03/06/2025. Afincada en Roma por motivos profesionales, mantiene vivo el “recuerdo hermoso” de tanta gente con la que compartió amisad y fe en la diócesis. Ángeles Conde, de la parroquia Divino Maestro de Móstoles ejerce, desde hace años, de corresponsal del Vaticano en varios medios de comunicación.
- Visitas tu ciudad a menudo…
Sí, para estar con mi madre, que ya pues tiene casi 83 años y hago lo posible por estar con ella. Por eso no trabajo vinculada a ninguna empresa en concreto, porque así puedo disponer de mi tiempo y tener mis propias vacaciones y mis días para ir a Móstoles, trabajar desde Móstoles, pero asimismo estar con mi madre. Está muy bien cuidada gracias a mis hermanos mayores, no me preocupo, pero sí creo que es fundamental estar con los seres queridos en cuanto se pueda.
- ¿Se echa de menos el hogar?
He procurado construir un hogar en Roma también para vivir aquí con mi familia, para esa familia que son los amigos, esa familia que es la gente que tú eliges, que no tienes de sangre… Pero claro que se echa de menos el hogar. Todos hemos experimentado que como en casa de tus padres no duermes en ningún sitio, ni siquiera en tu propia casa, aunque tengas una cierta edad, llegas allí, es una tranquilidad, son los olores de tu vida, los sabores de tu vida, el ambiente.
- Y has crecido también en la diócesis, con las peregrinaciones…
Guardo un entrañable y precioso recuerdo de esos momentos, de esas peregrinaciones que no solo te hacían crecer a nivel espiritual o de fe, sino también a nivel humano en cuestiones como compartir, no quejarse por todo, convivir con otras personas que eran diferentes a ti. Y por supuesto la dimensión comunitaria.
- ¿Ser corresponsal en Roma se traduce en no descansar nunca?
Se traduce en estar alerta siempre, pero hay que aprender a descansar. No puedes hacer del periodismo un sacerdocio o un sacrificio, porque al final lo acabas odiando. Tienes que tener tus justos momentos de descanso para no terminar además mal, quemada, o detestando aquello que en principio amabas.
- Has informado del pontificado de Francisco, ¿cómo han sido estos años?
De gran aprendizaje, intensos e inmensos. Han sido preciosos porque yo profesionalmente no había vivido un pontificado entero así de esta manera. Ha sido una experiencia humana muy importante, también de fe, pero unos años de dejarse sorprender también, y de ser testigos de cosas preciosas, del pueblo santo de Dios que viene a Roma buscando a Pedro.
- Y ahora toca reiniciar casi todo con León XIV…
Toca conocer a otro Papa, aprender de su forma de ser Papa, y toca estar con Pedro. Siempre estamos con Pedro se llame como se llame. Ahora es León XIV.
- Volviendo a la diócesis, ¿qué es lo que más echas de menos?
Echo de menos mis amistades, mucha gente buena que conocí en los años más intensos de mi juventud y de más participación diocesana. Mucha gente a la veo con los años y parece que el tiempo no ha cambiado, y eso es muy bonito porque sabes que fueron amistades o conocimientos o, bueno, grupos juveniles que se forjaron mucho en la fe y en la amistad en Cristo. Queda ese recuerdo hermoso que se hace vida de nuevo cuando te encuentras con ellos y que la verdad es que te llena mucho, te llena el corazón porque es gente muy buena.