PALABRAS EN LA EUCARISTÍA DE CONSAGRACIÓN DE ESPAÑA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS EN EL CERRO DE LOS ÁNGELES.

Getafe, 30 de junio de 2019

Al comienzo de esta celebración eucarística en la que renovaremos la Consagración de España al Corazón de Jesús como se hiciera hace cien años en este mismo lugar, quiero saludar y dar la bienvenida a todos los que participáis de una u otra manera en este acontecimiento, sin duda, importante para la Iglesia que camina en España.

Saludo a los Sres. Cardenales, Arzobispos y Obispos, y en especial agradezco a nuestro Arzobispo Metropolitanos, el Cardenal D. Carlos Osoro, la presidencia de esta celebración.

A los sacerdotes y diáconos, a los consagrados, seminaristas, y voluntarios mi saludo en el Señor.

Y a vosotros, hermanos y hermanas en el Señor que llenáis este Cerro de los Ángeles, tanos en la explanada con en el pinar.

Con respeto y afecto saludo también a las autoridades civiles, militares, judiciales y académicas que hoy nos acompañan. Que Dios os lo pague.

Y a vosotros, fieles que seguís esta celebración, y os uniréis después al acto de consagración, a través de los medios de comunicación social, en la 2 de TVE, Radio María, y las distintas redes sociales. Un saludo especial para los ancianos y enfermos.

Desde que se abrió la Puerta Santa de esta Basílica el pasado mes de diciembre, un verdadero río de gracia se ha derramado, y se está derramando, en este lugar. Son miles los peregrinos que llegan de toda la geografía española buscando el encuentro con el Señor en el misterio de su Corazón, participando en la celebración de la Eucaristía y del perdón, y poniéndose bajo la protección maternal de la Virgen, nuestra Madre de los Ángeles.

La imagen del Corazón de Jesús que preside este Cerro, centro de España, abre los brazos para acoger a todos. Es el abrazo del amor de Dios a la humanidad, creada con bondad y belleza a imagen del Creador, pero herida por el mal y el pecado que necesita siempre de la misericordia divina.

Ahora conmemoramos un hecho histórico que recordamos con agradecimiento. España en un momento socialmente difícil se consagró al Sagrado Corazón de Jesús, cosechando muchos ejemplos y frutos de santidad, como S. José Mª Rubio o Santa Maravillas de Jesús. La historia de estos cien años no ha sido fácil, muchas cosas han cambiado, o las hemos destruido, pero permanece el amor de Dios al que representa el misterio del Corazón de Cristo. El amor de Dios es una invitación constante a cambiar nuestro corazón a imagen del suyo y a cambiar el mundo construyendo la gran civilización del amor. Entonces, podemos preguntarnos, ¿por qué no renovar esta Consagración para seguir dando los frutos de santidad que necesita la Iglesia y el mundo de hoy?

En este Centenario no nos mueve más que el amor de Dios que hemos de anunciar con renovadas fuerzas a nuestros contemporáneos. Quiere ser un acontecimiento evangelizador y misionero, por ello, nos volvemos a Cristo para aprender de Él la “lógica del Corazón”, porque el momento presente exige, quizás más que nunca, evangelizar desde el Corazón. Deseamos que este Año Jubilar marque un hito en la conversión misionera a la que nos llama la Iglesia por boca del Papa Francisco. El lema que hemos elegido para este Año Jubilar, “Sus heridas nos han curado”, es una llamada a curar también nosotros tantas heridas que hay en el corazón del hombre y en las entrañas del mundo. Poner amor donde hay odio y división, poner paz donde hay guerra e incomprensión, poner justicia en las desigualdades y en la corrupción, poner libertad en medio de tantas esclavitudes, poner alegría cuando el corazón se ha instalado en la tristeza por la falta de esperanza, es poner la gracia donde el pecado y la ausencia de Dios han llevado al hombre al infierno.

La celebración de este Año Jubilar quiere ser también la invitación a seguir transmitiendo a los niños y a los jóvenes el amor y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Enseñar a nuestros hijos que hay alguien que los ama más allá de sus debilidades y fracasos, de sus pecados, es un darles la llave de la dicha.

Gracias de corazón a todos los que estáis haciendo posible la celebración de este Año santo y esta consagración de España al Corazón de Cristo.

Como tantos hemos aprendido desde niños, en nuestras propias casas, como han repetido generaciones de creyentes, de santos, nuestro acto de confianza hoy es volver a decir desde lo más profundo de nuestro ser: “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”.



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