ALOCUCIÓN DE D. JOSÉ MARÍA AVENDAÑO PEREA
EN LA CEREMONIA DE ORDENACIÓN, CELEBRADA EL 26 DE NOVIEMBRE
EN LA BASÍLICA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN EL CERRO DE LOS ÁNGELES

MI ORDENACIÓN EPISCOPAL

Un día exacto e inolvidable para mí, hoy 26 de noviembre de 2022, en el que he recibido por la imposición de las manos y la plegaria de ordenación el ministerio episcopal como Obispo Auxiliar al servicio de la Iglesia en la Diócesis de Getafe, en comunión fraterna y colaboración estrecha con su Obispo, don Ginés Ramón García Beltrán.

Hoy, aquí en el Cerro de los Ángeles, en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, hago mías y adentro en mi corazón las palabras del Señor a san Pedro, “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” y con temor y temblor respondo: “Tú sabes que te quiero”, “Solo Tú tienes palabras de vida eterna”, Tú eres el tesoro de mi vida, mi perla preciosa, Tú eres mi Amor, y me has ganado el corazón, ¡Ayúdame, Señor!

Con agradecimiento reconozco que todo me ha sido dado: el don de la vida, el don de la fe, en el corazón de la Iglesia el don de un ministerio que no es un oficio, sino una entrega, el ofrecimiento de mi propia vida, en servicio “sin tacha día y noche” (como dice la plegaria de ordenación). Un servicio a Dios y a esta porción del santo Pueblo de Dios que camina en Getafe: “para servir a Dios y a usted”, como me enseñaron mis padres.

Rezo y ruego a Dios que me dé su gracia y su luz, y me conceda audacia de profeta, fortaleza de testigo, clarividencia de maestro, seguridad de guía, mansedumbre de padre, y siempre sencillez, caridad y humildad para poder llevar a cabo esta hermosa labor “con el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús, pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo” (EG 268), nos exhorta el Papa Francisco. Que los pobres, indefensos y necesitados se sientan custodiados y defendidos desde mi corazón. Y ¿cómo puedo hacer esto? ¿Seré capaz de llevarlo a cabo? Todos vosotros, mis queridos amigos, acabáis de invocar a la muchedumbre de los santos. De este modo, también en mí se reaviva la conciencia de que no estoy solo. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce. Me pongo en camino, en el corazón de la Iglesia, junto con mis hermanos pastores como Cristo para rescatar a los hombres de los desiertos de la pobreza, del hambre y de la sed, el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado, el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad, desiertos exteriores y desiertos interiores y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, que nos da la vida en plenitud.

En la Basílica del Corazón de Jesús, cobijado bajo los brazos que bendicen y arrebujan del Corazón de Jesús, de la Virgen María, Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de nuestra querida diócesis, la oración de las Madres Carmelitas, el recuerdo agradecido a los peregrinos que suben aquí cada día con los pies cansados, orando y celebrando a Jesucristo Crucificado y Resucitado, y todos los que me estáis acompañando presencialmente o lo hacéis a través de los diferentes medios de comunicación, a todos os digo: Gracias de todo corazón.

Gracias a ti, Trinidad Santa, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, misterio de comunión y vida, de quien procede todo bien. Soy consciente de mis limitaciones y mis debilidades. Son momentos y horas de poner en activo la confianza incondicional en tu misericordia infinita, Dios que nos amas con amor infinito y descubrir con alegría que Tú me das tu gracia porque nos llamas a servirte con más entrega al Pueblo de Dios. Que sepa hacerlo, así se lo pido al Espíritu Santo para que sepa llevarlo a cabo cada jornada con amor de padre.

Gracias a ti, mi Madre y Maestra, la Iglesia que por medio del Papa Francisco ha confiado en mí para ser Obispo Auxiliar de la Diócesis de Getafe. Gracias Santo Padre. Señor Nuncio haga llegar al Papa mi gratitud. Y no quiero pasar la ocasión de reconocerle a usted la cordialidad y la simpatía con la que me comunicó la noticia de mi nombramiento con sus palabras de buen mensajero.

Gracias don Ginés que desde el primer momento se alegró conmigo con afecto paterno y cercanía de hermano: el Señor me ha llamado para que le acompañe a “auxiliar” en esta Iglesia de Getafe que usted guía y preside. De su mano y en comunión y colaboración fraterna, sé que aprenderé a conocer, a escuchar y amar a los pueblos, ciudades y gentes, a las parroquias donde caminan laicos, religiosos, religiosas, consagrados, fieles de esta comunidad diocesana para darles lo mejor: la alegría del Evangelio que llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Solo con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (cf.EG 1).

Gracias a los Obispos que han sido pastores en la Iglesia de Getafe y con los que he caminado en mi vida sacerdotal, gracias a su cercanía y comprensión en no pocos momentos, y que han dejado una honda huella pastoral: don Francisco José Pérez y Fernández Golfín, con el que comenzó nuestra joven Diócesis de Getafe, don Joaquín María López de Andújar, que se fio de mí y me nombró Vicario General, a don Rafael Zornoza y a don José Rico, Obispos Auxiliares, con los que he compartido los últimos años pastoreando día a día.

Gracias a mis hermanos y amigos sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, testigos de la presencia transfigurante de Dios y a vosotros fieles laicos, inmersos en el gran campo de la construcción del Reino de Dios que se expande en el mundo, en cualquier manifestación de vida. Desde que fui ordenado sacerdote hasta ahora, he procurado creerme y trabajar por la fraternidad sacerdotal. Gracias a vosotros seminaristas que con vuestro testimonio alentáis la llamada del Señor. Desde la Vicaría General y la Vicaría para el Clero vosotros habéis sido mi baluarte. Gracias.

Es justo mirar hacia atrás y reconocer con un corazón y vida agradecida al cardenal don Vicente Enrique y Tarancón que me admitió en el Seminario y me ayudó tanto, sólo Dios lo sabe. Al rector don Juan Martín Velasco y a su equipo que me acogieron y me dieron los criterios que formarían el eje diamantino de mi ministerio sacerdotal. Al cardenal don Ángel Suquía que me ordenó presbítero junto a 26 sacerdotes más, hace 35 años.

Gracias a los Sres. Cardenales, Sr. presidente de la Conferencia Episcopal Española, a los Sres. Arzobispos, Obispos, a los Vicarios, sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados, laicos que en esta mañana me acompañáis, y a todos los que me han hecho llegar por diversos medios, desde que mi nombramiento se hizo público, su oración y felicitación mostrando una sincera fraternidad.

Gracias a mis padres, Cándido y Jorja, por ellos Dios me ha regalado y dado la vida, ahora presentes en la comunión de los santos y en la esperanza del Resucitado. Ellos, junto con mis hermanos, Andrés, Jorja, Jesús y Cándido, han hecho posible el tejido y la urdimbre de la fe en el fragor de la vida, en Villanueva de Alcardete, en la provincia de Toledo, en la Parroquia Santiago Apóstol donde se fue fraguando mi vocación, al calor del Santísimo Cristo del Consuelo, la Virgen de la Piedad, san Jorge, y los mártires Siervos de Dios, con la ayuda de los sacerdotes, religiosas franciscanas y mis paisanos trabajadores día y noche de la tierra manchega. Ahí aprendí un auténtico ejercicio de puesta en práctica de “Laudato sí”. Sin olvidar jamás la atención y la concreción prestada a todas horas hacia los enfermos y más débiles, “Deus caritas est”, como a mí me atendieron en mi enfermedad durante la infancia.

Un cordial y afectuoso saludo a todas las autoridades civiles, judiciales, académicas y militares aquí presentes: Sr. Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, Sr. Viceconsejero de Universidades, Ciencia e innovación de la Comunidad de Madrid, alcaldes, concejales y representantes de corporaciones municipales pertenecientes a la Comunidad de Madrid, y otras Comunidades. Tenemos una tarea común: construir juntos espacios de convivencia y humanidad para los hombres y mujeres de este tiempo, especialmente para “los heridos por la vida” en palabras de san Juan Pablo II, los pobres, necesitados y excluidos, siempre con respeto y diálogo en favor del bien común.

Gracias a todos los que habéis colaborado y estáis colaborando con generosidad en la preparación de la celebración de mi ordenación episcopal para que todo esté con calidez de hogar. Gracias al Ayuntamiento de Getafe, a la Policía local, Protección Civil, voluntarios y servicio de orden. Gracias a los que habéis preparado la liturgia de ordenación y los diversos ministerios y servicios (maestro de ceremonias, diáconos, acólitos, coro, orquesta, director, servicio de acogida), a los responsables de los medios técnicos y audiovisuales que están haciendo posible esta transmisión de la celebración (13TV; Radio María) y los medios de comunicación aquí presentes.

Aquí, junto a la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles, pido para vosotros y para mí, su protección: “bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desoigas la oración de tus hijos, antes bien, líbranos de todo peligro, Virgen gloriosa y bendita “.

¡Dios os bendiga a todos!

Amén.

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