¡Hola familia querida!, nuevamente con san Juan Pablo II y nuestros: “Diálogos de fe”, diálogos imaginarios, pero sacados literalmente de sus escritos. En el programa pasado nos contaba su vocación al sacerdocio, hoy quiero preguntarle, ¿Cómo se enteró de su nombramiento de Obispo y cómo fue su llegada a la Sede de Pedro?, le escuchamos:
 
"Un día al oír las palabras del primado anunciándome la decisión de la Sede Apostólica de hacerme Obispo, le dije: ‘Eminencia, soy demasiado joven, acabo de cumplir los treinta y ocho años...’, "Pero el primado replicó: ‘Esta es una imperfección de la que pronto se librará. Le ruego que no se oponga a la voluntad del Santo Padre’. "Entonces añadí solo una palabra: ‘Acepto’. ‘Pues vamos a comer’, concluyó el Primado (...)
 
  "Sucesor de los Apóstoles. Yo –un ‘sucesor’– pensaba con gran humildad en los Apóstoles de Cristo y en aquella larga e ininterrumpida cadena de obispos que, mediante la imposición de las manos, habían transmitido a sus sucesores la participación en la misión apostólica". ("¡Levantaos! ¡Vamos!", Plaza y Janés, 2004, pp. 22 y 26).
 
Los años pasaron y llego 1978, año en que fui elegido Papa: "Creo que no fui yo el único sorprendido aquel día por la votación del Cónclave. Pero Dios nos concede los medios para realizar aquello que nos manda y que parece humanamente imposible. Es el secreto de la vocación.
 
Toda vocación cambia nuestros proyectos, al proponernos otro distinto, y asombra ver hasta qué extremo Dios nos ayuda interiormente, cómo nos conecta a una nueva ‘longitud de onda’, cómo nos prepara para entrar en este nuevo proyecto y hacerlo nuestro, viendo en él, simplemente, la voluntad del Padre y acatándola. A pesar de nuestra debilidad y de nuestras opiniones personales. ("¡No tengáis miedo! André Frossard dialoga con Juan Pablo II", Plaza y Janés, 1982, pp. 24-25).
 
Cómo no recordar lo que dije al comienzo de mi pontificado: ¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! ¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera!¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!
 
Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce «lo que hay dentro del hombre». ¡Sólo Él lo conoce!
 
Hasta aquí sus palabras amigas que resuenan desde la eternidad hacia lo más profundo de nuestro corazón. ¡No tengamos miedo! ¡Abramos, más todavía, abramos de par en par las puertas a Cristo! Nos encomendamos a tu intercesión querido papa santo y nos encontramos la semana que viene para dialogar en la fe contigo: san Juan Pablo II. ¡Bendiciones!