
03/12/2025. El tiempo litúrgico de Adviento tiene sus particularidades. En palabras del delegado de Liturgia en la diócesis, Pedro Merino, «es la congregación de la multitud de los hijos de Dios que alaban al Padre y Creador porque las gracias futuras ahora están presentes». Pero, «no sólo espera el porvenir de la salvación; tampoco se reduce a la preparación de las fiestas de la Navidad» sino que «nos recuerda que la gloria futura ya está presente, y que, en el último día, la salvación alcanzará plenitud».
Por eso, dice Merino, «el Adviento nos invita a celebrar y meditar la historia de la salvación. Cada creyente es un agente activo de esta historia salvífica que se ha trazado en dos momentos. Ambos tiempos se refieren el uno al otro en una unidad perfecta».
El primero de ellos «es el tiempo de la promesa: los protagonistas son los profetas que anuncian la futura llegada del Mesías e interpretan la historia de Israel». El último tiempo «es el del cumplimiento iniciado con la encarnación del Verbo y su nacimiento en la plenitud de la historia».
El delegado de Liturgia explica que «cada Adviento es celebrado en los tiempos finales de la historia: desde el hoy, el tiempo de Adviento mira al pasado; nos recuerda que Cristo vendrá glorioso al final de los tiempos y también nos prepara para la próxima Navidad. Los dinamismos del anuncio y del cumplimiento de la promesa nos envuelven y nos abren a recibir la plenitud de la salvación que se realizará en el futuro final».
«Ciertamente, ya estamos salvados por la entrega de Cristo en la cruz, pero, la salvación no ha alcanzado en nosotros la plenitud, pues todavía vivimos en la realidad histórica y temporal. Por tanto, estamos salvados en esperanza». El sacerdote recuerda que el Adviento «celebra esa esperanza y la certeza de la salvación».
«El Espíritu Santo, que lleva a plenitud la obra del Padre en el mundo, hace posible esta certeza porque nos entrega las primicias de la plenitud consumada. El Adviento, por tanto, es también el tiempo del Espíritu Santo. El Santo espíritu es auténtico precursor de Cristo que actuó en San Juan Bautista, que habló por los profetas, que fecundó las entrañas purísimas de la Santa Virgen, y que nos hace decir: ¡Maranatha!, Ven, ¡Señor Jesús!», subraya Pedro Merino.
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