
15/11/2025. En la mañana del sábado, el obispo auxiliar de Getafe, Mons, José María Avendaño Perea, ha presidido la Eucaristía en la Capilla de Nuestra Señora de la Paloma en la barriada de Las Sabinas, en Móstoles, con motivo de la IX Jornada Mundial de los Pobres. Entre los asistentes, vecinos del poblado, así como numerosos voluntarios de Cáritas diocesana de Getafe, el delegado episcopal de esta Cáritas, Julián de la Morena; el secretario general de esta Cáritas, Carlos Sánchez, y el vicario episcopal para la Pastoral Caritativa y Social, Aurelio Carrasquilla. También ha concelebrado el párroco de la Capilla y de la parroquia San Simón de Rojas, Fernando Ramírez Puig.
A continuación, el texto completo de la homilía:
Queridos hermanos y hermanas:
Un saludo y la bendición de nuestro Obispo diocesano Don Ginés.
Queridos hermanos sacerdotes, diáconos, seminaristas, consagrados, religiosas.
Querido delegado episcopal de Cáritas, director y miembros de Cáritas.
Queridas autoridades.
Hoy nos reunimos para celebrar juntos esta IX Jornada Mundial de los Pobres, una invitación constante del Papa Francisco para mirar la realidad con los ojos de Dios. Y qué hermoso es poder hacerlo aquí, en este barrio de Las Sabinas, donde tantos de vosotros sabéis bien lo que significan las luchas de cada día, las dificultades, las heridas… pero también sabéis lo que es la fuerza de la fe, la calidez de la familia, la esperanza que no decepciona.
El lema que nos acompaña este año es una confesión profunda, sencilla y poderosa: "Tú, Señor, eres mi esperanza".
Una frase breve, pero capaz de sostener una vida entera, éste es el deseo el Papa León. La esperanza no es un sentimiento: es un ancla. Vivimos en un mundo donde con frecuencia la esperanza se confunde con el optimismo. El optimista dice: “Seguro que todo va a salir bien”. Pero la esperanza cristiana dice otra cosa: "Pase lo que pase, Dios está conmigo".
La esperanza cristiana no es ingenua. No ignora las dificultades, ni tapa el sufrimiento, ni pretende que no existan los problemas. La esperanza cristiana, la que nace del Evangelio, es un ancla firme en medio de la tormenta. No nos libra de las olas, pero nos asegura que no nos hundiremos, porque Cristo está en la barca.
Muchos de los que estáis aquí conocéis de cerca esa lucha diaria: el paro que se hace largo, la preocupación por los hijos, la salud que falla, o a veces el sentirse juzgados o no suficientemente acogidos. Y también conocéis la experiencia de que, cuando todo parecía oscuro, siempre llegó una luz: una palabra, una mano tendida, un abrazo, una ayuda inesperada… En esas pequeñas y grandes luces, estaba el Señor diciéndoos: "Aquí estoy. No tengas miedo".
“El pobre puede convertirse en testigo de una esperanza fuerte y fiable, precisamente porque la profesa una condición de vida precaria, marcada de privaciones, fragilidad y marginación… Reconociendo que Dios es nuestra primera y única esperanza, nosotros también realizamos el paso de las esperanzas efímeras a la esperanza duradera… La pobreza más grande es no conocer a Dios, como nos recordaba el Papa Francisco”, nos afirma el Papa León.
Dios pone su esperanza en los pequeños
La Biblia es clara: Dios escucha de manera especial el clamor del pobre. No porque el pobre sea moralmente mejor o perfecto, sino porque el pobre se sabe necesitado, y el corazón abierto de quien necesita es tierra fértil para Dios. Jesús nació pobre, vivió entre los pobres y murió pobre. Y cuando quiso anunciar el Reino, dijo: "Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios".
El Papa Francisco nos repetía que el pobre no es un problema, una presencia de Cristo que nos llama a una relación, no solo a una ayuda material. Hoy, en Las Sabinas, quiero deciros con el corazón: vosotros sois esperanza para la Iglesia que camina en Getafe.
Porque donde hay familias en estas casas y chabolas, que luchan, que se ayudan, que no pierden la fe, que cuidan a sus mayores, que celebran juntos, que lloran y ríen juntos… ahí la Iglesia se hace más verdadera. El Señor os mira con ternura. Os asegura: "En tu fragilidad, Yo me hago fuerte. En tu pobreza, Yo hago nacer una esperanza nueva".
La esperanza se aprende confiando
A veces pensamos que la fe es para los fuertes. Pero no: la fe es para los que se atreven a confiar. Jesús no nos pide grandes discursos; nos pide lo que pidió al buen ladrón en la cruz: un corazón abierto.
Cada vez que decimos: "Señor, ayúdame", "Señor, no puedo solo","Señor, cuida de mis hijos", "Señor, dame paciencia", estamos viviendo esa esperanza cristiana que sostiene al mundo.
En esta jornada, el Papa León nos invita a vivir la esperanza no como una idea, sino como un camino. La esperanza se aprende confiando un día tras otro, aunque no siempre entendamos los planes del Señor.
Y confiar no es resignarse. Confiar es poner la vida en manos de un Padre que nunca falla, aunque a veces no entendamos sus tiempos.
Dios camina con nosotros también a través de la comunidad
No estamos solos. Dios no solo actúa en lo íntimo del corazón: también actúa a través de las personas. En esta barriada de Las Sabinas hay un tesoro que la Iglesia entera necesita aprender: la solidaridad familiar, la importancia de estar juntos, la generosidad ante las necesidades, el apoyo mutuo cuando alguien lo está pasando mal. Eso, hermanos, es Evangelio puro.
La Iglesia diocesana de Getafe camina con vosotros, no como quien viene de fuera a traer soluciones, sino como quien reconoce que aquí vive Cristo, que aquí se aprende y se comparte el Evangelio. Sois parte viva de esta diócesis, y hoy quiero deciros, con humildad: gracias.
Gracias por vuestra fe sencilla, por vuestra acogida, por vuestro testimonio, por vuestra esperanza que, incluso en medio de dificultades, no se apaga. "Tú, Señor, eres mi esperanza": una llamada a la conversión. Este lema no es solo consuelo; también es una llamada. Cuando decimos: "Señor, Tú eres mi esperanza", estamos diciendo:
– No quiero poner mi esperanza en el dinero.
– No quiero poner mi esperanza en mis fuerzas.
– No quiero poner mi esperanza en lo que pasa.
– No quiero poner mi esperanza en el juicio de los demás.
– Mi esperanza está en Ti, Señor.
Y cuando la esperanza está en Dios, nuestra vida cambia. Comenzamos a perdonar más fácilmente. A valorar lo importante. A alejarnos de lo que destruye: la bronca, el rencor, la desconfianza, la violencia, la mentira… A ponernos en camino hacia una vida más plena. La esperanza verdadera siempre nos impulsa a vivir mejor.
No tengáis miedo: Dios os sostiene
Queridos hermanos, hoy quiero deciros algo que nace de la fe y que nace también del cariño que os tengo como pastor: No tengáis miedo. No tengáis miedo del futuro, porque el Señor lo conoce. No tengáis miedo de las dificultades, porque el Señor las atraviesa con vosotros. No tengáis miedo de equivocaros, porque el Señor siempre perdona. No tengáis miedo de la pobreza, porque el Señor la convierte en gracia. No tengáis miedo de la vida, porque el Señor es vida. No tengáis miedo de la muerte, porque el Señor la ha vencido. Y, sobre todo, no tengáis miedo de esperar. Quien espera en Dios nunca queda confundido.
Un acto de confianza
Antes de continuar con la celebración, quiero invitaros a que, en silencio, cada uno repita en su corazón estas palabras del lema de hoy. Decidlas con vuestra voz o en silencio, pero con sinceridad: "Tú, Señor, eres mi esperanza". Decídselo desde vuestras preocupaciones. Decídselo por vuestros hijos. Decídselo por vuestras familias. Decídselo por este barrio. Decídselo por las heridas que lleváis dentro. Decídselo por vuestro futuro. Decídselo por aquellos que hoy no han podido venir. Que esta frase quede grabada en el corazón de cada uno como un sello de Dios.
Queridos hermanos, que esta IX Jornada Mundial de los Pobres sea para todo un día de gracia, de consuelo y de esperanza. Que el Señor, que se hizo pobre por nosotros, derrame hoy su bendición sobre esta comunidad hermosa y luchadora.
“Que este Año Jubilar pueda impulsar el desarrollo de políticas para combatir antiguas y nuevas formas de pobreza, además de nuevas iniciativas de apoyo y de ayuda a los más pobres de entre los pobres”, nos sigue diciendo el Papa León.
Y que María, Madre de los pobres y Madre nuestra, Nuestra Señora de los Ángeles os cubra con su manto y os enseñe a decir, cada día: "Señor, contigo puedo. Contigo sigo. Contigo espero".
Amén.
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