+ José Rico Pavés,
Obispo Auxiliar de Getafe

Cuando el papa Pío XI instituyó la fiesta de Jesucristo Rey, en 1925, estableció además que en ese día se renovara anualmente la consagración de todo el género humano al Sagrado Corazón de Jesús, llevada a cabo por el papa León XIII, en 1899, y actualizada por san Pío X. Secundando la decisión del Sucesor de Pedro, surgió entonces, por iniciativa primero de seglares, la idea de consagrar España al Corazón de Jesús, como ya habían hecho antes otras naciones, y con ese motivo erigir un monumento al Sagrado Corazón en un lugar especialmente significativo. El 30 de mayo de 1919, en el lugar que ahora nos encontramos, bautizado siglos atrás con el nombre bendito de la Virgen María, Nuestra Señora de los Ángeles, centro geográfico de la península ibérica, se llevó a cabo la deseada consagración de España al Corazón de Cristo y fue bendecido el monumento dedicado a Nuestro Señor, Redentor del mundo y Rey de Reyes, levantado sobre la columna en la que reza Reino en España, declarando así cumplida la promesa hecha al Beato Bernardo de Hoyos, s.j.

Al cumplirse el centenario de aquella consagración, el papa Francisco concedió a la diócesis de Getafe un Año jubilar que comenzó el 2 de diciembre del pasado 2018, primer Domingo de Adviento, y hoy, 24 de noviembre de 2019, solemnidad litúrgica de Jesucristo Rey del Universo, llega a su fin. Durante un año completo hemos tenido la oportunidad de participar en los misterios de la vida de Cristo que celebramos en la liturgia, desde el Corazón de Cristo. Es decir, se nos ha regalado un tiempo de gracia y de perdón para que, poniendo nuestra mirada de fe en el misterio del amor de Dios que se nos revela en el Corazón de Jesús, experimentemos cómo sus heridas nos han curado (1 Pe 2, 24).

Sorprendentemente, cuando celebramos la soberanía del amor de Jesucristo Rey, la liturgia nos invita a contemplar una vez más -como en seguida escucharemos- a Cristo Crucificado. Cuando a los ojos del mundo aparece derrotado, Jesús anuncia su victoria, y al Buen ladrón, que le pide ser recordado cuando llegue a su reino, le promete que estará con Él en el paraíso (cf. Lc 23, 42-43). Es en el misterio de la cruz donde se nos ha revelado el amor infinito de Dios hacia cada uno de nosotros, amor hasta el extremo (cf. Jn 13, 1). Ha sido en la cruz donde el costado de Cristo, abierto por la lanzada del soldado, nos ha mostrado los tesoros infinitos del amor divino: Y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis (Jn 19, 34-35).

Las palabras del Discípulo Amado nos ayudan a comprender que lo que acontece junto al Corazón traspasado de Cristo no puede ser referido mediante el solo relato de los hechos, sino que, de los hechos vistos, hay que dar testimonio, para que también otros crean y comprueben admirados cómo se cumplen las promesas de Dios custodiadas en las Escrituras. Cuando llegamos al final de este año jubilar, en que hemos sido atraídos por el Corazón de Cristo, cuyas heridas nos curan, permítanme poner voz al agradecimiento inmenso por la abundancia de gracias concedidas en este tiempo dando rápido testimonio de lo que hemos visto y oído.

Después de tres años de intensa preparación inmediata, con relevo al frente de nuestra Iglesia diocesana y actualización continua del equipo encargado de sostener la organización del centenario, el Domingo 2 de diciembre de 2018, en este mismo lugar dio comienzo el Año jubilar. El Nuncio de Su Santidad en España presidió la celebración de la Santa Misa y la apertura de la Puerta santa. La presencia del Nuncio hizo visible nuestra condición gozosa de hijos de la Iglesia Católica, congregados en unidad bajo la guía del Papa Francisco, a quien renovamos nuestra filial adhesión como Sucesor de Pedro y agradecemos infinitamente la concesión del Año jubilar. La apertura de la Puerta Santa hizo que volviéramos a escuchar con fuerza las palabras del Buen Pastor: Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará (Jn 10, 9). La puerta abierta es el costado traspasado del Redentor cruzando el cual recibimos el abrazo misericordioso de Dios que se nos regala en el Corazón de Cristo. Durante el Año jubilar que ahora termina han sido más de cien mil las personas que han cruzado la Puerta Santa y han recibido la Corazonada, documento que simbólicamente certifica haberse acercado durante este año a recibir la gracia de la indulgencia jubilar. En los próximos días se publicarán los datos exactos de los peregrinos que, bajo la organización del Centenario, han acudido -y siguen acudiendo- al Cerro de los Ángeles. Todas las diócesis españolas han estado representadas, algunas con peregrinaciones capitaneadas por sus obispos, otras a través de parroquias, movimientos, congregaciones e institutos de vida consagrada, colegios, asociaciones canónicas y civiles. No han faltado tampoco peregrinos venidos de otras naciones vecinas de Europa y América, además de representantes aislados de otros continentes. El Cerro de los Ángeles ha contemplado la belleza de la Iglesia Católica y la singular vocación misionera de España, como recuerda uno de los motivos escultóricos que acompaña el monumento al Corazón de Jesús.

No había pasado una semana del comienzo del Año jubilar cuando celebramos la Vigilia de la Inmaculada, en que la Diócesis de Getafe, como tal, y más de mil fieles, sumando personas particulares y familias completas, realizamos la consagración al Corazón Inmaculado de María. Hicimos así visible lo que sucedió en el Calvario: antes de que el costado de Cristo crucificado fuera traspasado por la lanza del soldado, Jesús mismo nos entregó a María como Madre, para que comprendiéramos que entrar en su costado y gustar las delicias de su amor, es sólo posible si vamos de la mano con María. Como un estribillo destinado a grabarse en el corazón, hemos repetido desde entonces “Nada sin María. Todo con Ella”. No es exagerado reafirmar que, si el Año jubilar hubiera terminado tras aquella Vigilia de la Inmaculada, habríamos quedado más que satisfechos…

Pero el Señor quería que recibiéramos mucho más. ¿Cómo no dar gracias a Dios por las peregrinaciones de todas las parroquias de la Diócesis de Getafe, agrupadas en arciprestazgos, que han permitido recuperar la vivencia más cuidada de los primeros viernes de mes? ¿Cómo no dar gracias a Dios por los cuatro simposios, de espiritualidad, historia, teología y doctrina social, que nos han permitido generar un cuerpo renovado de enseñanzas, de enorme importancia para seguir fortaleciendo la vida cristiana a partir del misterio del Corazón de Cristo? ¿Cómo no dar gracias a Dios por el título de Basílica Menor concedido por la Santa Sede a este Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, en documento fechado el 25 de marzo de este año? ¿Cómo no dar gracias a Dios por la peregrinación de la Asamblea Plenaria de los obispos de la Conferencia Episcopal Española el pasado 3 de abril del presente año? «Expresamos nuestra inmensa gratitud a nuestros hermanos obispos que, con el lenguaje de los gestos, tantas veces más elocuente que las palabras, se han hecho ellos mismos peregrinos que se dejan curar por las heridas de Cristo. Nuestra gratitud se convierte en oración confiada por todos y cada uno de ellos, muchos de los cuales han acompañado además a feligreses de sus diócesis en la peregrinación al Cerro de los Ángeles durante este Año jubilar». ¿Cómo no dar gracias a Dios por la Congregación de la Virgen Nuestra Señora de los Ángeles? En el día más importante de las fiestas de Nuestra Patrona, “la bajada de la Virgen”, coincidiendo providencialmente con el día exacto que se cumplía el centenario de la consagración de España al Corazón de Jesús, el 30 de mayo, se realizó una estación con la imagen de la Patrona, vuelta al monumento, para que pidiéramos a la Virgen un corazón renovado de cara a la celebración que un mes después tendría lugar. ¿Cómo no dar gracias a Dios por el vigésimo quinto aniversario de Nuestro Seminario Diocesano de Getafe “Ntra. Sra. De los Apóstoles”, que la Providencia ha querido que coincidiera con este Año jubilar? La peregrinación a Roma y el encuentro en la audiencia con el papa Francisco han sido, sin duda, una expresión más de la ternura del amor de Dios, que nos ha prometido enviar sacerdotes según su Corazón.

Llegamos luego al último fin de semana del mes de junio, una vez más de manos de la liturgia, para celebrar de una manera singular la Solemnidad del Corazón de Jesús, en un viernes que nos introdujo en la celebración de la renovación de la consagración. ¿Cómo no dar gracias a Dios por los cinco jóvenes que recibieron la ordenación sacerdotal ese día? ¿Cómo no dar gracias a Dios por los más de tres mil niños, jóvenes, adultos, -seglares, personas consagradas y sacerdotes- que pasaron la noche en oración con el Santísimo Sacramento? ¿Cómo no dar gracias a Dios por la Santa Misa celebrada en el altar superior del monumento, aún de noche, con los más de doscientos voluntarios, que, al terminar, cuando despuntaba el alba, marcharon a sus puestos con el corazón inflamado en el Amor de Dios para acoger a los peregrinos?

Y así amaneció el 30 de junio, día en que vivíamos la primera ola de calor del verano, singular en este caso por tener su origen en el centro de la península, acaso por nacer del Corazón divino, que había anunciado: ¡He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! (Lc 12, 49). A los doce mil peregrinos, acompañados de un centenar de sacerdotes y una veintena de obispos, se unieron miles de fieles que siguieron la celebración por televisión. Al igual que había sucedido hace cien años, el Nuncio leyó la bendición del Papa Francisco, el Cardenal Arzobispo de Madrid presidió la Santa Misa y el Primado de España, Arzobispo de Toledo, dirigió la exposición y adoración del Santísimo que prolongó la celebración de la Eucaristía. Fue en ese momento cuando el silencio de la adoración dio paso a la oración del pueblo fiel aquí congregado que, a una voz, leyó la oración de renovación de la consagración de España al Corazón de Jesús: «Reunidos en tu Nombre, que está por encima de cualquier otro nombre, renovamos la consagración que fue hecha aquí hace cien años a tu Sacratísimo Corazón, en el cual habita la plenitud de la verdad y la caridad. Al renovar la consagración de España, los fieles católicos expresamos nuestro ferviente deseo de corresponder con amor a la rica efusión de tu misericordia, impulsando, en comunión con toda la Iglesia, una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría del Evangelio […] Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de las ciencias y de las letras, y en nuestras leyes e instituciones». ¿Cómo no dar gracias a Dios por nuestro Coro y Orquesta de la Diócesis de Getafe que nos hizo gustar, con su música y cantos, la Bondad del amor del Dios? ¿Cómo no dar gracias a Dios por el comportamiento ejemplar de quienes participaron en las celebraciones de esos días y por la colaboración leal y generosa de las instituciones municipales, autonómicas, nacionales, civiles y militares, que permitieron el desarrollo ejemplar de todos los actos? Cuando pensábamos que la celebración del año jubilar bajaría su intensidad, el Señor nos volvió a sorprender con una respuesta creciente de peregrinos que, tras la celebración del 30 de junio, se han acercado al Cerro de los Ángeles. Desde septiembre hasta el día de hoy nos ha acompañado el aviso de “aforo completo” durante los fines de semana. ¿Cómo no dar gracias a Dios por el Congreso de Evangelización, que nos ha mostrado la audacia que el Espíritu Santo suscita en tantas personas buenas implicadas, por caminos antiguos y nuevos, en la tarea evangelizadora de la Iglesia? ¿Cómo no dar gracias a Dios por los eventos culturales, deportivos, musicales e incluso ecológicos que en torno al Corazón de Cristo se han desarrollado durante este año?

Al dar testimonio de lo visto y oído, permítanme, para terminar, hacer mención sin nombrar, a quienes han hecho posible este año por dentro y por fuera. Por dentro, sosteniendo con su oración, entrega y sacrificio todas las celebraciones y eventos. ¿Cómo no dar gracias a Dios por todas las personas consagradas, las de vida activa y las que desde la vivencia fiel de la clausura nos han acompañado en estos meses? ¿Cómo no dar gracias a Dios, de forma muy especial e intensa, por nuestras Madres Carmelitas Descalzas, que, como lámparas encendidas, viven su vocación en la Iglesia “acompañando al Corazón divino en su soledad, pidiendo e inmolándose por la salvación de las almas, especialmente por la salvación de España”? Por fuera, cuidando infinidad de detalles cuya combinación ha hecho posible llegar a este día: programación, captación de fondos, acogida de peregrinos, instalaciones, coordinación de eventos, etc. ¿Cómo no dar gracias a Dios por nuestros voluntarios, verdaderos “héroes del centenario”? Sois el rostro amable, la expresión alegre, el servicio desinteresado, la palabra amiga de todos cuantos se han acercado en estos meses al Cerro de los Ángeles. Os hemos visto trabajar sin descanso, llorar a escondidas cuando el cansancio o los nervios de algunos se encrespaban. Siempre os hemos visto transmitir alegría. ¿Cómo no dar gracias a Dios por todos y cada uno de vosotros?

Termina el Año jubilar y, sin embargo, el corazón nos dice que, ahora, más que antes, es cuando estamos en condiciones de volver a empezar. Como los dos de Emaús, al experimentar el corazón ardiendo durante este año, sólo una petición dirigimos a Jesucristo, Nuestro Señor: «¡Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída! (Lc 23, 29). Concédenos la generosidad en la entrega para que este trono de tus bondades sea lugar santo donde te adoremos sin interrupción en el Santísimo Sacramento del altar y cuantos aquí peregrinen se dejen curar por tus heridas y se conviertan en artífices de la nueva evangelización.

¡Corazón de Jesús Sacramentado, reina en nuestros corazones, reina en España!».

El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero (Jn 19, 36)