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SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
JORNADA DE ORACIÓN POR LA SANTIFICACIÓN DE LOS SACERDOTES

La Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús nos habla del amor inefable de Dios a los hombres manifestado en Cristo Jesús, cuyo corazón abierto en la cruz por la lanza del soldado romano fue la máxima prueba de su generosidad y la fuente de donde manaron los sacramentos de la Iglesia. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos hermanos : Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros de la misma manera” (1Jn.4,7-16)

En este día y en este santuario del Cerro de los Ángeles que nos invita a la contemplación de la misericordia divina hemos querido celebrar en nuestra diócesis de Getafe, siguiendo la orientaciones del inolvidable Juan Pablo II, la Jornada de oración por la santificación de los sacerdotes y el sencillo homenaje a nuestros hermanos sacerdotes que en este año celebran sus bodas de oro o de plata sacerdotales.

Es un día para darle gracias a Dios por el don del sacerdocio ministerial que hace posible en la Iglesia y a lo largo de los siglos la presencia sacramental de Jesucristo como Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia en aquellos que han sido llamados a este ministerio.”Ellos, Señor, renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el banquete pascual, presiden a tu Pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu Palabra y lo fortalecen con tus sacramentos. Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por Ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y han de darte así testimonio constante de fidelidad y amor” ( Prefacio de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote)

Queridos hermanos la vocación y la meta última de toda la Iglesia es la santidad. Todos los cristianos, por su incorporación a Cristo en el Bautismo, son invitados a alcanzar la plenitud de la vida cristiana, llegando a ser en Cristo, por el don del Espíritu Santo, verdaderos hijos de Dios.”Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios”. Los sacerdotes no somos mejores que los demás ni de mayor dignidad que cualquier cristiano y nuestra vocación a la santidad es la misma que la de todos los bautizados. Pero hay algo que nos distingue. “Por el sacramento del Orden se configuran los presbíteros con Cristo sacerdote, como ministros de la Cabeza, para construir y edificar todo su Cuerpo, que es la Iglesia, como cooperadores del orden episcopal. Cierto que ya en la consagración del bautismo – al igual que todos los fieles de Cristo – recibieron el signo y don de tan gran vocación y gracia, a fin de que, aun con la flaqueza humana, puedan y deban aspirar a la perfección (...) Ahora bien , los sacerdotes están obligados de manera especial a alcanzar esa perfección, ya que, consagrados de manera nueva a Dios por la recepción del Orden, se convierten en instrumentos vivos de Cristo, Sacerdote eterno, para proseguir en el tiempo la obra admirable del que con celeste eficacia, reintegró a todo el género humano” (PO. 12). Somos instrumentos vivos de Cristo para hacer llegar a todos los hombres la misericordia divina. Hemos sido llamados por el Señor para reflejar en nuestra vida su amor inagotable y sacrificado, su paciencia y su ternura, su perdón y su consuelo. En el corazón de Cristo, fuente inagotable de amor , los sacerdotes anunciamos al mundo la buena nueva de la salvación. Por la gracia de Dios, por el don del Espíritu Santo, que recibimos el día de nuestra ordenación, los sacerdotes debemos y podemos ser santos para ayudar a otros a ser santos, por lo que somos y por lo que hacemos. Cristo nos ha elegido y nos ha capacitado para ser forjadores de santos.

Decidirse a ser santos nos significa otra cosa que fiarse de Cristo, creer en su Palabra, confiar en sus promesas y no anteponer nada a Él. Decidirse a ser santos nos es otra cosa que hacerse plenamente consciente de la íntima relación personal que nos une a Él . Y esto supone mantener la mirada fija en Él para poder pensar como Él y sentir como Él y amar como Él. “La referencia a Cristo es la clave absolutamente necesaria para la comprensión de las realidades sacerdotales” (PDV 12).

Queridos hermanos sacerdotes hemos sido llamados para ser transparencia de la vida y de las vivencias de Jesucristo Buen Pastor. Y así como, según nos dice el evangelio, el Señor se conmovía y sentía compasión de aquellas multitudes que, como ovejas sin pastor, le seguían hasta casi desfallecer de hambre, así nosotros también sepamos mirar con amor a las gentes que en nuestras parroquias y ciudades nos han sido confiadas; y sepamos darles el alimento de la palabra divina que llene sus deseos más hondos de amor, de esperanza, de sentido de la vida y descubrimiento de su propia dignidad y de la dignidad de tos los seres humanos. Que lo mismo que el Señor, con mirada compasiva, lleguemos a todos los hombres que buscan la verdad, a los matrimonios que quieren fortalecer su amor, a los padres que desean educar a sus hijos según el plan de Dios, a los jóvenes que desean crecer en una libertad verdadera y sin engaños y a todos los hombres de buena voluntad que quieren contribuir en la construcción de un mudo más en paz y más humano.

La vivencia del amor de Cristo ha de llenar totalmente nuestra vida. Él nos ha llamado al ministerio sacerdotal por iniciativa suya. Todo en nuestra vida es gratuidad. Todo es en nosotros fruto de la gracia. Nos ha llamado uno a uno por nuestro propio nombre, con nuestra propia historia y con toda nuestra debilidad, para poder participar en su mismo ser de Sacerdote y Víctima, de Pastor, de Esposo, de Cabeza y de Siervo. Estamos llamados para vivir un encuentro personal muy íntimo con el Señor que se convierta permanentemente en relación profunda y se concrete, en nuestra vida diaria, en seguimiento humilde y fiel para compartir su mismo estilo de vida, vivido fraternalmente con todo el presbiterio diocesano y volcado totalmente y gozosamente en la misión de anunciar el evangelio aquí y ahora, con todo entusiasmo, dando la vida, en esta porción de la Iglesia que es nuestra diócesis de Getafe.

Nuestra unión con Cristo afecta a todo nuestro ser. Hemos sido llamados a prolongar en le mundo su mismo obrar y a vivir en sintonía con sus mismos sentimientos y actitudes: ”... tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús”(Fil. 2,5) “Vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio”Jn 12,57). Nuestra misión brota de nuestra relación con Cristo. La vivencia del misterio de Cristo es el objeto de nuestra predicación. Lo que hemos de comunicar al pueblo de Dios es lo que el Señor nos dice al oído en el silencio de la oración. Cuando a Juan Bautista le preguntaron sobre su identidad no cayó en la trampa de responder con teorías sino que simplemente se atrevió a decir “Yo soy la Voz ... pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis” (Jn. 1,23.26).

La fuerza de nuestra misión nace de la certeza de sentirse amado por Cristo. Cuando uno se sabe amado por Cristo uno sólo quiere amarlo y hacerlo amar. Esta es nuestra misión: amar a Cristo y hacer amar a Cristo: que todos le conozcan y le amen y encuentren en Él el descanso de su alma. Y para llegar a este conocimiento de Cristo sólo hay un camino: el camino de la humildad y de la sencillez: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt.11,25-30). Que el Señor nos haga sentir nuestra pequeñez, para confiar siempre, no en nuestras fuerzas, sino en su gracia y misericordia; y sigamos el camino que la santa doctora Teresa del Niño Jesús supo mostrar a la Iglesia con su doctrina evangélica de la infancia espiritual. “Si no os hacéis como niños no entrareis en el reino de los cielos”

Que la Virgen María nos alcance la gracia de la humildad para que en nuestra vida todo sea trasparencia de Cristo. Para que la gente no se vincule a nosotros sino a Cristo. Para que sólo seamos un camino hacia Cristo, que se utiliza y se olvida.

“Madre de Cristo que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne por la unción del Espíritu Santo
para salvar a los pobres y contritos de corazón:
Custodia en tu seno y en la Iglesia a lo sacerdotes, oh Madre del
Salvador” Amén