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PROFESIÓN PERPETUA
Hijas de María Ntra. Señora
(Valdemoro - 19 de Marzo de 2006)

Querida Comunidad de Hijas de María Ntra. Señora, queridos amigos y hermanos y muy especialmente querida Hermana Marta. que, para alabanza de Dios y servicio de la Iglesia, hoy vas a consagrarte íntimamente al Señor con la profesión perpetua:

Nos sentimos llenos de alegría y damos gracias a Dios por este don precioso de la vida consagrada.

Hace pocas semanas, en la celebración de la Jornada de la Vida Consagrada nos decía el Santo Padre Benedicto XVI: “ (...) como la vida de Jesús, con su obediencia y su entrega al Padre, es parábola viva del “Dios con nosotros”, también la entrega concreta de las personas consagradas a Dios y a los hermanos, se convierte en signo elocuente de la presencia del Reino de Dios para el mundo de hoy. Vuestro modo de vivir y de trabajar puede manifestar sin atenuaciones la plena pertenencia al único Señor; vuestro completo abandono en las manos de Cristo y de la Iglesia es un anuncio fuerte y claro de la presencia de Dios con un lenguaje comprensible para nuestros contemporáneos. Este es el primer servicio que la vida consagrada presta a la Iglesia y al mundo. Dentro del
pueblo de Dios, son como centinelas que descubren y anuncian la vida nueva ya presente en nuestra historia” (Homilía- 2 de Febrero de 2006)

Somos todos muy conscientes del ambiente cultural que nos envuelve, tan alejado de Dios y de los valores cristianos. Y vemos todos los días la graves consecuencias que este ambiente está produciendo en las familias y en la educación de los niños y de los jóvenes. Hay muchos que se lamentan, sobre todo cuando les toca de cerca, pero no quieren reconocer donde están las causas. Otros, aun reconociendo las causas, no son capaces de proponer soluciones. Y otros, aun conociendo las causas y las soluciones, no tienen la valentía suficiente para salir de su comodidad o de su rutina y empezar a comprometerse en la tarea urgente de ofrecer a los hombres de nuestro tiempo un modo de vivir diferente que les ayude a ser más personas, más libres y más felices.

Nosotros sabemos, por la gracia de Dios, que ese nuevo modo de vivir sólo puede encontrarse plenamente en Aquel que nos revela el misterio de Dios y el misterio del hombre, Jesucristo, el Hijo de Dios, Camino, Verdad y Vida. Nosotros hemos conocido a Jesucristo y, en Jesucristo, hemos conocido el Amor que Dios nos tiene; y hemos creído en Él.(cfr.1 Jn.4,16). Y también hemos conocido, porque Dios en su misericordia nos lo ha querido revelar, que sólo en el seno de la Santa
Madre Iglesia podemos permanentemente encontrar al Señor Resucitado y podemos escuchar su Palabra y podemos, en los sacramentos, recibir la gracia de su Espíritu Santo y podemos, en fin, vivir el gozo de la comunión fraterna y la invitación a proclamar en el mundo las maravillas del amor divino. El Señor constantemente nos llama, en su Iglesia, a vivir nuestra vida como vocación de santidad y quiere que seamos en el mundo testigos valientes de su plan de salvación sobre los hombres. Y para que la Iglesia cumpla esta misión Dios ha querido suscitar en ella una gran variedad de ministerios y carismas. Hoy queremos darle gracias Dios por el carisma de la vida consagrada y, especialmente, por el carisma de la Hijas de María Nuestra Señora. La vida consagrada pertenece íntimamente a la vida de la Iglesia, a su santidad y a su misión. Es un verdadero regalo de Dios para nuestra Iglesia Diocesana de Getafe este Colegio de Valdemoro en el que, en torno a las Hijas de María Nuestra Señora, ha ido creciendo, con las alumnas, los padres y los profesores una comunidad educativa, cuyo centro es Jesucristo y que tiene “como meta el Reino de Dios, como estado la libertad de sus hijos y como ley el precepto del amor” (Prefacio Común VII).

Nuestra Hermana Marta. va consagrarse, totalmente y para siempre, al Señor, en esta Orden de Hijas de María Nuestra Señora, con los votos de castidad, pobreza y obediencia, dedicando su vida a la educación de las niñas.

En una cultura hedonística que deslinda la sexualidad de cualquier norma moral objetiva, rediciéndola frecuentemente a mero juego y objeto de consumo, la práctica gozosa de la castidad perfecta aparece como el testimonio gozoso de la fuerza del amor de Dios en la fragilidad de la condición humana. La persona consagrada manifiesta que lo que muchos creen imposible es posible y verdaderamente liberador con la gracia del Señor Jesús. En Cristo Jesús es posible amar a Dios con todo el corazón, poniéndolo por encima de cualquier otro amor, y amar así con la libertad de Dios a todas las criaturas. (Cfr. VC. 88)

En un ambiente fuertemente marcado por un materialismo egoísta ávido de poseer, que se desentiende del sufrimiento de los más débiles, la pobreza evangélica, manifiesta que el único tesoro verdadero para el hombre es Jesucristo. Las personas consagradas, con su voto de pobreza, dan testimonio de Dios como la verdadera riqueza del corazón humano (cfr. VC 90) “Solo en Dios descansa mi alma porque Él es mi salvación”. Y, descansando en el Señor, las persona consagradas, pueden dedicarse, en cuerpo y alma, a servir a sus hermanos en sus necesidades más esenciales. Una necesidad esencial en nuestros días es la educación. Todo el mundo habla de lo importante que es la educación, pero muy pocos ofrecen y consagran su vida a la educación. Las Hijas de María Nuestra Señora ofrecen a nuestro mundo y consagran su vida a un proyecto educativo que alcanza a la persona en su totalidad y la prepara para el encuentro con el Bien supremo y la suprema Verdad y la suprema Belleza que es Dios mismo revelado en Jesucristo y permanentemente vivo y resucitado en su
Santa Iglesia. Y los frutos de ese proyecto están a la vista cuando uno entra en un Colegio de las Hijas de María Nuestra Señora.

La obediencia que caracteriza la vida consagrada es el modo más auténtico de vivir la libertad. Hoy se habla mucho de libertad y todo se justifica poniendo como pretexto la libertad. Pero cuando se concibe la libertad separándola de la verdad y en ella se prescinde de toda relación con la norma moral, al final se cae en la más tremenda esclavitud. Uno se convierte en esclavo de sus caprichos o de sus estados de ánimo o de su visión parcial y subjetiva de la realidad. El voto de obediencia significa la confianza plena en el Padre, tal como la vivió el mismo Jesucristo.”MI alimento es hacer la voluntad del Padre”. Esa confianza en el Padre
desvela el camino de la libertad auténtica porque sólo Dios conoce lo que nos conviene y sólo confiando en Él y haciendo su voluntad podremos encontrar el camino de la verdad, que es el único camino capaz de hacernos libres.

Damos muchas gracias a Dios por la consagración de nuestra hermana N. La Iglesia entera se alegra y, esta tarde eleva su oración al Padre, como haremos dentro de un momento en la oración de bendición, pidiéndole que “envíe sobre ella el fuego del Espíritu para que alimente siempre la llama de aquel propósito que hizo germinar en su corazón y resplandezca en ella todo el esplendor de su bautismo y la ejemplaridad de una vida santa”(Bendición solemne)

Está celebración la estamos haciendo en el tercer domingo de Cuaresma. “La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la Misericordia. Es una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza, sosteniéndonos en el camino hacia la alegría intensa de la Pascua” (Benedicto XVI. Mensaje de Cuaresma.2006)

La Iglesia, en la liturgia de estos días, nos invita volver nuestra mirada a Dios y crecer en la confianza. Es verdad que nuestra pobreza y nuestra fragilidad nos hace sentir muchas veces inseguros. Pero caminando con Jesús hacia la Pascua nos sentimos seguros porque en Él vamos descubriendo una sabiduría nueva, la sabiduría de la cruz, muy distinta de la sabiduría de este mundo. La sabiduría de este mundo le descubre al hombre sus limitaciones, pero no le ayuda a salir ellas, por eso termina por agobiarle y entristecerle. El hombre, sin Dios, por mucho bienes materiales que tenga y por muchas cosas que crea saber, al final es un hombre triste y solitario. Sin embargo la sabiduría de la cruz es una sabiduría, que descubre nuestro pecado, pero también nos descubre la salvación y el perdón. Es una sabiduría que nos hace comprender el amor inmenso que Dios nos tiene. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único para que tengamos vida por medio de Él”. Es una sabiduría que nos introduce, por el misterio del dolor y de la cruz de Cristo, es decir, por el misterio de una vida entregada por amor , en el misterio de su gloriosa resurrección. El Apóstol Pablo no sabe predicar otra cosa sino a Cristo crucificado: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad los griegos; pero para los llamados a Cristo -judíos o griegos - : fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (I Cor.1,22-25). Pablo sabe que la sangre de Cristo en la cruz ha borrado todos sus pecados y que el Espíritu Santo, haciéndole partícipe de la resurrección de Cristo, le ha convertido en una criatura nueva.

El relato evangélico de la expulsión de los mercaderes del templo, nos habla también de la muerte de Cristo en la Cruz y de su resurrección gloriosa. El cuerpo de Cristo, igual que el templo, será destruido, pero se levantará al tercer día. Y al levantarse de la muerte, Cristo se convertirá en el nuevo Templo, no hecho por manos humanas, que jamás podrá ser mancillado , ni profanado por mercaderes y donde el hombre estará seguro de encontrarse con Dios. Jesús es el nuevo y definitivo templo de la divinidad. En el Cuerpo de Jesús que es la Iglesia, en su Palabra, en sus sacramentos y en su caridad tenemos el camino seguro hacia Dios. ¡Que felicidad tan grande: poder llevar una vida escondida con Cristo en Dios!. Suceda lo que suceda nadie podrá arrebatarnos el amor de Dios revelado en Cristo.

Aunque la celebración litúrgica de San José será mañana, queremos tenerle hoy también muy presente. Él fue el siervo fiel y solícito a quien el Señor puso al frente de su familia (cfr. Lc.12,42). A él le fue confiada la custodia de los primeros misterios de la salvación de los hombres. Que su ejemplo nos ayude a vivir con fidelidad la misión de cuidar con esmero el tesoro de la fe y saber trasmitirlo íntegramente a los niños y a los jóvenes.

También hoy celebramos el día del Seminario. En el seminario está el futuro de nuestra Diócesis. Pidamos al Señor por nuestros seminaristas y por sus formadores, sintamos el Seminario como algo muy querido por todos y esforcémonos por sacarlo adelante con nuestra oración y con nuestra ayuda material.

Nosotros sabemos, por la gracia de Dios, que ese nuevo modo de vivir sólo puede encontrarse plenamente en Aquel que nos revela el misterio de Dios y el misterio del hombre, Jesucristo, el Hijo de Dios, Camino, Verdad y Vida. Nosotros hemos conocido a Jesucristo y, en Jesucristo, hemos conocido el Amor que Dios nos tiene; y hemos creído en Él.(cfr.1 Jn.4,16). Y también hemos conocido, porque Dios en su misericordia nos lo ha querido revelar, que sólo en el seno de la Santa
Madre Iglesia podemos permanentemente encontrar al Señor Resucitado y podemos escuchar su Palabra y podemos, en los sacramentos, recibir la gracia de su Espíritu Santo y podemos, en fin, vivir el gozo de la comunión fraterna y la invitación a proclamar en el mundo las maravillas del amor divino. El Señor constantemente nos llama, en su Iglesia, a vivir nuestra vida como vocación de santidad y quiere que seamos en el mundo testigos valientes de su plan de salvación sobre los hombres.

Y para que la Iglesia cumpla esta misión Dios ha querido suscitar en ella una gran variedad de ministerios y carismas. Hoy queremos darle gracias Dios por el carisma de la vida consagrada y, especialmente, por el carisma de la Hijas de María Nuestra Señora. La vida consagrada pertenece íntimamente a la vida de la Iglesia, a su santidad y a su misión. Es un verdadero regalo de Dios para nuestra Iglesia Diocesana de Getafe este Colegio de Valdemoro en el que, en torno a las Hijas de María Nuestra Señora, ha ido creciendo, con las alumnas, los padres y los profesores una comunidad educativa, cuyo centro es Jesucristo y que tiene “como meta el Reino de Dios, como estado la libertad de sus hijos y como ley el precepto del amor” (Prefacio Común VII).

Nuestra Hermana Marta. va consagrarse, totalmente y para siempre, al Señor, en esta Orden de Hijas de María Nuestra Señora, con los votos de castidad, pobreza y obediencia, dedicando su vida a la educación de las niñas.
En una cultura hedonística que deslinda la sexualidad de cualquier
norma moral objetiva, rediciéndola frecuentemente a mero juego y objeto
de consumo, la práctica gozosa de la castidad perfecta aparece como el
testimonio gozoso de la fuerza del amor de Dios en la fragilidad de la
condición humana. La persona consagrada manifiesta que lo que muchos
creen imposible es posible y verdaderamente liberador con la gracia del
Señor Jesús. En Cristo Jesús es posible amar a Dios con todo el corazón,
poniéndolo por encima de cualquier otro amor, y amar así con la libertad de
Dios a todas las criaturas. (Cfr. VC. 88)
En un ambiente fuertemente marcado por un materialismo egoísta
ávido de poseer, que se desentiende del sufrimiento de los más débiles, la
pobreza evangélica, manifiesta que el único tesoro verdadero para el
hombre es Jesucristo. Las personas consagradas, con su voto de pobreza,
dan testimonio de Dios como la verdadera riqueza del corazón humano
(cfr. VC 90) “Solo en Dios descansa mi alma porque Él es mi salvación”.
Y, descansando en el Señor, las persona consagradas, pueden dedicarse, en
cuerpo y alma, a servir a sus hermanos en sus necesidades más esenciales.
Una necesidad esencial en nuestros días es la educación. Todo el mundo
habla de lo importante que es la educación, pero muy pocos ofrecen y
consagran su vida a la educación. Las Hijas de María Nuestra Señora
ofrecen a nuestro mundo y consagran su vida a un proyecto educativo
que alcanza a la persona en su totalidad y la prepara para el encuentro con
el Bien supremo y la suprema Verdad y la suprema Belleza que es Dios
mismo revelado en Jesucristo y permanentemente vivo y resucitado en su
Santa Iglesia. Y los frutos de ese proyecto están a la vista cuando uno entra
en un Colegio de las Hijas de María Nuestra Señora.

La obediencia que caracteriza la vida consagrada es el modo más auténtico de vivir la libertad. Hoy se habla mucho de libertad y todo se justifica poniendo como pretexto la libertad. Pero cuando se concibe la libertad separándola de la verdad y en ella se prescinde de toda relación con la norma moral, al final se cae en la más tremenda esclavitud. Uno se convierte en esclavo de sus caprichos o de sus estados de ánimo o de su visión parcial y subjetiva de la realidad. El voto de obediencia significa la confianza plena en el Padre, tal como la vivió el mismo Jesucristo.”MI alimento es hacer la voluntad del Padre”. Esa confianza en el Padre
desvela el camino de la libertad auténtica porque sólo Dios conoce lo que nos conviene y sólo confiando en Él y haciendo su voluntad podremos encontrar el camino de la verdad, que es el único camino capaz de hacernos libres.