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HOMILÍA ENTREGA DE MEDALLAS

Ef. 1,3-6
Jn.2,1-11

Dentro del marco de las fiestas en honor de Ntra. Sra.de los Ángeles, la celebración de este día, con la entrega de la medalla a los nuevos congregantes, tiene un carácter especialmente juvenil.

Por ello quiere dirigirme más directamente, en este momento, a vosotros, queridos jóvenes.

Estáis en ese momento de la vida en el que se van madurando las grandes decisiones. Es el momento en el que uno tiene que preguntarse: ¿cual es la misión que he de realizar en el mundo? ¿cuáles son los fundamentos sobre los que debo construir mi vida? ¿a donde debo acudir para descubrir la libertad verdadera, y el amor que no defrauda?. En última instancia ¿cómo he de orientar mi vida para descubrir el secreto de una auténtica felicidad?

No vivimos momentos fáciles para poder responder a estas preguntas. Estamos sumergidos en una cultura donde da la impresión de que nada es definitivo y todo puede cuestionarse. Vivimos bajo el imperio de lo que Benedicto XVI llamaba la “dictadura del relativismo”. Parece como si no hubiera verdades absolutas y valores esenciales y universales, capaces de llenar el corazón y de proyectar nuestra vida hacia decisiones y compromisos definitivos. Vivimos en la cultura de lo provisional, de lo inmediato, de lo que aquí y ahora me apetece, de lo que hoy puede valer pero mañana no se si valdrá.

Sin embargo vosotros sabéis muy bien que uno no puede vivir permanentemente en la inseguridad. Y en lo profundo de vuestro ser estáis deseando y necesitando un fundamento seguro que de sentido a toda vuestra vida.

Pues bien, ese fundamento existe. Ese fundamento es Jesucristo el Hijo de María: nuestro Señor y Redentor. Él es la roca sobre la cual puede construirse un vida feliz y auténtica. En Él, Dios ha querido manifestarnos la dignidad del hombre. En él podemos encontrar el fundamento de todos los valores capaces de orientar nuestra vida por el camino de la libertad verdadera. Jesucristo no es un sueño sin fundamento. Jesucristo, su vida, su palabra, los signos que realizó, su muerte y resurrección constituyen la gran realidad que da consistencia y sentido a la vida del hombre. Jesucristo es nuestra gran verdad.

S. Pablo, el apóstol, fue un hombre que, desde muy joven buscaba apasionadamente la verdad. Su vida dio muchos rodeos, pasó por muchas experiencias. Incluso llegó a convertirse en un fanático perseguidor de los cristianos Pero un día, caminando hacia Damasco, Jesús resucitado le salió al encuentro. Y su luz llenó la oscuridad de su corazón. Y Pablo quedó fascinado. A partir de ese momento todo empezó a ser diferente. Y Pablo comprendió que sólo en Jesucristo y con Él, el hombre puede recorrer el camino de su verdadera vocación, que es alcanzar la plenitud de lo humano viviendo el amor al prójimo hasta dar la vida, como Jesucristo en la cruz, y alimentando constantemente ese amor en la fuente del amor divino que es el Espíritu Santo.

La experiencia del encuentro con Cristo llena al apóstol Pablo de tal manera que le hace exclamar con admiración, como hemos escuchado en la primera lectura: “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo - antes de crear el mundo - para que fuésemos santos e irreprochables ante Él , por el amor” (EF. 1,3-6)

Queridos jóvenes, de la mano de María, por mediación de María, hoy quiere salir Jesucristo a vuestro encuentro. Y la Virgen María, lo mismo que a los sirvientes de las bodas de Caná os va a decir. “haced lo que Él os digo” para que lo mismo que convirtió el agua en vino, transforme también nuestras, vidas muchas veces insípidas, en vidas fecundas llenas de humanidad y de sabor evangélico. Jesús es un amigo que no defrauda. Abridle de par en par, sin miedo. las puertas de vuestro corazón. Jesucristo no os va a quitar nada. Jesucristo, os lo va a dar todo. En Él encontraréis respuesta a todas vuestras preguntas y todos los deseos de vuestro corazón. En Él encontrareis el camino de una humanidad auténtica.

Pero seguramente os preguntaréis. En un mundo tan alejado de Dios, que margina a la Iglesia y pretende ridiculizar e ignorar la voz de los cristianos ¿cómo encontrar a Jesús? En una mentalidad dominante que considera la experiencia cristiana como algo superado y se niega a reconocer que sólo, a partir de nuestras raíces cristianas, podemos entender nuestra vida, nuestras costumbres y nuestra cultura ¿cómo ser cristiano y moderno a la vez? Es la pregunta que Juan Pablo II hacía a los en el encuentro que tuvo con ellos, hace unos años, en Cuatro Vientos.

Realmente el panorama no es fácil. Pero las personalidades fuertes y valientes, capaces de guiar la historia y de contribuir al desarrollo y progreso da la humanidad, siempre han crecido en ambientes difíciles. Los cristianos, a lo largo de la historia, de una manera o de otra siempre han sido personas incómodas y libres que no se han dejado llevar por la rutina y el aburrimiento del pensamiento dominante.

Queridos jóvenes, cuando hoy recibáis la medalla, pedidle a la Virgen que os haga valientes y libres para defender la verdad y para buscar a Jesucristo allí donde se le puede encontrar que es en la Iglesia.

Buscad Jesucristo en la Eucaristía. En torno a la mesa del altar, donde se celebra el sacrificio de la nueva Alianza, la muerte y resurrección del Señor, es donde permanentemente podréis morir con Cristo al hombre viejo, a la esclavitud del pecado, para nacer con Él a una vida nueva, llena de entusiasmo, capaz de ser fermento de una humanidad nueva.

Buscad a Jesucristo en el sacramento de la reconciliación, donde el Señor, restaura constantemente nuestra humanidad herida por el pecado y realiza el milagro de hacer de nuestras caídas y debilidades un medio de crecimiento espiritual, de humildad y purificación interior, para convertirnos en “buenos samaritanos” capaces de acercarnos a todos los hombres caídos para mostrarles el camino de la verdadera dignidad del hombre.

Buscad a Jesucristo en La Palabra de Dios y en la vida interior. Para vivir la experiencia de la cercanía de Dios y sentir en lo hondo del ser su misericordia entrañable. hemos de retirarnos, en algunos momentos, del ruido que nos aturde, para escuchar la voz de Dios que en el silencio de nuestra conciencia nos invita al bien y a la verdad.

Queridos jóvenes, buscad a Jesús en vuestras Parroquias. En ellas la Iglesia se hace cercana y familiar. En vuestras parroquias encontraréis a mucha gente buena que busca a Dios, y encontraréis a muchos jóvenes que unidos a Cristo luchan por un mundo más humano y se esfuerzan por aprender a descubrir el rostro de Dios en el hermano que sufre.

Pidamos a la Virgen que nos haga generosos y decididos para ser los heraldos del evangelio y centinelas de una nueva humanidad, donde no haya guerras ni violencia, una humanidad que, en sus costumbres y en su legislación respete y defienda, la vida del no nacido y reconozca el valor y la belleza de la familia, tal como la naturaleza la ha constituido, fundamentada en el amor indisoluble de un hombre y de una mujer, que con la gracia de Dios y venciendo egoísmos, están abiertos a la vida y traen al mundo nuevos hijos para alabar a Dios y continuar la obra de la creación.

Ser cristiano hoy es algo verdaderamente fascinante. Ser cristiano hoy es salir de un modo de vivir aburguesado, rutinario y manipulado por intereses ideológicos y comerciales muchas veces inconfesables, para vivir en la libertad de los hijos de Dios.

Y si alguno de vosotros siente en su corazón la llamado del Señor a una relación de mayor intimidad con el Él , en la vida consagrada o en el ministerio sacerdotal, no tengáis miedo y decirle que sí, En Cristo lo encontrareis todo y descubriréis el amor que no defrauda y la alegría que nada ni nadie os podrá arrebatar.

Que la Virgen María Señora de los Ángeles os acompañe y guíe siempre. Amen.