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FUNERAL POR LAS VÍCTIMAS DEL ONCE DE MARZO
Leganés – 25 de Marzo de 2004

Todos estamos profundamente conmovidos. Estamos viviendo, junto a los familiares y amigos de las víctimas, días de dolor y de sufrimiento inmenso, compartidos por muchas personas de bien de dentro y fuera de España. Después de lo que hemos llorado, ha llegado el momento - y así lo hacemos en la acción litúrgica de esta tarde - de la oración serena, confiada y esperanzada.

Debemos orar, antes que nada, por los que han fallecido, víctimas del cruel atentado del pasado once de Marzo. Creemos en la palabra del Señor que nos dice: “Este es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria” (Jn.17,24). Creemos que los que han muerto están en los brazos del Dios de la vida y por eso nuestra oración llena de dolor es también una oración llena de esperanza pidiendo por ellos para que sean acogidos en la gloria el Reino futuro, en el que, como dice el libro del Apocalipsis “ ya no habrá ni muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, sino felicidad y alegría sin fin”

Pedimos también por los heridos para que pronto puedan recuperar la salud y restablecerse; y, para que sientan, en medio de sus tribulaciones y sufrimientos el afecto cálido y cercano de los suyos y de todos los que hoy nos congregamos aquí.

Y, por supuesto, oramos, con especial intensidad, por los familiares de las víctimas, especialmente, los que viven en esta ciudad de Leganés. Necesitan ser confortadas con nuestro cariño y afecto, pero, sobre todo, con el consuelo y aliento que vienen de Dios. Un consuelo que acreciente su esperanza y les haga fuertes para seguir caminando en la vida, asumiendo nuevamente sus tareas cotidianas, cuidando a los suyos y mirando el futuro con fortaleza.

En nuestras plegarias no podemos tampoco olvidar a todos los que han colaborado prestando los primeros auxilios a los heridos y a las familias de las víctimas: las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, funcionarios y personal sanitario que han sido ejemplares en su dedicación y entrega personal, humana y cristiana, así como a los innumerables voluntarios de todo tipo de procedencia y a tantos y tantos ciudadanos anónimos que han demostrado con actitudes, en muchos casos heroicas , que el amor es mas fuerte que el odio y que la muerte. La perversidad cruel de unos asesinos sin entrañas nunca podrá oscurecer el caudal inmenso de bondad que existe en la inmensa mayoría de los seres humanos y nunca destruirán nuestra confianza en la dignidad de la persona humana y en los valores que sustentan una convivencia en paz. Pedimos al Señor que nos muestre a todos su Rostro lleno de bondad y nos anime a ser testigos de la Buena Noticia del amor misericordioso de Dios.

Y, finalmente, debemos orar por Madrid, por España y por esta ciudad de Leganés: para que vuelva a encontrarse con sus raíces cristianas, para que la paz y la unidad solidaria de todos y el bienestar material y espiritual de sus hijos ilumine su futuro y crezca la concordia. Pedimos por las más altas autoridades del Estado, actuales y futuras, por las autoridades locales de Leganés, y por todos los que ejercen cualquier forma de autoridad en la Iglesia y en la sociedad civil, para que el Señor les conceda prudencia clarividente, fortaleza y espíritu de servicio en el noble empeño de superar y erradicar el terrorismo en España y asegurar, de este modo, la pacífica y libre convivencia de todos los españoles.

Y, junto con nuestra oración serena, queremos, en esta tarde, proclamar con firmeza nuestra fe en el Dios de la vida, el Dios cercano a los hombres, precisamente en este día en que la Iglesia celebra la solemnidad de la Encarnación del Señor. Si. Creemos y proclamamos que en Jesucristo, Dios se ha hecho hombre y, a partir de ese momento, no hay nada humano, incluso el sufrimiento, que sea ajeno al misterio de Dios. Queremos proclamar nuestra fe en Aquel, que en la cruz, hizo suyos, todos los sufrimientos de la humanidad, también los sufrimientos que hemos vivido en los últimos días, y muriendo, por nosotros, destruyó la raíz de todos los males, que es el pecado y la muerte, y nos dio la posibilidad de vivir, ya desde ahora, la vida eterna, es decir, la plenitud de lo humano, la victoria sobre el egoísmo y el odio, la paz que viene de Dios y que nadie nos podrá arrebatar.

Por eso nuestro dolor, aunque es muy intenso, es, sin embargo, un dolor lleno de esperanza y podemos hacer nuestras las palabras del profeta que hemos escuchado en la primera lectura: “Me han arrancado la paz y ni me acuerdo de la dicha…No hago mas que pensar en ello y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza. Que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión. El Señor es bueno para los que en Él esperan y lo buscan. Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor”.

Los discípulos de Emaus, según nos cuenta el evangelio, estaban tristes y desesperanzados y no hacían mas que darle vueltas al drama del calvario, sin terminar de entender. Pero Jesús resucitado, en persona, les salió al encuentro y se puso a caminar con ellos; y sus ojos se abrieron y, al partir el pan, es decir, en la Eucaristía, reconocieron su presencia y creyeron en su resurrección.

Hoy, también, el Señor sale a nuestro para caminar con nosotros, nos da su paz y nos invita a creer en la fuerza de su Palabra. Dejemos que esa Palabra cure nuestros corazones desgarrados y nos devuelva la esperanza.

Que la Virgen María en la advocación tan querida para Leganés de Ntra. Sra. de Butarque nos llene de su ternura maternal y de su consuelo y “después de este destierro nos muestre a Jesús, fruto bendito de su vientre”. AMEN