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Los fieles de Chinchón han vivido una Semana Santa llena de fervor y devoción en la que se ha recuperado la solemnidad en las celebraciones, las procesiones por las calles y también la representación viviente de la  ‘Pasión’ después de dos años de pandemia.

El Jueves Santo los chinchonenses rezaron en silencio con el paso de Jesús Nazareno; el Viernes Santo pudieron contemplar todos los pasos en la Plaza Mayor y después acompañar a las imágenes del Cristo atado a la Columna y de su Madre bajo la advocación de la Soledad por las calles de la localidad y, el Sábado Santo, al anochecer, revivir el acontecimiento más grande en la vida de fe un cristiano, la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor.

La Pasión de Chinchón, declarada Bien de Interés Turístico Nacional en 1980, es la representación viviente más antigua de la Comunidad de Madrid. En ella participan unas 250 personas que, de forma voluntaria, preparan todas las escenas y los decorados de este Via Crucis.

Nacida en 1963, esta iniciativa surgió de la idea de Luis Lezama, coadjutor del pueblo por aquel entonces, que recuperaba así la tradición de los autos sacramentales, tan ligados a la historia del municipio. 

La representación comienza con la ‘última cena’ y culmina con la resurrección y ascensión del Señor a los cielos pasando por momentos tan emotivos como la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos, el prendimiento, o el camino hacia el Calvario con la cruz a cuestas.

El párroco de Chinchón, Pedro Chaparro, señala que “este año, después de este tiempo de pandemia, se ha vivido intensamente la Semana Santa y en los santos oficios y procesiones han participado gran número de personas”.

La representación de la Pasión “ha supuesto una renovación de la fe y del anuncio de la Buena Noticia a través de este Vía Crucis viviente que ha congregado a gente llegada desde todos los puntos de la Diócesis y de la Comunidad de Madrid y que ha dado paso a la vigilia pascual que gozosamente se celebró en la parroquia” subraya Chaparro.