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CONFIRMACIONES (2)

* Nos reunimos en esta asamblea festiva para celebrar los prodigios de un nuevo Pentecostés. Lo mismo que los apóstoles vais a ser confirmados con el sello del Espíritu Santo mediante la imposición de manos y la unción real del crisma para ser enviados anunciar la Buena Nueva de la salvación. (cf. Prefacio Confirmaciones)

* Vais a recibir un don: un regalo, una fuerza especial: culminación y continuación de una serie de dones:

- El don de la vida: vivir la vida y lo que rodea nuestra vida, como regalo de un Dios que nos ama: “Y vio Dios que era bueno”. Aceptarnos como somos, con nuestras cualidades y limitaciones. Darle gracias a Dios por habernos hecho así.

- El don de la fe: que recibimos en el bautismo, sin merecerlo. “Él nos amo primero”

- El don de una familia: en la que hemos sido amados, en la que hemos recibido todo lo necesario para vivir y crecer como personas y, en la que hemos sido iniciados en los primeros pasos de la fe.

- El don de una comunidad cristiana, en la que habéis descubierto a la Iglesia, como familia y Pueblo de Dios y en la que habéis encontrado a unos catequistas que os han acompañado y os han trasmitido la fe y os han iniciado en la vida sacramental. Y, habéis encontrado a unos amigos y hermanos.

Dios ha sido muy generosos con vosotros, ha sido “rico en misericordia”. Dios os ha colmado de ternura y de amor.

* Y, ese don pide una respuesta. Pide un “si”, pide un compromiso de fidelidad. El amor pide amor. Y ese “sí” al don de Dios lo vais a manifestar en el “Amen” con el que responderéis a la unción con el Santo Crisma. “Recibe por esta señal, el don del Espíritu Santo. Amén”

* Este “amén” es un “si” al Espíritu Santo. Y, por tanto, un “sí” a Jesucristo. Es el “sí” que de una manera mucho más explícita expresaréis en la renovación de las promesas del bautismo y que suponen:

- Renuncia al pecado : renuncia a las obras del mal: egoísmo, engreimiento, injusticia, envidia, pereza, falsedad; renuncia a todo lo que desfigura la imagen de Cristo en nosotros. No olvidéis, que, por el don del Espíritu Santo nos convertimos en imagen de cristo para el mundo.

- Y, sobre todo compromiso de vivir el evangelio de Jesucristo . Un compromiso, que como sabéis muy bien se resume el mandamiento del amor: a Dios y al prójimo y en el camino de vida y felicidad de las bienaventuranzas.

* Este “amen” es un “si” también a la Iglesia. No se puede separar a Jesús de la Iglesia. Es un “si” a la Iglesia y, por tanto un “si” a la participación en su misión, mediante el testimonio.

Vais a ser ungidos por el Espíritu Santo para ser testigos de Jesucristo, con vuestra vida, es decir, con vuestro modo de vivir, con vuestra forma de estar en el mundo: trabajo, estudios, diversión, amigos ..., Una vida iluminada por la palabra de Cristo y fortalecida por la gracia de los sacramentos (Reconciliación, Eucaristía).

Y, vais a ser ungidos también, para ser testigos de Jesucristo, con vuestra palabra. Vivimos momentos en los que, con toda la prudencia del mundo y con toda la mansedumbre de que seamos capaces, hemos de hablar de Cristo y de la vida que nace del encuentro con Cristo. No podemos estar callados. Hemos de proponer los valores que brotan del evangelio y hemos de defender la dignidad de la persona humana. Tenemos que ser misioneros que difundan la Palabra de Cristo y trasmitan esperanza. Y os aseguro que os vais a llevar muchas sorpresas. Porque en este mundo, aparentemente tan hostil, contra la religión y contra la Iglesia, sin embargo, hay mucha gente, hay muchos jóvenes, que , en el fondo de su corazón, se mueren de ganas de conocer el verdadero Rostro de Cristo y os agradecerán toda la vida que les habléis de Él y les ofrezcáis entrar en esta gran familia que es la Iglesia.

* Y, finalmente este “amen” es un “si” a lo que el Espíritu os vaya inspirando. Es estar dispuesto a ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu. “Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios” (Rom.8). Decir “si” al Espíritu es dejarse llevar por Él para pensar y decidir vuestro futuro, según el designio de Dios hacia el que Él os conduce. Eso es la vocación. Dios tiene un plan, tiene un proyecto sobre cada uno de nosotros. Es el proyecto de una vida que nos va a hacer felices. (Porque Él conoce, mejor que nosotros lo que nos hace felices). Y, ese proyecto, sólo puede ser conocido con la luz del Espíritu Santo. No tengáis miedo a decir “si” a ese proyecto. (Aunque “rompa” vuestros planes de corto alcance, y, en muchos casos, muy egoístas). Quizás os llame a un vida de especial intimidad con Él, en el sacerdocio o en la vida consagrada. No tengáis miedo, porque cuando Dios llama a una misión, da la fuerza necesaria para realizarla y, además, nos hace sentir que ese es su camino por la alegría inmensa que sentimos cuando nos fiamos de Él.

Para que este “amén”, que hoy vais a pronunciar, se cumpla plenamente tenéis que poner unos medios: los medios que la Iglesia, aquí en vuestra Parroquia, pone a vuestra disposición; y que podemos concretarlos en tres palabras:

- Oración : vida interior, escucha de la Palabra de Dios, sacramentos.

- Formación : seguir avanzando en el conocimiento de Cristo. Dejar, como los discípulos de Emaus que Él vaya abriendo vuestra inteligencia y os vaya descubriendo los secretos de su Reino.

- Acción : ser verdaderos apóstoles y testigos del amor de Cristo. No estar con los brazos cruzados, “mirando al cielo” Hay muchas cosas que hacer y muchas iniciativas que proponer.

Todo esto sólo es posible realizarlo, con el don el Espíritu Santo, viviendo en el seno de la Iglesia, en torno a la Eucaristía, el gozo de la fraternidad; y sintiendo muy cercana, entre nosotros a aquella que es el modelo más auténtico de docilidad al Espíritu, que es la Virgen María. Confiad en ella y acudid a ella, que ella os llevará siempre a Jesús, vivo y resucitado en su Iglesia, y en Él, encontraréis todo lo que desea vuestro corazón.