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EN LA INAUGURACIÓN DEL AÑO JUBILAR EN EL CENTENARIO DE LA DE LA FUNDACIÓN DEL CONVENTO DEL SAGRADO CORAZÓN Y NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES.

Cerro de los Ángeles, 9 de septiembre de 2023

1. Fue en 1923 cuando la joven hermana carmelita descalza del convento de El Escorial, Maravillas de Jesús, recibió una inspiración divina para fundar un Monasterio en el Cerro de los Ángeles. Entendió que el Señor le decía: "Aquí quiero que tú, y esas otras almas escogidas de mi Corazón, me hagáis una casa en que tenga mis delicias. Mi Corazón necesita ser consolado, y este Carmelo quiero que sea el bálsamo que cure las heridas que me abren los pecadores. España se salvará por la oración".

En 1924 llegó la erección canónica del convento, y en la fiesta de Cristo Rey de 1926 comenzaron a vivir allí las primeras carmelitas descalzas.

Hoy, después de 100 años de la erección de este convento, estamos aquí reunidos para comenzar un año de gracia y júbilo por la existencia de este lugar de contemplación a los pies del monumento al Sagrado Corazón que preside este monte, centro geográfico de España, y centro espiritual para tantos hombres y mujeres que se acercan aquí para contemplar y adorar el misterio del amor de Dios simbolizado en su Corazón.

La fundación de este Carmelo, dedicado al Sagrado Corazón y a Nuestra Señora de los Ángeles, fue un verdadero encaje salido de las manos de Dios. Como suele ocurrir con las obras de Dios, lo que parece impensable, lo que la lógica desecharía como imposible, se realiza por el encuentro de circunstancias diversas e inesperadas, en definitiva, con la Providencia que siempre cumple su promesa. Y esto es lo que ocurrió con el Carmelo del Cerro de los Ángeles, y lo que lo ha venido ocurriendo a lo largo de estos cien años.

La historia de este “palomarcico”, en expresión de la santa, es un acontecimiento de gracia que se vive cada día en el silencio del claustro y en la entrega de tantas almas buenas que han pasado por esta casa dedicadas a la oración y a la inmolación de la vida para reparación del mal que hiere el Corazón del Señor. Lo que era literalmente un desierto desolado, el Carmelo lo convirtió en un vergel de gracia, recordando el poder de la oración y de la ofrenda de sí al Señor. Cómo no recordar con agradecimiento y veneración a las tres hermanas que acompañaron a Santa Maravillas en la fundación de este convento: la hermana María Rosario de Jesús, la hermana Josefina de Santa Teresa y la madre María Josefa del Corazón de Jesús. Y en ellas a tantas carmelitas que son piedras vivas en la edificación de este convento.

El Corazón de Jesús quiso tener en esta casa sus delicias, quiso manifestar su presencia salvadora para los que a ella se acercan, pero también, y, sobre todo, para los que lo desprecian por el pecado, y para los que no lo conocen o no han experimentado todavía el consuelo de su amor. Esta casa se edificó para ser consolación de Cristo, para curar las heridas del corazón de los hombres que sangran hoy y siempre por tantos sufrimientos. Desde este Carmelo se mira al mundo como Dios lo mira, con misericordia.

2. “Es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia”, escribe santo Tomás de Aquino en la Summa Theologica. La misericordia no es un signo de debilidad, sino de omnipotencia. Como decimos en una de las colectas más antiguas de la liturgia: “Oh Dios que revelas tu omnipotencia sobre todo en la misericordia y el perdón”. Este lugar así lo revela. La imagen de Cristo con los brazos abiertos es un hermoso icono de las entrañas divina que a todos acogen y a todos invitan a la conversión, renunciando a la vida de pecado y abrazando la gracia que Dios está siempre dispuesto a conceder “porque es eterna su misericordia” (Sal 136).

La imagen del Corazón de Jesús que preside este lugar es una llamada a volver a Cristo, a escondernos en su Corazón, y a experimentar la vida que nace de su costado abierto. Es una llamada a todos, pues a nadie excluye. Gustar lo bueno que es el Señor cambia el corazón del hombre. Solo gustar de su amor puede cambiar el corazón. Como hemos proclamado en el salmo: “No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque había visto mis obras” (Sal 94).

¿Qué endurece nuestro corazón? Sin duda, la lejanía de Dios. El hombre de hoy, sumergido en la aceleración de un progreso, muchas veces sin límites éticos, y solo basado en lo material, endurece el corazón. El individualismo, la falta de conciencia de su origen y de su destino, la negación de la identidad que ha recibido del Creador, el desprecio de la vida y de aquellos que no pueden correr la carrera que marca el ritmo de la sociedad y la cultura, ha endurecido el corazón del hombre, y lo aleja de su verdadera medida que es el Corazón de Dios. La medida del corazón del hombre no son las cosas, ni la ideología, ni el bienestar, la medida del corazón humano es Cristo y el misterio de su Corazón. Un Corazón que solo se entiende y en el que solo se entra por el amor. La llave del Corazón de Cristo es el amor.

San Pablo en la segunda lectura nos decía: “A nadie le debáis nada, más que el amor mutuo” (Rm 13,8). El amor no solo revela el misterio del corazón humano, sino también el misterio del amor de Dios, pues “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Todos los mandamientos, como sigue diciendo el apóstol, se resumen en el amor. El amor es la clave para entender y vivir la voluntad de Dios manifestada en su santa ley. Cualquiera de los mandamientos, dice san Pablo, se resume en el amor al prójimo.

Al hablar del amor de Dios, quiero detenerme en el perdón que es una de sus manifestaciones más claras. Uno de los propósitos más importantes de todo Año Jubilar, también de este, es el perdón, la posibilidad de acercarnos al perdón de Dios a través del sacramento de la penitencia, y poder lucrarnos de la gracia de las indulgencias concedidas por la Sede Apostólica, como hemos leído al comienzo de esta celebración.

Quiero ilustrar esta realidad tan hermosa del perdón de Dios con el texto evangélico que hemos proclamado sobre la corrección fraterna.

“La corrección fraterna es una obra de misericordia. Ninguno se ve bien a sí mismo, nadie ve bien sus faltas. Hemos de ayudarnos a conocer las lagunas que nosotros mismos no queremos ver... Ayuda a que cada uno recupere su integridad, para que vuelva a funcionar como instrumento de Dios, exige mucha humildad y mucho amor. Sólo si viene de un corazón humilde, que no se pone por encima del otro, que no se cree mejor que el otro sino sólo humilde instrumento para ayudarse recíprocamente, podemos ayudar. El texto griego añade un matiz; la palabra griega para corrección fraterna es consolar. No sólo corregir, sino también consolar, ayudar en sus dificultades. Hay que darle ánimo, estar a su lado, apoyarnos recíprocamente, con la ayuda del Espíritu Santo, el Consolador. Por tanto, es una invitación a realizar nosotros mismos ad invicem la obra del Espíritu Santo Paráclito” (Benedicto XVI, 2 de octubre de 2005). La corrección fraterna ha de estar llena de cariño y de tacto, por amor al que corregimos. San Agustín escribe: “Si lo haces por amor propio nada haces. Si es el amor a él lo que te mueve, obras excelentemente. ‘Si te oyere habrás ganado a tu hermano’ (Mt 18,15). Luego, has de obrar por ganarle a él (Sermón 82,4)”.

3. Hemos escuchado las palabras del Señor en el Evangelio: “Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos” (Mt 18,19).

La inspiración interior de santa Maravillas de Jesús viene a confirmar la palabra evangélica: es una llamada y una profecía que sigue repitiéndose hoy, una llamada que sigue siendo actual, que escuchamos también hoy: “España se salvará por la oración”.

Esta tarde estas palabras tienen que calar muy dentro, llegar a lo más profundo del alma. Son una llamada a reconocer el poder de la oración.

4. Haremos bien en preguntarnos cada uno de nosotros, también vosotras, queridas hermanas, de este convento Descalzo: Hoy, ¿qué nos pide el Señor?, ¿cómo actualizaremos la misión con la que nació esta Fundación en la Iglesia, y para España?

Pienso en la oración que decimos cada día en la Misa, antes de la comunión, en el rito de la paz: Señor Jesucristo, “no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédenos la paz y la unidad”. Es un hermoso deseo que está en el origen de este Carmelo: ser instrumento de paz y de unidad para España, y para las almas. Pidamos al Señor que nos conceda el don de la paz y la unidad para nuestra patria y para el mundo entero.

5. Santa Maravillas hizo realidad, con la ayuda de Dios, la petición de Dios que “le gritaba” fundando este convento, después vinieron muchos más; de hecho, hermanas del Cerro de los Ángeles comenzaron otras fundaciones hasta la India, hasta llegar a la última de sus fundaciones, La Aldehuela, donde custodiamos el cuerpo de Madre Maravillas.

Por eso, he querido que, junto a esta iglesia del convento de las MM. Carmelitas Descalzas del Cerro de los Ángeles, también la capilla del convento de La Aldehuela sea templo jubilar donde todos los que quieran puedan obtener las gracias de este Año Jubilar.

Estos conventos del Carmelo fecundan la vida de nuestra Diócesis con su carisma y con su santidad. “¡Qué felicidad morir Carmelita!”, con estas palabras santa Maravillas de Jesús expresa su vocación y el sentido de su vida. Quiso ser Carmelita porque era la Orden de la Virgen, quiso ser Carmelita siguiendo los pasos de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, en la comunión de la Iglesia con la mirada puesta en la meta que es el Cielo: “la corona no es de los que comienzan, sino de los que perseveran hasta el fin. Esta vida se pasa volando, y lo único que vale es lo que hagamos para la otra”.

6. Nuestra Señora de los Ángeles, bajo cuya protección se puso este convento, y que nos mira cada día con ojos de misericordia desde su trono en este Cerro, siga bendiciendo a este convento y lo fortalezca en su camino de oración y entrega para seguir dando frutos de santidad.

Termino con una sencilla oración a la Virgen de Santa Maravillas escrita en una estampa sencilla con motivo de los 50 años de su profesión solemne, donde se lee: Cerro de los Ángeles 1924 – La Aldehuela 1974, y dice así:

“Madre mía, que buena ha sido siempre conmigo.
En tus manos pongo esta súplica. Bendícela.
Preséntala a Jesús.
Haz valer tu amor de Madre, y tu poder de Reina.
¡Oh, María! Cuento con tu ayuda.
Confío en tu poder. Me entrego a tu voluntad, estoy segura de tu misericordia.
Madre de Dios y Madre mía.
Ruega por mí”.