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SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
(Jornada de oración por paz – 2006)

La Iglesia quiere que comencemos el año contemplando el misterio de María Madre de Dios. “Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Así rezaba el pueblo fiel acompañando a los padres conciliares, cuando en el año 431, en la ciudad de Éfeso, fue definido el dogma de la Maternidad Divina de María. Si María no fuese Madre de Dios, Jesús no sería Hijo de Dios, y si Jesús no fuera Hijo de Dios estaríamos sin Salvación.

María es Madre de Dios. La Salvación entró en el mundo por medio de María. Ella es la puerta por la que Dios entró en el mundo y Ella es también la puerta por la que el mundo entra en Dios. María no sólo es la Madre de Dios. También es nuestra Madre. Jesucristo en la cruz nos la entregó como Madre. Por eso podemos decir también que ella es el camino y la puerta para llegar a Cristo, el Hijo de Dios. Ella es el camino para llegar a Dios. “Dios y Señor nuestro que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión de Aquella de quien hemos recibido a tu Hijo Jesucristo, el Autor de la Vida”.

Por eso es muy apropiado celebrar en este día primero del año la Jornada Mundial de Oración por la Paz, pidiendo al Señor, por intercesión de María, el bien de la salvación más precioso: el bien de la paz.

Como todos los años el Papa ha dirigido su mensaje de paz a todos los hombres y mujeres del mundo: “Deseo hacer llegar un afectuoso saludo a todos los hombres y a todas las mujeres del mundo de modo especial a los que sufren a causa de la violencia y de los conflictos armados. Es también un deseo lleno e esperanza por un mundo más sereno, en el que aumente el número de quienes, tanto individualmente como comunitariamente, se esfuerzan por seguir las vías de la justicia y de la paz” (1).

Este año el Papa ha centrado su mensaje en la relación entre la verdad y la paz.. El lema de este año, que es “En la verdad, la paz”, se expresa la convicción de que, cuando el hombre se deja iluminar por el esplendor de la verdad, emprende de modo, casi natural, el camino de la paz (3).

Y es que la paz sólo es posible como fruto o resultado de un orden diseñado y querido por el amor de Dios. Para que haya paz es preciso respetar ese orden. Hay que vivir en coherencia con la verdad de ese orden, es decir, con la realidad de las cosas, tal como esa realidad ha sido creado por Dios. Y para que respetemos ese orden, esa realidad, Dios ha inscrito en el corazón de cada hombre, desde que el hombre es hombre, en todas las culturas y en todas las épocas una ley moral universal. Por eso cuando, quebrantando esa ley universal impresa en la naturaleza humana, no se respeta la vida humana, o no se respeta la familia o cuando se obstaculiza y se impide el desarrollo integral de la persona y la tutela de los derechos fundamentales; cuando muchos pueblos se ven obligados a sufrir injusticias y desigualdades intolerables ... , es imposible la paz. Sólo es posible la paz cuando se respeta y se realiza por completo la verdad del hombre (4).

Lo contrario de la verdad es la mentira, es negar la realidad, es contradecir ese orden querido por Dios, es inventarse “otra realidad”, según las propias conveniencias de cada uno. Y la mentira está relacionada con el drama del pecado y sus consecuencias perversas, que han causado y siguen causando efectos devastadores en la vida de los individuos y de las naciones (5).

La auténtica búsqueda de la verdad requiere tomar conciencia de que el problema de la verdad y la mentira concierne a cada hombre y a cada mujer, y que es decisivo para un futuro pacífico de la humanidad. Buscar la Verdad, amar la Verdad, ser testigos valientes de la Verdad. Todo esto supone:

· Conciencia de estar unidos por un mismo destino trascendente, valorando y teniendo en cuenta y valorando adecuadamente las legítimas diferencias.
· Promover una convivencia de todos los ciudadanos en una sociedad gobernada por la justicia.
· Cultivar relaciones fecundas y sinceras, buscando la reconciliación y el perdón y siendo fieles a la palabra dada.(6)

Jesucristo es quien nos revela la plena verdad del hombre y el sentido último de la historia. Jesucristo es la Verdad que nos da la paz. Con la fuerza de su gracia es posible estar en la verdad y vivir en la verdad.

Los grandes enemigos de la verdad y, por tanto, de la paz son el “nihilismo” y en el “fanatismo religioso” (fundamentalismo). Uno y otro están en la base de muchas formas de terrorismo.

Los nihilistas niegan la existencia de cualquier verdad. (casa edificada sobre arena; dictadura del relativismo)). Los fundamentalistas tiene la pretensión de imponer la “verdad” por la fuerza.

Unos y otros coinciden en le desprecio del hombre y de la vida y, en última instancia, en el desprecio de Dios. El “nihilismo” niega su existencia; el fundamentalismo fanático desfigura su Rostro benevolente y misericordioso.(8)

“Quien mata con atentados terroristas cultiva sentimientos de desprecio hacia la humanidad, manifestando desesperación ante la vida y el futuro” (Mensaje Jornada Mundial de la paz 2002,6).

Nuestra vocación cristiana nos impulsa en este día a intensificar en todas las partes del mundo el anuncio y el testimonio el evangelio de la paz.

Dios es Amor que salva. Dios es Padre amoroso que desea ver cómo sus hijos se reconocen entre ellos como hermanos. Dios es fuente inagotable de esperanza que da sentido a la vida personal y colectiva. Dios es el único que hace eficaz toda acción encaminada al bien y a la paz.

Y ese Dios se ha encarnado en el mundo por María. A Ella acudimos hoy como hijos pidiéndole que nos ayude a encontrarnos con su Hijo, Príncipe de la Paz, Autor de la Vida, Revelación del amor del Padre, Señor de la Historia, amigo y hermano nuestro, que nos conduce, por el don del Espíritu Santo, hacia el Padre, fuente inagotable de Verdad y de Amor.