La última Visita Ad Limina

Según una costumbre multisecular, los obispos diocesanos acuden cada cinco años a Roma para encontrarse personalmente con el Papa, ponerle en conocimiento del estado de las Iglesias particulares que presiden y venerar los sepulcros de los ápostoles Pedro y Pablo. Esto es lo que se conoce con el nombre de Visita Ad Limina.

Nuestro Obispo D. Francisco estuvo con el Santo Padre en Roma desde el día 10 hasta el 16 de noviembre con el fin de ponderle al corriente de la marcha de la recientemente creada Diócesis de Getafe.

En la carta que reproducimos a continuación D. Francisco nos relata cómo fue su encuentro.

Carta con motivo de su Visita Ad Límina

Queridos diocesanos:

La visita Ad Limina Apostolorum tiene un valor excepcional para manifestar la misión evangelizadora de la Iglesia, por la profesión de la fe, en comunión íntima con el sucesor de Pedro y los Obispos, que hemos actualizado en la celebración con el Santo Padre en una capilla privada, en ambiente de oración prolongado y en las celebraciones en las grandes Basílicas de los apóstoles que llamamos columnas de la Iglesia, San Pedro y San Pablo.

Uno de los momentos más importantes dentro del apretado programa que tiene la visita es la audiencia privada con el Santo Padre. Hemos podido comprobar que mantiene una lucidez extraordinaria y un inequívoco sentido del humor, que provoca inmediatamente la sensación de estar "como en casa". Así lo hemos sentido sobre todo en la sobremesa de la comida fraterna que, en grupos reducidos, tuvimos con él.

En la audiencia privada se interesó por el desarrollo de la diócesis, esta diócesis "de mucha gente"-como EL mismo expresó- y de tan marcado ambiente suburbano, destacando el crecimiento de las vocaciones sacerdotales en toda la provincia eclesiástica de Madrid y la puesta en marcha de los seminarios de las dos diócesis de reciente creación -Alcalá y Getafe- así como la creación de la Facultad de Teología San Dámaso como respuesta a la necesidad de preparar sacerdotes y laicos, "para dar razón de nuestra esperanza".

Mostró interés también por el continuo crecimiento de la diócesis -por el número de parroquias existentes- y la necesidad de ir creando otras nuevas y dividiendo las que se hacen inabarcables por el excesivo número de feligreses. Es imprescindible que el Evangelio ilumine la vida de los hombres con el testimonio de los creyentes, coherente con la fe que profesan.

El Santo Padre tenía conocimiento de todo esto y de la puesta en marcha de la evangelización a través de la creación de las distintas delegaciones y del Plan Diocesano de Pastoral, gracias al completo informe sobre la diócesis enviado con antelación.

El os envía a todos un saludo cordial y la bendición a los habitantes de esta diócesis y un "abrazo" para los sacerdotes.

En las reuniones con todos los dicasterios, que fueron intensas, afloraron todos los problemas que tiene la sociedad actual en España y en el mundo, y que necesariamente deben ser asumidas e iluminadas por la Iglesia. Ha sido una constante el unir la nueva evangelización a la divulgación y asimilación del Nuevo Catecismo de la Iglesia de cuya edición vaticana el Santo Padre nos hizo un obsequio a todos los obispos.

El paso por las Congregaciones es una mirada amplia al mundo y nos hace sentir vivamente la Iglesia universal. Este sentimiento se acentuó, como es normal, en la Congregación para la evangelización de los pueblos, como urgencia de concretar el impulso misionero desde la iglesia española tan claramente pionera en las misiones y no sólo por su aportación material sino principalmente por sus colaboraciones con agentes de pastoral. La gran riqueza de la presencia en nuestra diócesis de comunidades religiosas tanto de vida contemplativa como activa es signo de esperanza cierta.

Sobre el problema de la pastoral de los jóvenes era manifiesto el éxito de la peregrinación a París, de cuyos resultados se están haciendo estudios sociológicos que contribuirán a la preparación del proyecto para el año 2000.

Un motivo de profunda santificación es el reconocimiento de una iglesia que en todos sus miembros se siente misionera , capaz de infundir esperanza a toda la desesperanza que aparece en tan variadas formas en todos los lugares de la tierra.

Os recomiendo la lectura sosegada del discurso que nos dirigió Juan Pablo II a los obispos al termino de la "visita ad limina".