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“Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré su fidelidad por todas las edades” (S. 88)

En un momento como este, rodeado de tantas y tantas personas a través de las cuales Dios me ha manifestado su amor: mi familia, mis amigos muy queridos de la infancia, del Seminario y de las diferentes parroquias en las que han ido transcurriendo las diferentes etapas de mi vida sacerdotal : Colmenar Viejo, Santa María la Mayor, Ntra. Sra. de África, amigos y hermanos de las distintas parroquias y comunidades de la Vicaría V de Madrid; y ahora, de una manera muy próxima y cercana amigos y hermanos sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos de la diócesis de Getafe, padres y madres de familia, hermanos de las diversas parroquias, colegios, comunidades cristianas, movimientos apostólicos y asociaciones de fieles, centro diocesano de teología, catequistas , profesores de religión y educadores cristianos, dignas autoridades y representantes de las corporaciones municipales y de la Comunidad de Madrid, no puedo sino proclamar y cantar eternamente las misericordias del Señor. “ Te doy gracias,¡oh Dios!, te doy gracias invocando tu nombre y cantando tus maravillas. Yo siempre proclamaré tu grandeza” (S.74) “ Te doy gracias Señor de todo corazón ... por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera tu fama ... porque cuando camino entre peligros me conservas la vida... El Señor completará sus favores conmigo. Señor tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos” (S.137)

Hoy la Iglesia me confia el más alto ministerio, el ministerio episcopal, como un don del Espíritu Santo para la edificación del Cuerpo de Cristo y para el servicio de los hermanos.

Le pido a Dios, de todo corazón (y pido también vuestras oraciones para) que siempre y en todo momento mi vida se configure con Cristo de tal manera, - que el pensamiento de Cristo, la mente de Cristo, informe por entero mi modo de pensar y de sentir y de comportarme entre vosotros, - que todo lo juzgue y todo lo realice y todo lo soporte, siempre a la luz de la fe, - que tenga siempre presente que he sido, como Jesús, ungido por el Espíritu Santo y he sido enviado para anunciar el evangelio a los pobres, - que sepa armonizar en mi persona los aspectos de padre y de hermano, de discípulo de Cristo y de maestro de la fe, de hijo de la Iglesia y, en cierto sentido, de padre de la misma porque, como dice el apostol, hemos sido llamados para engendrar en Cristo Jesús a muchos hijos y para ser ministros de la regeneración sobrenatural de los cristianos, - que demuestre con mi conducta que nadie puede legítimamente mandar a los demás, si primero no se puede presentar a sí mismo como ejemplo de obediencia: obediencia a la voluntad divína (que mi “alimento” como el de Cristo sea “hacer la voluntad del Padre”), odediencia al Santo Padre, Supremo Pastor de la Iglesia universal y obediencia al Obispo Diocesano de esta Diócesis de Getafe para la que he sido nombrado Obispo Auxiliar. Él, D. Francisco, ha sido amigo, maestro y padre en estos años de vida de la Diócesis y , a partir de ahora, unido a él en el sacramento del episcopado, seguirá siendo maestro y guía espiritual para realizar con él en plena armonía con mi respeto y obediencia la misión de conservar íntegro y puro el depósito de la fe, de edificar la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y de cuidar del Pueblo Santo de Dios y dirigirlo a la salvación.

“Cantaré eternamente las misericordias del Señor”. El me concedió la gracia inmensa de unos padres profundamente cristianos que me llevaron a Cristo y que hoy - estaes mi convicción - desde la Jerusalén del cielo , participan con gozo de esta liturgia.

Dios ha llenado mi vida de amor y de misericordia. Puedo decir con el apostol Pablo: “ Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza al colocarme en este ministerio... la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mi juntamente con la fe y la caridad de Cristo Jesús... y, si encontré misericordia fue para que en mi primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que había de creer en Él para obtener la vida eterna” (1 Tim. 1,12-17)

Me encomiendo, con filial devoción, a la Virgen María, la Virgen fiel, la llena de gracia, la siempre dócil al Espíritu Santo, la Madre del Salvador y Madre nuestra, Reina de los ángeles y Reina de los apóstoles, que ella me lleve a Jesús, me ponga a los pies de Jesús el Buen Pastor para que siempre sea entre vosotros su más viva imagen. AMEN