encuentroesteweb

El pasado 22 de mayo tuvo lugar en las instalaciones del Seminario Mayor, en el Cerro de los Ángeles, el IV encuentro de Sacerdotes y Seminaristas de la Diócesis. Lo que comenzó en marzo de 2014 como una celebración del vigésimo aniversario del Seminario, se ha convertido en una cita anual en la que presbíteros y candidatos al sacerdocio se encuentran para celebrar y compartir la vocación sacerdotal.
En esta ocasión, tras el rezo conjunto de la Hora Sexta, tuvo lugar una mesa redonda de testimonios presentada por el rector del Seminario -D. Carlos Díaz Azarola- en la que intervinieron Rafael Marina -seminarista de segundo-, Jesús Iglesias -diácono-, D. José Rico -obispo auxiliar- y D. Joaquín López -obispo diocesano- .

 

Rafael, en sus palabras, agradeció la "libertad para equivocarnos" que da Dios, y que en su caso también recibió del sacerdote que acompañó su vocación. Eso y el "tiempo perdido conmigo" le ayudó a responder positivamente a la llamada a entrar al Seminario.
Por su parte, Iglesias, diácono desde el pasado octubre, habló de tres certezas encontradas en su camino al sacerdocio: la seguridad de la llamada de Dios; la experiencia de vivir una afectividad plena y la libertad para poder entregar la vida.
D. José, obispo auxiliar, recordó la anécdota que le vivió recientemente con un monaguillo en una celebración eucarística: "Nunca me he sentido tan a gusto como hoy", le dijo. "Ojalá lo digamos nosotros al terminar cada Misa. Con verdad y espontaneidad, como el pequeño."
Después recordó el testimonio que en 1986, en la fiesta de San Juan de Ávila, recibió como seminarista. Se trataba de las bodas de oro sacerdotales (1936-1986) de los dos únicos sacerdotes supervivientes a la persecución religiosa del verano del 36.
Por último, D. Joaquín recordó otra anécdota de un monaguillo. "Al principio quería ser sacerdote, y luego pidió hablar conmigo -contó el prelado-. Entonces le dijo que había cambiado de opinión... que ahora quería ser obispo" lo que provocó las risas entre los asistentes al encuentro.
Para terminar, D. Joaquín compartió tres claves de la pastoral vocacional:
- Dios llama. En distintos momentos. A todo tipo de personas.
- Ser sacerdote es muy grande. Es apasionante. En estos casi 50 años de sacerdocio, esta es mi valoración. El sacerdote tiene el privilegio de entrar en el corazón humano y llevar allí la gracia de Dios. Ahí descubrimos la grandeza del ser humano, la grandeza de Dios. Y de ahí debe venir la alegría de ser sacerdote.
- el misterio de la libertad humana, que se percibe de un modo único en el diálogo pastoral.

Con un ágape fraterno y una foto de familia concluyó el encuentro.