HOMILÍA EN LA INSTITUCIÓN DE LECTORES Y ACÓLITOS
Diócesis de Getafe – Basílica del Sagrado Corazón de Jesús Cerro de los Ángeles, 18 de diciembre de 2020

No temas acoger a María (Mt 1, 20)
Cuando apenas queda una semana para la celebración de la Navidad, la liturgia de Adviento nos invita a dirigir nuestra mirada de fe a los momentos previos al nacimiento del Salvador. Acoge bien el nacimiento del Hijo de Dios quien aprende de las palabras, gestos y acciones de san José y de la Santísima Virgen María las virtudes que debemos ejercitar en estos días. Al sí de María, sigue el sí de José. San José, como padre en la sombra, es llamado para custodiar al Redentor, lo cual implica acoger a María. La petición que recibe san José poco después de entrar el Hijo de Dios en este mundo será la misma que el Hijo de Dios, crucificado, realizará al discípulo amado: recibir en casa a María como Madre. El Verbo encarnado se desarrolla humanamente en el seno materno, nace y crece en edad, sabiduría y gracia bajo el patrocinio de san José que custodia al Hijo y a la Madre. Misterio admirable de la Providencia: san José es elegido para ocultar al Salvador; los apóstoles serán llamados para anunciarlo al mundo entero. Para manifestar con palabras y hechos que solo en Cristo está la salvación, primero es necesario ocultarse con Él, custodiarlo en lo más íntimo de la propia vida, como san José, acogiendo a la Virgen María.

En el calendario litúrgico del Rito Hispano-Mozárabe hoy se celebra una fiesta entrañable: “la expectación del parto”. La tradición atribuye a san Ildefonso de Toledo la composición de los textos de la liturgia de este día. El anuncio del profeta, que hemos escuchado en la primera lectura, mirad que llegan días (Jer 23, 5), aviva el deseo y sostiene la esperanza: en las entrañas purísimas de María, por obra del Espíritu Santo, crece el vástago, legítimo descendiente de David, gracias al sí de san José, esposo de la Virgen María. El Señor es fiel y cumple su promesa.

Pues precisamente en este día, cuando la liturgia nos llama a imitar a María y a José para prepararnos al nacimiento del Salvador, celebramos con alegría la institución como lectores y acólitos de seis miembros de nuestro Seminario Diocesano. ¿Acaso no es este un momento muy importante en la gestación de los futuros sacerdotes? La liturgia de Adviento, a la vez que nos prepara de manera siempre renovada a revivir el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre, ilumina el misterio de la vocación, de la gestación y del nacimiento de los nuevos sacerdotes. ¿Qué son los años del Seminario sino disponibilidad a la acción del Espíritu Santo, tras escuchar la llamada del Señor, para que modele con su acción a Cristo Sacerdote en el seminarista? ¿Qué es un seminario sino un nuevo hogar de Nazaret, donde Cristo Sacerdote crece en los que han sido llamados, junto a María y José? Bajo la sombra de san José y de la mano de María, el seminarista va siendo configurado a Cristo en trato creciente de identificación con Él.

Por eso, la institución de los ministerios no es simplemente la asignación pública de unas tareas que, sin duda, ya habéis ejercitado en muchas ocasiones. Recibir el lectorado y el acolitado en el camino al sacerdocio es antes un nuevo paso en vuestra configuración en orden al sacerdocio que el encargo de unas tareas. A los que vais a ser instituidos lectores, el Espíritu Santo os modela a imagen de Cristo Palabra, para que vuestros labios se habitúen a custodiar la Sabiduría evangélica que un día deberéis transmitir en nombre de la Iglesia, como anunció el profeta Malaquías: Pues la boca del sacerdote atesora conocimiento y a él se va en busca de instrucción, pues es mensajero del Señor del universo (Mal 2, 7). Acomodad vuestra palabra a la Palabra con mayúscula: saboreadla, meditadla, estudiadla y custodiadla para que un día la proclaméis viva y eficaz.

A los que vais a ser instituidos acólitos, el Espíritu Santo os modela a imagen de Cristo Comunión, para que vuestras manos sean portadoras del Sacramento de amor. Que vuestras manos se desgasten en obras de caridad hacia todos sin distinción, pues sólo las manos desgastadas por amor son dignas de llevar el Sacramento de Amor.

Queridos seminaristas que vais a ser instituidos lectores y acólitos, hoy el Señor toma vuestros labios y vuestras manos, para que proclaméis su Palabra y seáis ministros suyos, en el Sacramento de la Comunión. Mirad que llegan días en que, siendo ya del todo y para siempre de Cristo, diréis: Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre. Mientras llega ese día, necesario es que dejéis crecer a Cristo en vosotros contando siempre con el ejemplo e intercesión de María y José. Como a san José, hoy el Señor os dice: no temas acoger a María (Mt 1,20).

¡Nada sin María! ¡Todo con Ella!
+ Ginés, Obispo de Getafe