D Jose

Pasadas unas semanas tras la publicación de la encíclica Fratelli tutti, estamos en mejores condiciones de recibir su enseñanza. En uno de sus últimos discursos a la Congregación para la Doctrina de la Fe, en febrero de 2004, el Papa magno san Juan Pablo II planteó una pregunta: ¿por qué los documentos y enseñanzas del Magisterio no llegan a los fieles? El mismo Papa proponía una respuesta: la recepción de un documento del Magisterio es un acontecimiento eclesial que no se debe confundir con la simple información que los medios ofrecen sobre él, tantas veces interesada e, incluso, manipulada. El eco mediático ya se ha producido, con reacciones de todo tipo. La recepción eclesial implica la puesta en marcha de un proceso leal de escucha, de discernimiento y de transmisión en los cauces cordiales de la comunión de la Iglesia. Y ahí es donde el Papa plantea un reto no pequeño a todos los católicos.

Para un católico, la recepción de esta encíclica no debería implicar simplemente la asimilación de su enseñanza, superando las lecturas apresuradas de interesado signo político, sino la transmisión de la misma a aquellos, católicos o no, que trabajan en el mundo de la política, la economía, el empleo, etc. En el mundo globalizado se nos pide a los hijos de la Iglesia llevar la palabra amable, luminosa y esperanzadora que tiene su origen último en el Evangelio: “Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo. De él surge para el pensamiento cristiano y para la acción de la Iglesia el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión universal con la humanidad entera como vocación de todos” (FT 277). A estas alturas de pontificado, bien sabemos que Francisco es un “Papa de retos”. Fratelli tutti nos plantea uno nuevo: avanzar en la comprensión y en la vivencia de la dimensión universal del amor fraterno, de modo que, “frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras” (FT 6).