los jóvenes de Getafe, para que ella los cuide y eduque con el mismo cariño y la misma ternura con que lo hizo con Jesús. Y en sus manos ponemos nuestra Misión Juvenil Diocesana.

¡Señor Jesús, Vida de cuantos nos acercamos a Ti!
Bajo tu amorosa Providencia ponemos nuestro ardor misionero...

¡Danos a tu Madre, la Virgen!
Que Ella nos eduque el corazón para la entrega cada día de esta Misión Juvenil.
Con Ella deseamos vivir el amor de hijos, queremos ser discípulos amados junto a la Cruz.

Con Ella, mujer de oración profunda,
queremos saborear la Palabra auténtica del Evangelio para hacerla vida en nosotros
y llegar a todos los jóvenes,
para que los alejados vuelvan al calor de la Iglesia, los indiferentes sientan la mirada de Jesucristo,
y todos renovemos la alegría de ser católicos.

¡Jesús! Danos la gracia de ser luz en el mundo
y conviértenos en tus jóvenes misioneros,
ya que nos comprometemos para colaborar generosamente en las actividades de la Misión Juvenil
para que nada de este amor se pierda.

¡Vive Tú en nosotros, vive en el mundo!. Amén.

¡Jóvenes misioneros de Getafe, confiad en el Señor, acogeos al amor maternal de la Virgen María y, sin ningún temor, dejaos empujar por el Espíritu!

Os abraza y bendice, vuestro Obispo:

Getafe, 15 de Agosto, Solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los Cielos, del año 2006.

+ JOAQUÍN MARÍA Obispo de Getafe


34 Jn 1, 42
35 Cf. Concilio Vaticano II. Decreto sobre el apostolado de los laicos, 12.
36 Mt 9,36
37 Cf. Mt 13,23
38 Delegación de Juventud. Proyecto de Evangelización de los jóvenes de la Diócesis de Getafe, “Jóvenes en la Iglesia, cristianos en Getafe”. 2004, pág. 10.

Carta de los obispos con motivo de la elección del Santo Padre

Queridos diocesanos de Getafe,
hermanos y amigos en el Señor.

Con inmensa alegría hemos recibido el anuncio del nuevo Sucesor de Pedro. Tras la renuncia al ministerio petrino de Benedicto XVI, por quien seguimos dando gracias a Dios, la barca de la Iglesia vuelve a tener en el Papa Francisco al Vicario de Cristo en la tierra.

En sus primeras palabras a los fieles de la diócesis de Roma y de toda la Iglesia católica, el Papa Francisco ha pedido que oremos por él. Hagámoslo con especial intensidad confiando en el poder de la oración realizada en la comunión de la Iglesia.

Pidamos al Señor que conceda al Papa Francisco ser principio y fundamento visible de la unidad de la fe y de la comunión de la Iglesia, que su palabra y su ejemplo sean provechosos al Pueblo que le ha sido confiado, y que en el ejercicio de su ministerio nos confirme siempre en la fe, según la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, Pastor Supremo de la Iglesia universal.

Pidamos también al Señor que conceda a todos los fieles permanecer siempre en la concordia de la comunión de la Iglesia bajo la guía del Papa Francisco, de modo que acojamos sus orientaciones y enseñanzas con leal obediencia, y contribuyamos, cada uno según su propia vocación, a edificar el Templo vivo de la Iglesia entregándonos con empeño a la tarea de la nueva evangelización.

¡Oremos por nuestro Papa Francisco!

¡Ad multos annos!


En Getafe, a 19 de marzo de 2013
Solemnidad de San José,
custodio del Redentor y Esposo de la Santísima Virgen María,
comienzo del Pontificado de Su Santidad el Papa Francisco.

+ Joaquín López de Andújar y Cánovas del Castillo,
Obispo diocesano de Getafe.

+ José Rico Pavés,
Obispo Auxiliar de Getafe.

Carta a los niños

Queridos niños:

¡el Año de la Fe también es para vosotros!

¿Sabíais que en la Iglesia estamos celebrando un "Año de la fe"? El año empezó en el mes de octubre de 2012 y terminará en noviembre de 2013. Durante este tiempo los católicos tenemos una tarea muy importante que cumplir: debemos demostrar a todos, también a los que no están en la Iglesia, que la fe nos hace alegres y que esta alegría es contagiosa.

Algunos piensan que los cristianos somos personas tristes. Pero vosotros sabéis muy bien que eso no es así. Quien conoce a Jesús y vive como amigo suyo descubre la alegría más grande y esa alegría, aunque haya problemas y dificultades, nadie nos la puede quitar.

En este Año de la fe podéis descubrir el secreto de la alegría cristiana. ¿Cómo? Es muy sencillo. Os proponemos tres caminos: amar más a Jesús, dar gracias a Dios por la Iglesia y cada día hacer una obra buena.

Para amar más a Jesús es necesario conocerlo cada día más. Todos sabemos que a las personas las conocemos, sobre todo, cuando tratamos con ellas. Así pasa también con Jesús: es muy útil que leamos cosas sobre Él, o que escuchemos lo que otros nos dicen sobre Él, pero lo más importante es que tratemos directamente con Él. Por eso, además de aprender cosas de Jesús en la catequesis o en el colegio, es importantísimo que recemos, es decir, que hablemos con Jesús. En la oración, hecha a solas o con toda la Iglesia en las celebraciones litúrgicas, podemos conocer y amar más a Jesús.

Es también muy importante amar cada día un poco más a la Iglesia. Gracias a la Iglesia hemos podido conocer a Jesús. En la Iglesia encontramos primero a nuestra familia, a los amigos, a los catequistas y profesores, a las monjas y a los sacerdotes, al obispo y al Papa... y cada uno tiene una tarea dentro de ella. El Señor nos llama a todos a ocupar un lugar en su Iglesia. Cada uno tiene una misión dentro de ella. ¿Cuál es la tuya?

Por último, para contagiar alegría a los demás, hay que procurar portarse siempre bien. El Señor decía que hay más alegría en dar que en recibir. El cristiano busca siempre hacer el bien a los demás. De esa forma contagia alegría y él mismo recibe una alegría cada vez mayor.

Nadie ha estado tan cerca de Jesús como su Madre, la Virgen María. Ella también es nuestra Madre y nos invita siempre a hacer lo que Jesús nos diga. Si lo cumplimos, habremos encontrado la alegría.

Recemos al Señor y pidamos unos por otros, para que este Año de la fe nos sirva a todos para descubrir la alegría de creer y el entusiasmo de contagiar la fe.

¡Que el Señor os bendiga!

Vuestros obispos

Carta con motivo del Día del Seminario 2013

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Queridos hermanos y amigos:

El próximo domingo día 17 de Marzo, el más cercano a la fiesta de S. José, celebraremos el Día del Seminario.

Os invito en este día a mirar con mucho cariño nuestros dos Seminarios, el de Rozas de Puerto Real y el del Cerro de los Ángeles, donde se están formando los futuros sacerdotes de la Diócesis. Hemos de sentir nuestros Seminarios, Mayor y Menor, como algo muy querido, que debemos ir sacando adelante entre todos, también económicamente. Especialmente os invito a renovar y fortalecer vuestra oración por las vocaciones sacerdotales y a estar muy atentos a todos aquéllos que en vuestras comunidades parroquiales, asociaciones, colegios o movimientos, manifiesten signos de una llamada del Señor al sacerdocio. Es muy importante que, entre todos, seamos capaces de crear un clima favorable, una espiritualidad vocacional, para que los niños o jóvenes que sientan esta llamada se vean acompañados en su crecimiento espiritual para llegar a ser capaces de responder con un “sí” generoso a lo que Dios quiere de ellos.

Nuestra diócesis es muy grande, tiene muchas necesidades pastorales y, como todos podéis comprobar, necesita más sacerdotes, por eso, a la vez que os animo a pedir insistentemente a Dios que “mande obreros a su mies”, también os sugiero que reflexionéis sobre cuál es la razón de esta insuficiencia de sacerdotes. El Papa Pablo VI decía: “El problema del número insuficiente de sacerdotes afecta de cerca a todos los fieles, no sólo porque de él depende el futuro religioso de nuestra sociedad, sino también porque este problema es el índice justo e inexorable de la vitalidad de la fe y del amor de cada comunidad parroquial y diocesana y testimonio de la salud moral de las familias cristianas” (Pablo VI, Radiomensaje, 11 de abril de 1964).

En este punto de la vitalidad cristiana tenemos que insistir. Es verdad que hoy se hace difícil el camino de la fe y que, en muchos, la fe se debilita. Pero también es verdad, y esto es un gran motivo de esperanza, que hay mucha vitalidad cristiana en el seno de nuestra Iglesia. Yo gozo, en las Visitas Pastorales y en los numerosos encuentros que tengo con vosotros, sintiendo el calor de vuestra fe. Son muchas las familias y los jóvenes que, en medio de las dificultades del momento presente, animados por la gracia divina y sostenidos por la oración, los sacramentos y la caridad, manifiestan una fe viva y confesante y dan frutos admirables de santidad y de fecundidad apostólica.

A todos vosotros, que lleváis a Cristo en vuestro corazón, os animo encarecidamente, en este Día del Seminario, a que seáis siempre fieles a la llamada de Dios y a vencer los miedos y las desconfianzas que impiden dar una respuesta valiente al Señor.

Animo a las familias cristianas a favorecer e impulsar la fidelidad a la voluntad de Dios de vuestros hijos. Tener un hijo sacerdote es el mayor regalo que Dios puede hacer a una familia. Él termina convirtiéndose en el guía espiritual de toda la familia, y la va acompañando en los momentos más importantes de la vida, alegres y tristes, llevándoles el amor y la esperanza del Señor.

Animo también a los catequistas y educadores a ofrecer a los niños y a los jóvenes un camino de crecimiento en la fe que les haga capaces de acoger con gozo la llamada de Dios. Las vocaciones surgen dentro de las familias y las comunidades cristianas que viven un intenso clima de fe, un testimonio generoso de adhesión al evangelio y una pasión misionera que, alimentada por la participación en los sacramentos y por una fervorosa vida de oración, induce al don total de sí mismo por el Reino de Dios.

Y, especialmente animo a los sacerdotes a ser los primeros en alentar y cuidar las vocaciones sacerdotales. Ellos, con el testimonio gozoso de su fe, su celo apostólico y su amor a la Iglesia, que se hace visible en el amor a su Diócesis y a su Seminario, están llamados a transmitir a los jóvenes el vivo deseo de responder generosamente y sin demora a Cristo, que les llama a seguirlo de cerca. Es fundamental que los jóvenes descubran en sus sacerdotes la fecundidad de una tarea entusiasmante que llena sus vidas de plenitud y que, en medio de tantas propuestas superficiales y efímeras, sientan la atracción hacia los grandes valores, las altas metas, las opciones radicales, para un servicio a los demás siguiendo a Jesucristo, Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas.

Queridos jóvenes, guiados por vuestros sacerdotes y siguiendo su ejemplo, no tengáis miedo de seguir a Jesús y de recorrer con intrepidez los exigentes senderos de la caridad y del compromiso generoso. Así seréis felices de servir, seréis testigos del gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un amor infinito y eterno y aprenderéis a dar “razón de vuestra esperanza” (I Pe 3,15) (Cfr. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada de Oración por las Vocaciones, 2013)

Pidamos a la Virgen María que mire con bondad a la Iglesia de Cristo que camina en esta Diócesis de Getafe y nos alcance de su Divino Hijo muchos sacerdotes santos que hagan visible entre los hombres el amor del Corazón de Cristo.

Con mi bendición y afecto.

+ Joaquín María. Obispo de Getafe.
18 de Febrero de 2013

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